🫦Capítulo 17🫦

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DANTE

Comencé a bajar sus bragas de nuevo, y esta vez se las quité por completo, sintiendo el pulso de mi corazón acelerado.

—Tenemos que detenernos, esto es un error —dijo, su voz temblorosa y la respiración acelerada dejaban entrever su conflicto interno.

—Tranquila, reina —respondí con suavidad, intentando transmitirle mi confianza. Sabía que había un torbellino de emociones entre nosotros, pero no podía evitarlo.

Al besar sus muslos, un gemido suave escapó de su boca, un sonido que vibró en mi pecho como un eco de deseo.

—Por favor, no hagas esto más difícil para mí, Dante, solo para —suplicó, mientras una mezcla de ansiedad y anhelo brillaba en sus ojos.

La forma en que decía mi nombre, agitada y suplicante, reafirmaba mi convicción de que esto era lo correcto a pesar del caos que me rodeaba. Su vulnerabilidad me hacía querer protegerla y a la vez explorarla.

Sin escucharla más, abrí sus piernas, mis manos temblando de anticipación. Cuando sentí cuánto deseaba estar conmigo, un gemido de deseo salió de mi boca al darme cuenta de lo mojada que estaba por mí.

—Escúchame, tiene que parar, Dante —dijo con una voz entrecortada— Esto es un—

No terminó de hablar, porque mi boca se aferró a su clítoris, y el único sonido que produjo fue un gemido profundo y liberador.

Comencé a mover mi lengua, buscando su sabor, un deseo insaciable creciendo en mí. Sus fluidos eran como néctar, y no podía mentir: esta mujer era deliciosa, cada parte de ella un deleite.

Era un gran estúpido; no podía creer que estaba aquí, en medio de todo, mientras en México un jodido policía andaba buscando pruebas para arruinarme. La adrenalina corría por mis venas, mezclando miedo y deseo.

¿Qué si esta mujer era una trampa? Estaba cayendo directo hacia ella, y sin embargo, no podía dar marcha atrás.

Una mezcla de curiosidad y necesidad me impulsó a introducir un dedo en mi boca para humedecerlo antes de deslizarlo suavemente dentro de ella, atentos a cualquier signo de incomodidad.

Un gemido de incomodidad y un ligero estremecimiento escaparon de sus labios, y mi corazón se apretó al percibir su vulnerabilidad.

Pero entonces, con la intención de borrarle cualquier mala sensación, comencé a chupar su clítoris, y su cuerpo dejó de tensarse. Sus gemidos se convirtieron en un canto de placer, y yo perdí la noción del tiempo, inmerso en ella.

Cada movimiento que hacía dimos un nuevo giro a la tensión en el aire; necesitaba que se entregara a mí, que olvidara todo lo demás y se dejara llevar por la corriente de este momento.

Su mano se hundió en mi cabello, y sentí cómo intentaba despegarme, como si el placer la estuviera abrumando.

—¡No aguanto más! —rogó entre gemidos de puro deseo.

Las palabras estaban al borde de sus labios, llenas de dolor y placer, mientras sacaba mi dedo y la atraía hacia mí con firmeza, buscando intensificar la conexión entre nosotros.

—Por favor, detente, no puedo aguantar más —imploró de nuevo, su voz llena de necesidad.

Pero la ignoré, y mientras ella tiraba de mi cabello, yo me aferraba más a ella, un deseo voraz quemando en mi pecho. Necesitaba que me diera lo que era mío, solo mío.

—Dante, pa— dijo, su voz entrecortada por el placer.

Sentí su espalda arquearse, y su cuerpo comenzó a temblar de una manera salvaje y hermosa. Fue como si el mundo exterior se desvaneciera en ese instante, y todo lo que quedaba era ella, yo y el deseo que nos consumía.

—¡Dante! —gritó, su voz un torrente de emoción que atravesó el aire.

Entonces, sintiendo la ola de su placer, sonreí mientras limpiaba lo que era mío. La sensación del momento fue electrificante, su cuerpo seguía temblando con cada caricia de mi lengua.

—¡Para ya, por favor! —rogó, su voz desgarrada, pero yo sabía que había cruzado la frontera de lo prohibido, y a pesar de todo, quería quedarme en ese instante eterno.

Camino de la tentación © {1}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora