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■*Ecos de una Traición Silenciosa*■
Semanas más tarde en el castillo de los Targaryen se había teñido de calma tras la tormenta de la reciente batalla. Aelycent y Aegon, quienes habían logrado recuperar a su hijo de las garras de Rhaenyra y el bando negro, intentaban encontrar un momento de paz en medio de los constantes conflictos que asolaban el reino. Los gemelos, Jaehaerys y Jaehaera, llenaban la estancia con sus risas y juegos, ajenos a las tensiones que los rodeaban.
Aelycent se inclinó sobre el suelo, jugando con sus hijos. Sus ojos reflejaban el amor y la alegría de ver a los pequeños reír y compartir momentos tan simples pero significativos. Aegon, sentándose a su lado, estaba igualmente absorto en la felicidad que sus hijos le proporcionaban. La escena parecía una tregua momentánea en un conflicto interminable.
De repente, sin previo aviso, Aelycent se levantó abruptamente, su rostro palideció y se dirigió al baño con paso apresurado. Los gemelos miraron a su madre, sorprendidos por su repentina partida, pero pronto se sumergieron nuevamente en sus juegos. Aegon, preocupado, se levantó para seguir a su esposa, notando la palidez en su rostro y el temblor en sus manos.
Cuando llegó al baño, la encontró arrodillada frente al inodoro, vomitando con una intensidad que sugería algo más que un simple malestar estomacal. Aegon se arrodilló a su lado, posando una mano en su espalda para brindarle consuelo y a sujetar su larga melena plateada.
—Amor, ¿qué sucede? —preguntó, con voz cargada de preocupación.
Aelycent, aún temblando, se giró lentamente hacia él. Su mirada estaba cargada de confusión y miedo.
—Egg… no sé qué me pasa. No me siento bien.
Aegon tomó su mano y la ayudó a levantarse, llevándola al lavabo. Le ofreció un poco de agua y la miró con intensidad. La preocupación en sus ojos era evidente.
—¿Hay algo más que sientas? —preguntó, su voz era casi un susurro.
Aelycent lo miró, tratando de enfocar sus pensamientos mientras el mareo comenzaba a disiparse.
