DANTE
No tuve otra opción que llamar al médico. Elena estaba demasiado inestable después de lo sucedido, así que pedí que le inyectaran algo para que pudiera dormir. Cuando finalmente cerró los ojos, el alivio me invadió. Pero esa paz duró poco. La noche llegó, y me quedé dormido junto a ella, exhausto tanto física como mentalmente.
No sabía cuánto tiempo había pasado cuando un ruido me despertó de golpe. Me levanté rápidamente y miré a mi alrededor, buscando el origen del sonido. Mis ojos se encontraron con Elena, de pie, con una soga en la mano.
—¿Qué estás haciendo? —pregunté, sintiendo una mezcla de incredulidad y temor.
Ella me miró con una calma que me aterrorizó.
—Voy a matarme —dijo—. Llevo despierta una hora, preguntándome cuál es la salida más fácil de esta pesadilla... y todas me llevan a la muerte.
El pánico me invadió al verla enredando la soga, tan resuelta. Seguí su mirada hacia arriba y noté un aro donde alguna vez estuvo el abanico del techo. Lo había quitado.
—¿Y me ibas a dejar aquí, viendo cómo te ahorcas? ¿Despertarme para encontrar tu cuerpo colgado frente a mí? —dije, mi voz cargada de incredulidad y furia.
Elena siguió enredando la soga en sus manos, ignorando mi desesperación. Parecía atrapada en su propia mente, buscando cualquier salida, sin importarle las consecuencias.
—Lo siento mucho, no quería hacerte daño —dijo ella con una voz tranquila, casi inexpresiva, pero sus manos seguían enredando la soga.
El enojo brotó en mí de una manera que no pude controlar. Ya no podía seguir siendo indulgente.
—Muy bien, si solo piensas en ti, vamos a darte lo que buscas —dije con frialdad.
Me acerqué rápidamente y la bajé de la silla antes de que pudiera hacer algo. La arrastré conmigo fuera de la casa sin darle tiempo a reaccionar. No podía permitir que esto siguiera así.
—¿Qué estás haciendo? —preguntó, su voz quebrándose por el miedo.
—Veo que solo piensas en ti, Elena —le dije, sin dejar de caminar hacia el coche—. No piensas en lo que me haría si un día despierto y tú ya no estás.
—Dante... —dijo, pero la corté de inmediato.
—No, Elena. No voy a pasar mi vida temiendo que en cualquier minuto decidas matarte. Vamos a arreglar esto de una vez por todas —espeté, mientras la metía en el coche.
Erick salió corriendo de la casa, gritándome que a dónde iba, pero lo ignoré. Encendí el coche y empecé a conducir, acelerando hacia la autopista, sin mirar atrás.
—Si quieres morir, lo haremos juntos —dije, mis manos firmes en el volante.
Elena me miró, confundida y asustada.
—¿Qué...? ¿Qué estás diciendo? —preguntó, su voz temblando.
—Voy a acelerar este coche al máximo, y si decides que la muerte es la salida, entonces moriremos los dos —dije con una determinación que sentía tan fuerte como mi enojo.
Aceleré el coche, la velocidad subiendo rápidamente mientras los árboles y las luces pasaban a toda velocidad. El viento golpeaba el coche con fuerza, y vi por el rabillo del ojo cómo el miedo comenzaba a apoderarse de Elena.
—Pero antes de que choquemos o salgamos de la carretera —continué—, déjame decirte que ese hijo que llevas... también podría ser mío.
Sus ojos se abrieron de golpe, llenos de confusión y sorpresa.
—¿Qué? —preguntó, su voz quebrándose.
—Recuerda... la noche antes de que te secuestraran. Estuviste conmigo —le dije, mi tono más serio que nunca.
El coche seguía acelerando, el sonido del motor rugiendo mientras las imágenes a nuestro alrededor pasaban como un borrón. Vi un camión acercarse en dirección contraria, y me puse justo en su camino, acelerando aún más.
—¡Espera, Dante! —gritó Elena, su voz llena de pánico ahora.
—Piensa rápido, Elena —dije, mientras el camión se acercaba cada vez más. La bocina del camión sonaba con fuerza, pero no aflojé el acelerador. Solo la miraba a ella, observando cómo luchaba con sus emociones.
El miedo en sus ojos era palpable. No quería morir, eso lo sabía. Y en el último segundo, lo vi. La decisión.
—¡Juro que no voy a intentar matarme! —gritó desesperada, las lágrimas cayendo por su rostro.
Solté el acelerador y giré el volante, sacando el coche del camino del camión justo a tiempo. El camión pasó a nuestro lado con un estruendo ensordecedor, y yo estacioné el coche en la cuneta, apagando el motor. La respiración de ambos era pesada, el aire denso con lo que acababa de suceder.
Me giré hacia ella, viendo el miedo, la confusión, pero también algo más... la comprensión de lo que había estado a punto de hacer.
—Voy a matar a Raphael —dije, mi voz firme—. Y después de eso, te dejaré ir. Serás una mujer libre, no tendrás que volver a saber de mí. Pero primero, déjame concentrarme en matarlo, para que puedas andar por la calle sin miedo.
—¿En serio? —preguntó, aún temblando.
—Lo prometo —respondí, mirándola directamente a los ojos—. En el momento que Raphael esté muerto, serás libre, Elena. Y si no quieres volver a verme nunca más, respetaré tu decisión.
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Camino de la tentación © {1}
ActionUna noche, impulsada por la diversión y el alcohol, Elena acepta un reto de sus amigas: besar a un desconocido. Sin saber que ha elegido al hombre más peligroso y seductor del mundo, un temido mafioso llamado Dante, se lanza a una aventura efímera q...