🫦Capítulo 18🫦

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ELENA

Eso era lo mejor que había experimentado en mi vida; pude sentir cómo flotaba fuera de esta habitación, como si todo lo demás se desvaneciera.

Él se alejó de mis piernas y se levantó de la cama, comenzando a quitarse la ropa. Mi corazón latía con fuerza al revelar ese cuerpo tan jodidamente sexy; cada músculo, cada curva, me dejaba embelesada.

Me quedé tan absorta mirándolo que no reaccioné cuando subió de nuevo a la cama, colocándose entre mis piernas, como si estuviera reclamando su territorio.

—¿Qué crees que haces? —pregunté, intentando mantener alguna apariencia de control en este momento tan candente.

—Voy a hacerte el amor, un poco brusco pero con cariño —dijo, con una sonrisa provocativa que me llenó de anticipación y nervios.

—En tu sueño —intenté desafiarlo, flexionando mis pies como si pudiera escapar de esta situación, pero mi voz traicionó mi deseo.

Él me agarró firme, evitando que me moviera, y me jaló hacia él, dejando que sintiera su pene duro presionándose contra mi entrada. El roce me encendió, y el miedo a lo desconocido se mezcló con una excitación abrumadora.

Miré cómo él bajó su cabeza hacia mí, sintiendo la presión creciente de su deseo.

—No lo hagas —rogué, mi voz temblando entre el deseo y la preocupación.

Pero en lugar de detenerse, él empezó a sobar su pene contra mi entrada, y la locura del deseo me volvió loca.

Una vez más, sentí su pene presionando mi entrada, la tensión en el aire se hacía palpable.

—Eres loco, ¡no lo hagas! —grité, mi voz llena de angustia y anhelo.

Él levantó su mirada, una chispa de diversión en sus ojos, y vi esa sonrisa que hacía que se me acelerara el pulso. Entonces, sin previo aviso, entró de golpe dentro de mí.

—¡Ahh! —un grito de dolor salió de mi boca, más asustado que placentero.

Sus ojos se encontraron con los míos, una mezcla de preocupación y deseo reflejados en su mirada. Pero luego, como si sintiera mi agonía, colocó una de sus manos en mi clítoris y comenzó a moverla, aliviando mi sensación de incomodidad.

El dolor se disipó, siendo reemplazado por una oleada de placer caliente y desconocido que me obligaba a rendirme a la intensidad de la experiencia.

Él salió y volvió a entrar de golpe; un gemido de placer salió de mis labios, sumándose al de él. Cada movimiento se sentía como una conexión visceral entre nosotros, aumentando a cada instante.

Él se inclinó hacia mí, su aliento caliente acariciando mi oreja.

—Maldición, no me acordaba de lo apretada que estabas. Pero es tan rico... cuando me venga, me la vas a sacar toda —dijo, su voz llena de deseo, despertando un fuego aún más intenso dentro de mí.

Pero entonces, un recuerdo me atravesó como un rayo.

—Teníamos que cuidarnos. Tienes protección, ¿verdad? —pregunté, la preocupación envolviendo mis sentidos, amenazando con ahogar la pasión que nos consumía.

—No uso eso contigo. No, no eres mujer de la calle. Además, sé que soy el único que ha entrado por ahí y te aseguro que estoy limpio —dijo, con una mirada que mezclaba deseo y posesión.

—¿Pero y si quedo embarazada? —pregunté, un escalofrío de ansiedad recorriendo mi espalda.

Él se detuvo, inclinando la cabeza hacia atrás para mirar profundamente en mis ojos.

—Diría que te vería sexy llevando a mi hijo —dijo, con una sonrisa que desbordaba confianza, pero su tono aspiraba a mofarse del posible resultado.

—Leí que cuando esté a punto de terminar o lo que sea, lo saca bien —dije, recordando frases que había escuchado, intentando aferrarme a algún tipo de control.

—Oh no, reina. Esto no funciona así. Lo entro y no sale hasta que haya dejado tu vagina llena de mi semen —respondió con una risa traviesa y un brillo en sus ojos que me desarmó.

La mezcla de deseo y miedo me asaltó una vez más, pero en ese momento, lo único que podía pensar era en cómo quería ser nuevamente una con él.

Camino de la tentación © {1}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora