DANTE
Si ella era una trampa, yo estaba dispuesto a que me arrastrara hacia ella. La miré de pie frente a mí, con lágrimas brillando en sus ojos.
—Dije que te quiero fuera de mi vida. No entiendes lo que pasó. Bórralo de tu sistema.
Su mirada era un mar de confusión dolorosa. Como si fuera eso tan fácil. Tenía sus uñas clavadas en mi espalda, sus gemidos todavía resonando en mi mente y su piel suave, marcada en mi memoria. Su olor impregnaba cada rincón de mi ser, cada pulmón que llenaba de aire.
Me acerqué a ella más.— Aunque lo intentara, nunca me podría olvidar de ti y tú jamás te olvidarás de mí. Fui tu primer hombre—dije con cierto orgullo, pero también con un miedo profundo.
Ella se alejó, dando un paso atrás que retumbó en mi pecho. Comenzó a caminar, y aunque la dejé ir, la idea de secuestrarla cruzó por mi mente como un susurro tentador. Pero ella no era una enemiga; era una fuerza de la naturaleza que me desarmaba.
Me dirigí a la habitación presidencial, donde había pasado la noche con ella. Me dejé caer en el sofá, sintiendo el peso de mis recuerdos que se acumulaban como la niebla al amanecer.
Recordé anoche, desde mi perspectiva.
La había tirado en la cama, un acto instintivo, y entonces me había alejado de ella solo por un instante. Quitándome la ropa, como si ello pudiera despojarme de todas las barreras que me separaban de ella.
La vi, su vestido cayendo al suelo, y ayudé a retirar cada prenda que la cubría. Nos besamos, desenfrenados, como si el mundo se fuera a acabar en ese instante.
La sentí entre mis piernas, temiendo el momento en que la cruzaría. Intenté entrar, pero su cuerpo era un misterio del cual deseaba descubrir cada rincón.
—Maldición, ¿eres virgen o hace mucho que no lo haces? —pregunté, mi voz cargada de sorpresa y deseo.
—Soy virgen —respondió, y en su voz había un eco de valentía y vulnerabilidad.
La miré a los ojos, esa conexión que parecía trascender más allá de las palabras.
—No creo que quieras perderla conmigo, menos en tu estado —dije, intrigado por su determinación.
—Por favor, hazme sentir bien —sus palabras sonaron como un canto a la perdición.
Ella me jaló hacia ella, y mis instintos se dispararon. Mi cuerpo se movió, volviéndome uno con el deseo desenfrenado.
—¿Estás segura? —pregunté, una última verificación.
—Sí. —Su respuesta fue la afirmación que necesitaba.
Comencé a entrar despacio, sintiendo su cuerpo tensarse, su reacción a la nueva realidad que estábamos a punto de crear. Ella gimió de dolor, y yo me sentí dividido entre el placer y la preocupación.
—Dime si quieres que pare —le dije, parte de mí deseando que ella se sintiera a salvo.
Pero ella, lejos de retirarse, me abrazó con fuerza, sus piernas apretándome, invitándome a avanzar. Fue un movimiento desesperado y hermoso, y de repente, los dos nos entregamos a aquel instinto primal.
Su gemido resonó en la habitación, un sonido que se grabó en mi alma, mientras yo gemía en respuesta, atrapado entre el dolor que ella sentía y el placer que me invadía.
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Camino de la tentación © {1}
ActionUna noche, impulsada por la diversión y el alcohol, Elena acepta un reto de sus amigas: besar a un desconocido. Sin saber que ha elegido al hombre más peligroso y seductor del mundo, un temido mafioso llamado Dante, se lanza a una aventura efímera q...