🫦Capitulo 54🫦

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NARRADO POR ALGUIEN ANÓNIMO

Salí de la casa de Dante, el aire fresco me golpeó la cara, pero no logró despejar la oscuridad que se había instalado en mi mente. Busqué mi teléfono desesperadamente y, al encontrarlo, marqué el número de Raphael.

—Hola —respondió, su tono relajado contrastaba con la tormenta de emociones en mi interior.

—Joder, ¿cómo pudiste violar a una chica que no tenía culpa de nada? —le dije, la ira brotando sin control.

Raphael soltó una risa con una frialdad inquietante. —Tenía que darle algo a Dante de lo que no se olvidaría. ¿Y qué mejor manera que recordarle cada vez que la vea que fue mía?

La rabia se convirtió en náuseas. —Pues mira, que la chica está embarazada.

Un silencio pesado se apoderó de la línea y luego, una risa. —Y piensa que es mío.

—Todo apunta a que es tuyo —respondí, mi voz tensa— Escuché que solo tiene una semana.

—Oh no, no puedo embarazar. Estoy operado para no hacerlo. No pensaba que iba a tener un hijo con una zorra —se burló entre risas.

—Maldición, pues Dante cree que es tuyo —le dije, aún procesando la gravedad de lo que había revelado.

—Joder, eso sí es bueno. Maldita sea, qué bueno que te tengo a ti en esa casa para que me informe de todo —respondió, su tono despreocupado me hizo sentir una repugnancia profunda.

—¿Qué piensas hacer? —pregunté, dándole la oportunidad de garrapiñar mis pensamientos.

—Voy a hacerle creer que ese hijo es mío, que se lo saquen y luego decirle que mató a su propio hijo —dijo, su risa resonando como si hablara del más trivial de los planes.

—No, eso ya es muy cruel —protesté, aunque sabía que mis palabras caían en un mar de insensibilidad.

—¿Qué, ahora te me estás poniendo blando? —replicó, riendo de forma despectiva.

—Empecé a trabajar contigo para que quitaras a Dante del poder y que yo quedara como el jefe. Pero no estás haciendo nada más que golpear a una mujer, eso no es de hombre —eso lo dije con firmeza, aunque ya no estaba tan convencido de que lo que él hacía pudiera considerarse humano.

—Cuidado con cómo me hablas —gritó, su voz cargada de enojo.

—Ponte a eso, mátalo y también al tal Saúl, su hombre de confianza. Hoy estuvo a punto de ser un muerto, y lo dejó a cargo —dije, cada palabra que salía de mi boca era una piedra en este juego peligroso.

—¿Cómo que "a punto de ser un muerto"? —preguntó, mostrándose incrédulo.

—Sí, se arrodilló ante la chica y le ofreció su pistola para que lo matara por lo que le hiciste —respondí, la burla en mi voz quedó diluida por la seriedad del tema.

La risa de Raphael resonó en el teléfono, llena de desprecio. —Qué patético. Veo que esa chica le importa mucho más de lo que creía. Esa información me ayudará para mi siguiente plan. Ese niño no nacerá, suficiente tengo con Dante. Imagínate, otro Castillo.

—Es un niño —insistí, aunque en el fondo sabía que sus palabras eran más que una simple amenaza.

—Escucha, estúpido, si nace, él tendrá por sangre el linaje de los Castillo. Ese niño aún en el vientre es el nuevo jefe de la mafia de Castillo, y tú no tendrás nada —dijo, su voz helada y calculadora.

—No, ese clan es mío. Nadie me lo quitará, menos un mocoso —grité, la incertidumbre y la rabia fusionándose en mi pecho.

—Por eso mismo hay que matarlo antes de que nazca. Y si no lo hace Dante, tendrás que hacerlo tú —dijo, como si trazara un mapa de sangre para el futuro.

Las palabras de Raphael resonaban en mi cabeza, una mezcla peligrosa de lealtad y traición. En ese instante, comprendí que la vida de una niña, la vida de un niño, se había convertido en un tablero en este juego diabólico. Temí por lo que vendría, pero ya sabía que estaba demasiado involucrado para dar marcha atrás.

Camino de la tentación © {1}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora