🫦Capítulo 28🫦

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ELENA

La mañana siguiente, cuando me desperté, la cama estaba vacía. Al principio, creí que había sido un sueño, pero no lo era. El olor de Dante aún permanecía en la habitación, un recuerdo persistente que me envolvía. Al mirar mi teléfono, vi varios mensajes de él esperándome, una mezcla de curiosidad y nerviosismo me invadió al verlos.

No respondí de inmediato, todavía procesando la noche anterior. Fui al baño, cepillé mis dientes y me di una ducha rápida. El agua caliente me ayudó a despejar la mente, y cuando me sequé con una toalla, me puse un pantalón y una blusa que elegí al azar, tratando de disipar la confusión que me embargaba.

Bajé a la sala con mi teléfono en mano, necesitando que mi madre regresara pronto. Me sentía inquieta y sola, como si las paredes de la casa se cerraran sobre mí. Entré a la cocina y decidí hacerme algo para desayunar. Preparé un par de panqueques, los cociné con cuidado, pero cada acción parecía distante, como si estuviera en otra realidad.

Cuando terminé, me senté a la mesa, mirando al vacío mientras comenzaba a desayunar. A medida que comía, volví a revisar mi teléfono. Abrí el chat de Dante, donde encontré sus tres mensajes:

"Buenos días, mi reina. Espero que hayas amanecido bien."

"Acabo de aterrizar en México y ya te extraño mucho."

"Espero que hoy sea un día de alegría para ti, ya que pronto estaremos juntos."

Leí cada uno de sus mensajes, sintiendo ese tira y afloja en mi corazón. A pesar de lo que había sucedido entre nosotros, no pude evitar sonreír un poco. Sin embargo, resistí la tentación de responderle. En cambio, busqué el número de mi madre y le envié un mensaje.

"Ya estoy aquí en España. Espero que te estés divirtiendo." 

Justo en ese momento, mi teléfono sonó. Miré la pantalla y vi un número desconocido. Sin pensar mucho, lo tomé rápidamente.

—Hola —dije, tratando de no sonar nerviosa.

—¿Hablo con Elena Ortega? —preguntó la voz de un hombre, grave y formal.

—Sí, soy yo —respondí, un nudo comenzando a formarse en mi estómago.

—Lamento darle esta noticia por teléfono, pero el joven Diego López fue encontrado muerto —dijo, y esas palabras me dejaron atónita. No podía creerlo.

—¿Hola? —volvió a repetir el hombre.

—¿Cómo fue? —pregunté, sintiendo cómo la confusión se convertía en miedo.

—Alguien anoche lo atropelló y se dio a la fuga. Hoy en la madrugada lo encontraron muerto —explicó, y cada frase era como un golpe en el pecho.

Las lágrimas amenazaban con brotar, y una mezcla de incredulidad y tristeza me envolvió. Diego... Mi ex prometido. Una vida que había estado llena de planes y promesas se desvanecía en un instante. Sentí que el mundo se desmoronaba a mí alrededor. La revelación de su muerte resonaba en mi cabeza, mientras las preguntas sobre lo que había sucedido comenzaban a multiplicarse.

Camino de la tentación © {1}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora