》Ninguno lo dice, pero ambos lo piensan《

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Acarició con sus nudillos las mejillas rojas y heladas por la temperatura. Kakashi la miraba con pupilas dilatadas, no por deseo, sino por adoración. Podría pasar toda la noche mirándola dormir, no sabría como explicarlo si alguien le preguntara, pero el hecho de ver su pecho subir y bajar y su respiración suave que le hacían saber que estaba viva, le hacían sentir una gratitud enorme. Suponía que, después de quedarse solo durante tanto tiempo, el hecho de que una persona tan importante para él aún siguiera viva era un total alivio.

—Eres tan linda —le susurró a su dormida silueta apoyada en su cama, acomodó un mechón salvaje que se coló en su rostro.

Tras un suspiro se irguió nuevamente en su habitación, tomó su banda ninja y se la colocó en la frente tapando su ojo izquierdo, que ahora permanecía cerrado y cubierto. Saldría a una misión, pero no se vio capaz de despertarla para avisarle, así que tras cubrirla con otra frazada por el creciente frío de la estación y dejar una corta nota en la cocina se marchó, esperando volver.

Al día siguiente Sara tenía el cabello alborotado por moverse mientras dormía, se estiró en la cama ajena mientras bostezaba, talló sus ojos y volvió a abrazarse a la frazada sintiendo frío. Otoño comenzaba a sentirse. Se levantó tras un rato para desayunar, encontrándose con los ocho perros de Kakashi en la sala, que se levantaron al verla moviendo sus colas.

—Buenos días chicos, ¿Qué hacen aquí? —preguntó con una sonrisa.

—Kakashi nos pidió cuidarte, salió a una misión.

—¿Es así?

Ella avanzó hasta la cocina viendo la nota en la encimera.

"Tuve que irme a una misión, hay comida en el refrigerador."

Abrió el refri comprobando que había varios tappers. Sonrió ante ello, le pareció tierno que se tomara la molestia de prepararle comida sabiendo que no era muy diestra en la cocina.

—¿Rojita, qué haremos hoy? —Pakkun preguntó, subiendo al mesón de la cocina.

—Yo debo ir a trabajar, pero no pueden ir, así que quédense en casa.

—¿Por qué no podemos ir? —se quejó Guruko.

—Debo limpiar la casa de otra persona, y si van sólo van a ensuciar y no creo que le guste tener perros en su casa, es muy quisquilloso.

—¡Bah, que aburrido! —ladró de mal humor.

—No se enojen, los sacaré a pasear cuando regrese —acarició la cabeza del perro.

Calentó un poco de comida para ella y los ninkens y luego de darse una ducha y colocarse una ropa sencilla tomó su bolso y llaves para irse.

—Pórtense bien, vendré más tarde.

—¡Adiós rojita! —la despidieron en grupo.

Caminó por varios minutos hacia la zona más rica de aldea, las casas allí eran visiblemente más grandes, las personas también se veían más arregladas, algunos le miraban de reojo, ciertamente no le daba mucha importancia. Se detuvo frente a una casa de dos pisos con fachada en color blanco. Respiró profundo y caminó hacia la puerta, en donde presionó el timbre esperando respuesta.

Una mujer cuarentona de cabello castaño y bastante maquillaje en la cara le recibió. La miró de arriba a abajo y le invitó a pasar, Sara hizo una corta reverencia y se adentró, el lugar era espacioso.

—¿Eres la chica de la limpieza?

—Así es, señora. A su servicio.

—Mi esposo dijo que era buena idea contratar a alguien de limpieza ya que no tengo tiempo de hacerlo yo misma, ya veo por qué, eres linda, así que más te vale no sobrepasar tu nivel.

One-shots de《Kakashi Hatake》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora