🫦Capítulo 15🫦

234 24 2
                                    

ELENA

Intenté quitarlo de encima mío. Si seguía así, no iba a poder concentrarme en echarlo de mi casa para siempre.

—Escucha lo que te voy a decir —dije, esforzándome por mantener la calma en medio del caos.

—Dime, reina, te escucho —respondió, su sonrisa confiada apenas disimulando la intensidad de su mirada.

—Veo que eres un hombre inteligente, pero parece que la inteligencia no te llegó al cerebro, porque no voy a repetir que no soy de nadie y que te largues de mi casa —dije, mi voz firme a pesar de la inquietud.

—¿Ya terminaste? —preguntó, con un aire despreocupado.

—Sí —asentí, sintiendo que mi paciencia se iba agotando.

—Bien, porque ahora voy yo. Quiero que escuches muy atenta y callada —dijo, y su tono cambió, volviéndose dominante.

—Bien, pero luego te largas de mi casa —reiteré, aunque mi corazón comenzaba a latir con fuerza, anticipando algo que no sabía cómo manejar.

Entonces lo vi alejarse un poco de mí, su mano descendió por mi pierna como si determinará el espacio entre nosotros.

—¿Qué haces? —pregunté, alarmada.

—Poniéndome cómodo para lo que voy a decir —respondió, con un tono de satisfacción que me erizó la piel.

—Empieza a hablar —dije con enojo, sintiendo que la situación se salía de control.

Pero en una fracción de segundo, sus manos se movieron rápidamente hacia mi vestido. El sonido de la tela rompiéndose resonó en mi mente antes de que tuviera tiempo de reaccionar. En un instante, ya estaba en ropa interior, mi vestido roto por la mitad, y sentí la desesperación inundar cada rincón de mi ser.

—¿Estás loco? ¿Qué mierda crees que haces? —grité, mi voz llena de indignación.

Intenté sentarme, pero él colocó una mano en mi pecho y me empujó de nuevo a la cama, su fuerza sorprendente.

—Yo estoy hablando, así que presta mucha atención —dijo, su tono autoritario tan inquietante como atractivo.

Luego, volvió a inclinarse hacia mí, colocándose encima de mí, el peso de su cuerpo dominador me hacía sentir atrapada. Miré sus ojos, ahora llenos de un deseo que sobrepasaba lo normal en cualquier situación.

—Voy a hacerte mía ahora, Elena, y te voy a recordar lo que olvidaste en Cancún —dijo, cada palabra impregnada de una intensidad que me hacía temblar.

En ese momento, mi mente luchaba contra mi cuerpo. Sabía que esto no era lo que quería, que no quería ser un objeto de deseo, pero había algo en su forma de hablar, en su mirada profunda, que encendía una chispa de respuesta en mí. Intenté recordarle que había líneas que no debía cruzar, que no debía dejar que este deseo me arrastrara a la oscuridad que había estado tratando de evitar.

—No, Dante, esto no es lo que quieres —intenté persuadirlo, pero su mirada se volvió aún más intensa.

—¿Por qué te resistes? —preguntó, su voz como un susurro oscuro, lleno de seducción— Sabes que te he hecho sentir cosas que nunca soñaste. Deja que te muestre cómo deberías sentirte, y quizás entonces recordarás lo que realmente significas para mí.

Su cuerpo estaba tan cerca del mío, el calor entre nosotros aumentaba, y aunque mi conciencia gritaba por resistirme, había un impulso irracional que me empujaba hacia él.

Pero el resto de mí aún luchaba. No podía dejar que esto se volviera una relación de dominación. Necesitaba recordar quién era y lo que había decidido.

—No puedes simplemente hacer esto —dije, sintiendo que mi voz vacilaba— No soy solo un capricho para ti.

Dante se detuvo un momento, su expresión cambiando a una combinación de deseo y confusión. Pero su mirada era firme, y vi la lucha en sus ojos mientras intentaba decidir qué hacer a continuación.

La noche se llenaba de una tensión electrizante, y su cercanía me hacía dudar de todo lo que había decidido. En una mezcla de ternura y posesión, Dante se acercó más, sus labios rozaron los míos, y en ese instante supe que el juego apenas comenzaba.

Camino de la tentación © {1}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora