🫦Capítulo 43🫦

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DANTE

Llegamos a la mansión, y varios hombres estaban rodeándola. La atmósfera era eléctrica, y la anticipación pesaba en el aire.

—¿Qué esperan? ¡Mátenlos!—ordené con voz firme, mi mirada fija en los hombres que se interponían entre mí y Elena.

Mis hombres comenzaron a tomar posiciones, listos para disparar. Saqué mi pistola y apunté al que estaba frente a la puerta, sintiendo el pulso acelerarse.

Si persarlo, sin dudarlo, disparé. El sonido de la bala resonó en la noche, y el hombre cayó, poniendo en alerta a los otros.

El caos estalló. Más disparos comenzaron a sonar, y la desesperación me invadió. Estos hombres estaban robando mi tiempo, un recurso que no podía permitirme perder. Tenía que llegar a Elena antes de que Raphael pudiera hacerle daño.

—¡Vamos, avancemos!—grité con toda la fuerza que me quedaba.

Comenzamos a disparar mientras nos movíamos hacia adelante, viendo cómo los hombres caían al suelo, pero a pesar de ello, seguían disparando. La adrenalina fluía por mis venas, y el deseo de recuperar a Elena se convertía en una llama inextinguible.

Pasaron algunos minutos, y pronto el silencio se apoderó del lugar. Miré a Saúl a mi lado, la respiración entrecortada.

—Parece que están todos muertos—dijo con un ligero asombro en su voz.

Sin perder tiempo, empecé a correr hacia la puerta, listo para entrar. Sin embargo, escuché la voz de Saúl detrás de mí, su tono lleno de advertencia.

—¡Espera! No puedes entrar sin seguridad, jefe. ¡Maldición!—gritó, su expresión de preocupación dibujando un surco en mi frente.

Abrí la puerta y entré sin escuchar sus palabras. Al instante, todo quedó en silencio. Saúl entró detrás de mí y se colocó frente a mí, bloqueando mi camino.

—Algo no está bien—dije, la inquietud apoderándose de mí.

—Me huele a trampa—respondió Saúl, su mirada escudriñando el entorno con desconfianza.

Mis hombres comenzaron a entrar, rodeándome mientras llenaban la sala. La tensión era palpable.

—¡Todos alerta! ¡Revisen cada rincón de la casa!—grité, manteniendo el enfoque en la misión que tenía en mente.

Sin pensarlo dos veces, comencé a subir la escalera, con algunos de mis hombres a mi lado y Saúl justo enfrente.

—Vamos, Saúl. No necesito un chaleco—dije, sintiendo que la prisa era más importante que cualquier precaución.

—No mientras no pienses con la cabeza fría y te pongas como si fueras un novato—replicó, el desafío en su voz claro y firme.

—Juro por Dios que si no te considerara como un hermano, esas serían tus últimas palabras—dije, apretando los dientes mientras continuábamos subiendo.

El ambiente estaba cargado de tensión, cada escalón que subíamos me acercaba más a la verdad de lo que podría encontrar. No podía dejar que el miedo nublara mi juicio, pero la preocupación por Elena me consumía. Tenía que mantenerme en calma y concentrado en el objetivo: rescatarla.

Al llegar al segundo piso, escuchamos un ruido sutil, un leve susurro que hacía que mi corazón se detuviera momentáneamente.

—Ahí—murmuré, señalando hacia una puerta al final del pasillo.

Saúl y los demás siguieron mi mirada y, con una sincronización milimétrica, nos preparamos para la confrontación que estaba a punto de estallar.

Camino de la tentación © {1}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora