DANTE
Maldición. Quería tirar el teléfono de la rabia tan intensa que sentía corriendo por mis venas. La voz de Elena resonaba en mi cabeza, insistente y desafiante. "No eres mi esposo y nunca lo serás". Como si esas palabras pudieran cambiar la realidad que había empezado a construir a su alrededor. Pero, mientras la ira burbujeaba dentro de mí, escuché la puerta abrirse, y la presencia de Saúl rompió el silencio denso de mi oficina.
—Sr. Castillo —anunció, con una voz que mostraba más disciplina que confianza.
—¿Qué diablo quieres? —respondí, mi tono cargado de enojo.
—Ricardo mandó a decir que tiene que ponerle un stop al policía. Fue a hacerle una pregunta hoy —informe Saúl, con la mirada seria.
La mención del policía hizo que la furia en mí se intensificara.
—Maldición, ese policía realmente quiere morir —dije, pasándome una mano por el cabello, intentando contener la creciente frustración.
—¿Qué hacemos? —preguntó Saúl, sin perder la compostura.
Me levanté del mueble, girándome hacia él, mi mente rápida buscando una solución.
—Llama a Erick y dile que lo mate. No puedo arriesgarme por un policía de quinta —ordené con una voz firme.
—Pero, Sr. Castillo, sabe que Richard tiene un puesto importante. Matarlo levantará sospechas —me advirtió Saúl, consciente de las implicaciones.
—¿Cómo vamos a levantar sospechas si no estaremos en México? Necesito a ese entrometido bajo tierra esta misma noche —dije, apretando los dientes. La determinación inquebrantable marcaba mis palabras.
—Como diga, Sr. Castillo. Pero, ¿cuándo regresamos a México? —preguntó, buscando un plan claro.
—Regresamos mañana. Necesito encargarme de algunas cosas —respondí, sintiendo el peso de la decisión.
—¿Y qué hacemos con la Srta. Elena? —preguntó, consciente de que mi relación con ella era un punto delicado.
—Volveremos en cuanto termine los negocios en México. Mientras tanto, la dejaremos tranquila —dije, con un tono que no admitía réplica.
Obvio que esto era parte de mi plan. Anoche, mientras dormía con ella, el estúpido del novio la llamó y le envió varios mensajes. ¿Qué demonios estaba pensando? Me dejaba justo en el medio de una tormenta que había empezado a desencadenar un caos innecesario.
Borré todo y bloqueé su número. Eliminé su contacto y juré que, si la suerte estaba de mi lado, pronto su vida cambiaría radicalmente. La conexión entre Elena y yo debía ser más que solo una noche. Debía ser irrevocable. Ahora solo tenía que esperar a que se quedara embarazada de mí, para que no tuviera otra opción que casarse conmigo.
Mientras Saúl se retiraba, me quedé mirando su puerta, sintiendo que el peso de mi plan se cernía sobre mí. Podía visualizar el futuro: Elena a mi lado, sin ninguna otra salida, finalmente compartiendo el mismo apellido. La idea me hacía sonreír, una sonrisa que solo era para mí. Nadie sabía la verdad sobre mis intenciones. Nadie sabía que, a pesar de la ira y la decepción, yo había trazado un camino que no podría ser detenido.
La noche caería pronto y, antes de que eso sucediera, tenía varios asuntos que atender. Era el momento de demostrar que yo controlaba el juego.
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Camino de la tentación © {1}
AksiUna noche, impulsada por la diversión y el alcohol, Elena acepta un reto de sus amigas: besar a un desconocido. Sin saber que ha elegido al hombre más peligroso y seductor del mundo, un temido mafioso llamado Dante, se lanza a una aventura efímera q...