🫦Capítulo 2🫦

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ELENA

Me fui a la casa de Sofía, y cuando llegamos, la vivienda estaba completamente vacía, envuelta en un silencio que parecía anticipar la fiesta que estaba por comenzar.

—¿Dónde están tus padres? —pregunté, mirando a mi alrededor, sintiendo una mezcla de curiosidad y un ligero nerviosismo.

—Se fueron de viaje. ¡Tenemos la casa entera para nosotras! —gritó Sofía, con una sonrisa radiante que iluminaba su rostro. Sus palabras resonaron en el aire como una promesa de diversión y libertad.

—¿Y qué estamos esperando? ¡A beber! —gritó Ruth, con una chispa traviesa en sus ojos, mientras me arrastraba hacia el bar que había en la casa de Sofía.

La barra estaba bien surtida. Sofía puso música a todo volumen, creando el ambiente perfecto. Zoe empezó a servir bebidas, y pronto el aire se llenó de risas y el tintinear de vasos al chocarse.

—¡Vamos a disfrutar! —gritó Zoe, lanzando su bebida al aire como si estuviera brindando por nuestra amistad y la aventura que se avecinaba.

Empezamos a beber y a bailar como locas. La música se convertía en el ritmo de nuestros corazones, y el alcohol en un elixir que nos llenaba de valentía y diversión. No había preocupaciones, solo la celebración del momento.

Pasaron las horas, y la noche se volvió una nube de colores y risas. No sabía ni cómo llegamos a la cama, pero allí estábamos, todas desplomadas y riendo, compartiendo secretos y risas apagadas.

De repente, un grito resonó en el cuarto.

—¡Maldición, despierta! ¡Tenemos que estar en menos de una hora en el aeropuerto! —gritó Sofía, sacudiéndome con desesperación.

—¿Qué pasa? —dije, abriendo los ojos lentamente, sintiéndome aún atrapada en el sueño y aturdida. Era difícil recordar lo que había pasado.

—¡Muévanse! ¡Tenemos que cambiarnos para irnos! —gritó de nuevo, con urgencia en su voz.

Nos levantamos embarulladas, como si nos hubieran lanzado un cubo de agua fría. Nos dirigimos al baño, donde la prisa se volvió nuestra mejor amiga. Con risas nerviosas, nos empujamos unas a otras mientras nos arreglábamos. Me puse un vestido largo, pero cómodo, perfecto para el viaje.

Finalmente, listas, subimos al carro.

—¡Pisa ese acelerador! ¡Tenemos que estar en menos de 15 minutos en el aeropuerto! —le dijo Sofía al chofer, que la miró con los ojos como platos, pero asintió y aceleró.

La adrenalina corría por mis venas mientras miraba por la ventana. Todo se veía borroso: la ciudad despertándose con su rutina diaria, los árboles que pasaban rápidamente a nuestro lado, y la luz del sol que empezaba a asomarse por el horizonte.

Llegamos al aeropuerto más rápido de lo que jamás hubiera imaginado. Empezamos a correr como si el mundo nos persiguiera, con nuestras maletas haciendo ruido a nuestras espaldas. Pasamos por la seguridad, el corazón en un puño, y en el último momento, justo cuando el avión estaba a punto de cerrar la puerta, llegamos a la puerta de embarque.

Entramos corriendo y nos sentamos en los asientos de primera clase.

—¡Joder, el próximo día nos bebemos para que esto no pase! —dijo Sofía desde el otro asiento, todavía recuperando el aliento. Sus ojos estaban brillantes, llenos de emoción y un ligero nerviosismo.

—Pero ya estamos aquí y vamos a Cancún —dijo Zoe, con su característico entusiasmo. Su sonrisa era contagiosa y, en ese momento, todas nos miramos, sintiendo que, a pesar de las dificultades, estábamos listas para lo que estaba por venir.

Me recliné en mi asiento, sintiendo cómo la emoción burbujeante crecía dentro de mí. Con mis mejores amigas a mi lado, sabía que esta despedida de soltera sería un viaje inolvidable, lleno de risas, aventuras y quizás hasta un poco de locura. Era un momento que no solo celebraba mi futuro, sino también la amistad que nos unía a través de los años.

Con la vista del despegue y la promesa de Cancún a nuestro alcance, cerré los ojos y sonreí, lista para vivir cada instante de esta nueva aventura.

Camino de la tentación © {1}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora