ELENA
Miré al extraño con el que había pasado la noche en Cancún en mi habitación. No podía verlo bien por la oscuridad, pero su voz profunda y fuerte era difícil de olvidar. Sin mencionar que el perfume que llevaba atrapó mis sentidos, haciéndome recordar la noche que había pasado con él. Cuando salí de su habitación, mi vestido aún llevaba su aroma, un rastro que me había acompañado hasta que pude cambiarme en el aeropuerto.
Sentía su aliento en mi oído.
—Te voy a soltar, pero de nada sirve que grites, ya que la casa está vacía —susurró en mi oído.
No tenía idea de cómo sabía que la casa estaba vacía o, peor aún, cómo diablo sabía dónde vivía.
Él quitó su mano de mi boca y de mi nariz, y empecé a respirar con normalidad. Cuando me tranquilicé, me senté de golpe en la cama.
—¿Qué diablo haces aquí? —pregunté, intentando sonar más firme de lo que me sentía.
—Ya te dije, vine por lo que es mío —respondió, su mirada fija en mí.
—¿Y qué es tuyo, según tú? —pregunté, con un tono desafiante.
—Tu entera —dijo, recorriendo con su mirada mi cuerpo— Sin mencionar lo que está entre tus piernas —agregó, con un tono provocador.
—Por favor, no tengo dueño y si a eso vamos, soy de mi futuro esposo, no de un extraño como tú —répliqué, sintiendo que el enfado me daba fuerzas.
—Perdón por mi mala educación. Soy Dante Castillo, un gusto, Elena Ortega —se presentó, con una sonrisa que me hizo sentir incómoda.
Así que se llama Dante, pensé. Un nombre lindo para alguien tan guapo como él. Intenté disipar ese pensamiento; no me estaban ayudando en absoluto.
—¡Vete de mi casa! —grité, con todas mis fuerzas.
—No me iré —respondió, cruzándose de brazos, como si estuviera en su propio territorio.
—Si no te vas por las buenas, entonces será por las malas —advertí, apretando los dientes.
—¿Y qué harás? —preguntó, casi divertido por mi desafío.
—Llamar a la policía —dije, sintiendo la adrenalina recorrerme.
Él se rió, una risa fría y despectiva que me hizo dudar. Me levanté, pero su voz me detuvo.
—Si fuera tú, no lo haría. No vas a querer que gente inocente, tan buena como la policía, muera en el momento en que se desmonten de la patrulla —dijo, y su tono era amenazante.
A pesar de su advertencia, empecé a buscar mi teléfono en la oscuridad. Una de las lámparas de mi mesita de noche se encendió, y me giré para mirarlo.
Dante era tan guapo como recordaba, vistiendo un traje negro impecable con una corbata que le daba un aire sofisticado y peligroso a la vez. Miré la mesita de noche y ahí estaba mi teléfono. Intenté correr hacia él, pero Dante se colocó en mi camino.
—Es hora de dejar de jugar —dijo, acercándose a mí de forma imponente. Entonces, agarró mi cadera y me levantó, antes de lanzarme de vuelta a la cama.
—Ya hemos perdido demasiado tiempo y yo necesito estar dentro de ti —dijo con una intensidad que me dejó sin aliento.
La mezcla de deseo y miedo chocaba en mi interior. Cada palabra que decía resonaba como un eco de la noche anterior, una noche de pasión y confusión. Pero este era un lado de Dante que no había visto, un lado que me asustaba.
—No puedes forzarme, Dante —logré decir, mi voz temblorosa, pero desafiada.
—No tengo intención de forzarte —respondió, acercándose aún más, su rostro a centímetros del mío— Solo quiero que entiendas que lo que sucedió entre nosotros no fue un error.
Mis pensamientos giraban, y aunque parte de mí deseaba perderme en ese momento, sabía que debía mantenerme firme. No podía dejar que mi atracción por él me llevara a olvidar todo lo que había pasado.
—Esto no es sólo sobre nosotros, tú lo sabes —susurré, tratando de encontrar alguna lógica en esta locura.
—Tú y yo somos inevitables, Elena —dijo, sus ojos intensos fijos en mí— Y no me iré de este lugar sin que entiendas eso.
Quería gritar, quería correr, pero su mirada me ataba a la cama, sin permitir que escapara. La pasión y el peligro se entrelazaban en una danza confundida. Esa noche en Cancún había encendido algo en mí, pero lo que ahora yo más temía era lo que podía suceder si decidía dejarme llevar.
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Camino de la tentación © {1}
ActionUna noche, impulsada por la diversión y el alcohol, Elena acepta un reto de sus amigas: besar a un desconocido. Sin saber que ha elegido al hombre más peligroso y seductor del mundo, un temido mafioso llamado Dante, se lanza a una aventura efímera q...