🫦Capítulo 12🫦

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ELENA

Me estaba besando. Eran unos besos tiernos, nada comparado con aquel hombre. Pero cuando el pensamiento me vino a la cabeza, empujé a Diego lejos de mí.

—No puedo —dije, con la voz entrecortada, tratando de calmar la tormenta en mi interior.

—Vamos, amor. Cómo quieras, lo vamos a hacer en la luna de miel —dijo, acercándose de nuevo a mí con esa determinación que siempre me había atraído.

Comenzó a besarme otra vez, pero yo no podía responderle. La culpa me carcomía. Le había sido infiel de la peor manera.

Lo empujé de nuevo, esta vez con más fuerza, sintiendo que la angustia brotaba de mis entrañas.

—¡Dije que no puedo! ¿No escuchas? No estoy lista —grité, mi voz resonando en la habitación, casi como un eco de mi propia desesperación.

Diego se pasó una mano por el cabello, su frustración palpable mientras me miraba con enojo.

—Maldición, siempre lo mismo contigo. Tenemos años de novios y no me dejas disfrutar cada pedazo de ti. Ya me cansé. ¡A la mierda todo esto! —dijo, su voz llena de rabia.

—¿Qué quieres decir? —pregunté, sintiendo que el miedo se apoderaba de mí.

—No he estado con nadie desde que empezamos a salir. Pero nosotros, los hombres, necesitamos y si no me puedes dar eso, me buscaré a una que sí, no a una monja como tú —gritó, empapado de enojo y frustración.

Y antes de que pudiera responder, él desapareció de la habitación.

—¡Diego! —grité, pero no escuché respuesta, solo el sonido de la puerta principal cerrándose de golpe.

Me acerqué a la ventana de mi habitación. Casi era de noche y, a pesar de la oscuridad, solo quedaba luz en mis ojos por tantas lágrimas que había derramado.

No sabía cuántas horas había pasado llorando. La angustia me abrazó hasta que finalmente, agotada, me quedé dormida.

Estaba en un sueño profundo cuando sentí mi cama moverse. Una mano cubrió mi boca y mi nariz, ahogando mi grito de sorpresa. Abrí los ojos de golpe y vi una figura en la penumbra, al lado de mi cama.

Mi corazón se disparó y, antes de poder reaccionar, noté cómo la sombra se inclinaba hacia mi oído. Cuando escuché su voz, el terror heló mi sangre y mi cuerpo se paralizó.

—Estoy de vuelta por lo que es mío —susurró, y el familiar acento de aquel extraño me llegó como un susurro oscuro en la noche.

Camino de la tentación © {1}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora