La luz del amanecer se filtraba por las amplias ventanas de la sala principal de la fortaleza de los Graegoris cerca a la vieja Valyria. El aire olía a incienso y fuego, y un suave murmullo de los sirvientes resonaba en los pasillos de piedra. Aelyria Graegoris, regente de la casa, estaba sentada en su trono de ébano y plata, con los ojos fijos en el estandarte familiar que colgaba en las paredes. El dragón de cuello largo, plateado sobre fondo negro, ondeaba suavemente con la brisa, como si fuera una sombra viva de sus antepasados.Frente a ella, sus hermanos Kaelen, Thalion y Daemon permanecían de pie en silencio, escuchando al emisario que acababa de regresar de su encuentro con Jon Snow.
—Jon Snow ha llegado buscando nuestra ayuda —dijo el emisario, su voz firme pero teñida de preocupación—. Ha hablado de traicionar a Daenerys Targaryen. Su propósito es detenerla porque, según él, su ambición acabará por destruir Westeros. Cree que los Graegoris pueden ser la clave para derrocarla. Dice no desear el poder, pero que Daenerys no debe reinar.
El silencio en la sala se volvió denso, como si las paredes mismas retuvieran la respiración.
Aelyria apoyó el mentón en su mano, sus ojos azules brillando con intensidad mientras consideraba las palabras del emisario. La mención de una traición contra la Reina de Dragones había encendido un fuego en su interior, pero no uno de furia, sino de profunda reflexión. Después de todo, Jon Snow no era un simple hombre cualquiera. Tenía sangre de dragón, la sangre de los Targaryen, y eso, en cierta forma, lo hacía parte de su historia, aunque sus intenciones parecieran nubladas por la duda y el miedo.
—Jon Snow... Aegon Targaryen —dijo lentamente, su voz llena de respeto, pero también de cautela—. Tiene en su sangre el fuego de los dragones, y por eso lo respeto. Pero no podemos olvidar que la sangre sola no basta para justificar sus actos. ¿Habremos de repetir la Danza de los Dragones otra vez, hermanos? La historia no ha sido generosa con aquellos que usurpan el trono de sus parientes.
Kaelen, el mayor de los hermanos, dio un paso adelante. Era el más solemne de los cuatro, siempre reflexivo, con una mirada grave que parecía atravesar cualquier incertidumbre.
—Otro Aegon usurpador en la historia de los Targaryen —murmuró, sus palabras impregnadas de amarga ironía—. No es el primero que lleva ese nombre y pretende el trono, ni será el último. La cuestión aquí no es quién tiene la sangre más pura o el reclamo más fuerte. Jon busca nuestro apoyo, pero si ayudamos a alguien a traicionar a la Reina de Dragones, repetimos la tragedia. Y esta vez, podría ser aún más devastadora.
Thalion, el hermano más joven, se recostó en el pilar cercano, con una sonrisa ladeada en el rostro. Sus ojos chispeaban con una mezcla de curiosidad y escepticismo.
—¿Otro Aegon usurpador? Tal vez, pero al menos escuchemos lo que tiene que decir sobre Daenerys —comentó, jugando con un anillo en su dedo—. Después de todo, ella es bien conocida como la reina de dragones, una figura que ha inspirado leyendas en todo Essos y más allá. Si Jon cree que ella es una amenaza para Westeros, debe haber algo más detrás de sus palabras. No podemos ignorarlo tan fácilmente.
Aelyria asintió lentamente, considerando las palabras de Thalion. Era cierto que Daenerys había construido su reputación como liberadora, y su leyenda había cruzado el Mar Angosto mucho antes de que pusiera pie en Westeros. Sin embargo, el peso de la historia de los Targaryen estaba siempre presente, y Aelyria sabía que las guerras entre dragones solo traían sufrimiento.
Daemon, el más silencioso de los cuatro, se mantenía a un lado, observando a sus hermanos. Finalmente, habló con voz profunda y tranquila.
—El problema no es solo Jon o Daenerys —dijo—. Es el ciclo de destrucción que trae la ambición cuando se mezcla con el poder de los dragones. Si Daenerys es todo lo que dicen, no veo por qué apoyamos a alguien que ya está dispuesto a traicionarla. A Jon lo consume el miedo, no la justicia.
Aelyria cerró los ojos por un momento, dejándose llevar por las palabras de sus hermanos. Cada uno de ellos tenía razón a su manera, pero la decisión que recaía sobre sus hombros no era sencilla. Jon Snow era un hombre honorable, pero sus intenciones ahora estaban nubladas por la desesperación. Y Daenerys, la Reina de Dragones, había heredado no solo la voluntad de fuego, sino también el peso de las decisiones pasadas.
De repente, un mensajero entró en la sala, rompiendo la tensión con su llegada apresurada. Su respiración era agitada, como si hubiera corrido desde la entrada de la fortaleza.
—Mi señora... —jadeó el mensajero, inclinándose respetuosamente—. Noticias desde los establos... Su dragona, Zoryth, ha puesto una nidada. Es... algo que no veíamos desde los tiempos de la vieja Valyria.
Los ojos de Aelyria brillaron ante la noticia. Zoryth, su dragona plateada, era descendiente directa de los dragones que una vez dominaron el cielo de Valyria. Esta nidada no solo era un símbolo de poder, sino también un legado que debía ser preservado.
—¿Cuántos? —preguntó Kaelen, cruzando los brazos, interesado.
—Tres, señor. Tres huevos —respondió el mensajero, con voz reverente—. Los más grandes que hemos visto en generaciones.
La sala se llenó de murmullos y miradas significativas. La única dragona de la Casa Graegoris era especial. Era descendiente directa de los dragones de la vieja Valyria, y su linaje estaba profundamente conectado con el antiguo poder de fuego y sangre que una vez dominó el mundo.
Aelyria se levantó lentamente de su trono, su mirada decidida. Zoryth había traído vida nueva al mundo, y eso era un símbolo poderoso. Sin embargo, también sabía que el futuro de su casa no dependía solo de los dragones, sino de las decisiones que tomaran ahora.
—Hermanos, y tú —dijo dirigiéndose al emisario—. No ayudaremos a que se repita la Danza de los Dragones. La historia de Westeros está llena de sangre derramada por ambiciones fallidas. No seremos parte de una nueva traición. Jon Snow tiene sangre de dragón, pero no seremos cómplices de su desesperación.
Thalion hizo una mueca de aceptación y Daemon asintió, más sombrío que antes.
—Sin embargo —añadió Aelyria—, escucharemos más. Queremos saber por qué cree que Daenerys es una amenaza cuando todo lo que hemos oído de ella es que es la Reina de Dragones. No tomaremos decisiones precipitadas, pero tampoco dejaremos que un hombre desesperado nos manipule.
Con la decisión tomada, Aelyria se giró hacia el mensajero.
—Que preparen los huevos en la cámara de los dragones —ordenó—. Nuestros dragones son el futuro de nuestra casa, y con ellos, decidiremos qué camino tomaremos.
El mensajero inclinó la cabeza y salió de la sala, dejando a la regente y sus hermanos con la tarea de decidir el destino de su casa en medio de las sombras y los vientos de traición que se cernían sobre ellos.
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Hijos del Fuego y de la Sombra
FanfictionTras la caída de Valyria, los Targaryen se erigen como los últimos señores de dragones. Sin embargo, en las sombras de la historia, una casa valyria desconocida resurge, reclamando su lugar y su legado. Con dragones olvidados y secretos ancestrales...