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♤~**La Ira de la Casa Targaryen**~♤
El cielo sobre el mar del Ocaso se encontraba teñido de rojo cuando Aegon II Targaryen y su esposa Aelycent ascendieron en sus dragones, Moonfyre y Sunfyre, en dirección a Dragonstone después de recibir esa maldita carta. La guerra entre las casas Targaryen había alcanzado su punto álgido, y el trono de hierro, una vez símbolo de unidad y poder, era ahora un objetivo de contienda despiadada.
**"Aegon, Aleycent,
Os escribo en este momento de discordia, no para rendirme ni para entregar el trono que legítimamente me corresponde, sino para recordaros que el poder no se obtiene a través de la fuerza, sino a través del derecho y la justicia. No les entregaré a suhijo, Jaehaerys, no será entregado como un simple intercambió, si quieren a su hijo denme el trono. No permitiremos que la tiranía y la opresión prevalezcan.
Nosotros, la familia Targaryen, luchamos por lo que es justo. No esperéis nuestra rendición, y no esperéis que entreguemos a vuestro hijo. La corona debe ser ganada, no arrebatada.
Atentamente, Rhaenyra Targaryen"**
La lectura de la carta provocó un estallido de ira en Aegon. El pergamino crujió bajo sus dedos mientras lo dejaba caer sobre la mesa, sus ojos ardían con una furia inextinguible.
"¡Maldita sea!" exclamó. "¿Cómo se atreve a desafiarme de esta manera? ¡Creía que sería más razonable!, no quería Armar una maldita guerra la cual se podía evitar, pero esa maldita perra es muy obstinada."
En la fortaleza de Dragonstone, Rhaenyra Targaryen se encontraba en sus aposentos, con una mirada fija en las llamas que danzaban en la chimenea. La carta que había recibido de Aegon y Aelycent yacía sobre la mesa, sus palabras impregnadas de una furia que apenas podía ser contenida. Mientras sus dedos jugueteaban con el papel, su mente se sumía en una tormenta de pensamientos y emociones contradictorias.
La carta había sido clara: Aegon y Aelycent exigían su rendición, el trono de Dragonstone, y, lo más importante, el hijo de Aegon y Aelycent Jaehaerys, quien había sido tomado como rehén durante el último enfrentamiento en el campo de batalla. El mensaje se había cerrado con una amenaza ominosa: si Rhaenyra no accedía a sus demandas, las consecuencias serían graves.
