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**El Último Adiós**
Los rayos del sol se colaban a través de las cortinas pesadas, creando un juego de luces y sombras en la habitación de Aelycent. La joven reina se encontraba en un estado de agotamiento total, fruto de su embarazo avanzado. Había pasado el día en una pesadilla de sueño interrumpido, en el que su mente había sido invadida por imágenes inquietantes. Finalmente, había caído en un sueño profundo, pero no sin una sensación de inquietud que persistía en el fondo de su mente.
Al despertar, Aelycent se estiró con dificultad y se dio cuenta de que había dormido más tiempo del previsto. El peso de la realidad la golpeó con la misma intensidad que el cansancio. Con lentitud, se incorporó de la cama, con la mano en su vientre hinchado, y se dirigió a la puerta de sus aposentos, que compartía con su esposo Aegon. El sonido de voces y el bullicio que llegaba a través de la puerta le pareció extraño.
Cuando Aelycent abrió la puerta, lo que vio la sorprendió: Aegon estaba rodeado por una multitud de guardias y escuderos, coperos, etc todos en movimiento frenético. En medio del tumulto, Aegon estaba vestido con la imponente armadura de Aegon el Conquistador, una armadura que resonaba con el peso de la historia y el poder. Su presencia, normalmente tan segura, estaba ahora envuelta en una nube de confusión y desorden.
"¡Aegon! ¿Qué está pasando?" preguntó Aelycent, su voz cargada de preocupación. La escena ante ella era tan caótica que apenas podía entender lo que estaba ocurriendo.
Uno de los escuderos, con la cara pálida por la tensión, se inclinó cortésmente. "Su Majestad, el Rey Aegon se prepara para partir hacia el Reposo del Grajo con Rhaenys."
Aelycent sintió un escalofrío recorrer su espalda. Se dirigió rápidamente hacia Aegon, empujando a algunos de los guardias que intentaban bloquear su camino. "Todos fuera, Quiero hablar a solas con mi esposo: ordenó, su voz temblando con la autoridad y el miedo a la vez.
Los guardias y escuderos se apartaron a regañadientes, dejando a Aelycent y a Aegon en el centro de la habitación. Aegon estaba tambaleándose ligeramente, una prueba clara de que había estado bebiendo más de lo que sería prudente para un hombre en su situación.
