🫦Capítulo 10🫦

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DANTE

Miré al presidente, sentado frente a mí, claramente preocupado. Supuestamente tenía que decirme algo importante, pero la tensión en el ambiente era palpable.

—Habla —dije, impaciente.

—El policía Richard o como se llame está atrás de nosotros, solo necesita algo y nos manda a la cárcel —dijo, su voz temblando ligeramente.

—No tiene nada, así que tranquilo. Y deja de llamarme solo porque estás asustado —respondí, cerrando el puño en mi regazo.

—Pero si saben que hago negocio contigo, estoy acabado —insistió, la preocupación reflejada en su rostro.

Me levanté de la silla, caminando hacia la ventana con la vista de la ciudad iluminada por el atardecer.

—¿Y qué quieres que haga? ¿Que te mude en mi casa? Eres el presidente de México, así que compórtate como uno y no como una marica —dije, girándome para confrontarlo.

—Bien, pero si descubren algo, necesito que me saques de ahí —reconoció, su voz ahora un susurro, como si hablar en voz alta pudiera atraer la atención indeseada.

—Tú nervioso y yo tranquilo. No te preocupes, sabes que el que hace negocio conmigo nunca lo dejo solo —afirmé, intentando calmarlo un poco.

—Gracias —dijo, como si eso pudiera borrar su miedo.

—No me agradezcas, que no soy Dios —contesté, con un tono sarcástico.

Empecé a caminar de nuevo, esta vez me senté en el escritorio frente a él, acortando la distancia y aumentando la presión.

—¿Sabes por qué no te vuelo la cabeza ahora mismo de un tiro por llamarme solo porque la nena anda asustada? —dije, dejando que mis palabras cayeran pesadas sobre él.

—Porque soy el presidente —respondió, su mirada desafiándome.

Me reí, pero mi expresión se tornó seria rápidamente.

—Me importa una mierda que seas el presidente. Si quisiera matarte, lo haría sin importarme el título. Solo no te mato porque eres un buen aliado —dije, dejando claro que, aunque nuestra relación era de conveniencia, mis límites no eran negociables.

—Y a mí me gusta trabajar contigo —dijo, tratando de recuperar un atisbo de confianza.

—Claro, mientras sigas ganando esos millones, ¿quién no quisiera seguir trabajando así? —respondí, con un tono de desdén. —Ahora, largo de mi casa. Tengo cosas más importantes que hacer.

El presidente asintió, con un leve suspiro de alivio, entendiendo que había cruzado una línea. Se levantó, sus pasos resonando mientras se dirigía hacia la puerta. Sabía que había jugado con fuego, pero la realidad es que ambos sabíamos cómo funcionaba este mundo. Era un juego de poder, trucos y, sobre todo, de lealtades inquebrantables.

A medida que se marchaba, mi mente ya comenzaba a reflexionar sobre las decisiones que debía tomar. Las amenazas estaban más cerca de lo que pensaba, y no tardaría en desatarse un caos que podría arrastrar a ambos al abismo.

Camino de la tentación © {1}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora