Capitulo 16: El Destino del Principe Prometido

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Lord Redwyne caminaba lentamente por los pasillos de The Arbor, la brisa marina agitando su capa mientras descendía hacia la antigua sala de los oráculos. Aunque muchos en su casa ya no seguían los antiguos ritos de sus antepasados, él aún encontraba consuelo en las palabras de los sabios, especialmente en momentos de incertidumbre. Los rumores de guerra con los Graegoris, las tensiones internas en su familia, y la creciente sombra de Daenerys Targaryen en el horizonte lo habían llevado a buscar respuestas que solo los oráculos podían ofrecer.

La sala de los oráculos estaba oculta en las profundidades de The Arbor, un lugar de piedra oscura y ecos de tiempos antiguos. Los oráculos, figuras envueltas en túnicas blancas, estaban alineados en un círculo alrededor de un brasero encendido. El fuego chisporroteaba, lanzando sombras sobre las paredes, mientras los susurros de los sabios llenaban el aire.

—Lord Redwyne —dijo el más anciano de los oráculos, levantando la vista—, vienes buscando respuestas. ¿Qué es lo que deseas saber?

Lord Redwyne se acercó al círculo, sus pasos resonando en el suelo de piedra.

—Mis tierras están al borde del conflicto. La Casa Graegoris ha tomado control de The Arbor, y aunque han sido respetuosos, hay tensiones que no puedo ignorar. Mi hijo Horas... tiene ambiciones oscuras, y temo que esto podría destruir el honor de nuestra casa. Quiero saber si los Graegoris son aliados o enemigos, y cuál es su papel en el destino de Westeros.

Los oráculos cerraron los ojos, y uno a uno comenzaron a murmurar palabras en lenguas antiguas. El fuego en el brasero creció, alimentado por fuerzas invisibles, y un humo espeso comenzó a llenar la sala. Tras lo que pareció ser una eternidad, el más anciano de los oráculos habló, su voz resonante y llena de presagio.

—La Casa Graegoris no es una amenaza, Lord Redwyne. Aunque su llegada ha traído incertidumbre, ellos son los verdaderos herederos de la sangre de Valyria, los guardianes de un legado que no debe ser destruido. Sin embargo, no todo está destinado a ser fácil. La sangre Targaryen y la sangre Graegoris se entrelazarán en el futuro, y será el príncipe dragón, el verdadero heredero de Valyria, quien sellará el destino de ambas casas. Cuando ese día llegue, el mundo verá su poder y su gloria, pero también su destrucción.

Lord Redwyne frunció el ceño, intentando entender el significado de las palabras del oráculo.

—¿El príncipe dragón? ¿Te refieres a Daenerys... o a Jon Snow? —preguntó con cautela.

—No podemos responder eso, solo que ya está aquí—respondió el oráculo— Cuando se den cuenta de la verdad cambiará el destino de Westeros. La sangre de dragón se unirá, y ese será el día en que Valyria resurja... o caiga para siempre.

Lord Redwyne permaneció en silencio por un momento, procesando lo que había escuchado. Aunque no entendía completamente lo que el futuro deparaba, sabía que la Casa Graegoris tenía un papel crucial en lo que estaba por venir. El conflicto era inevitable, pero había algo más grande en juego, algo que superaba incluso las ambiciones de Horas.

—Gracias —dijo finalmente, inclinándose ligeramente antes de retirarse—. Haré lo que esté en mis manos para proteger el honor de mi casa.

Al salir de la sala de los oráculos, su mente estaba llena de preguntas sin respuesta. Sin embargo, una cosa estaba clara: la sangre de Valyria aún corría por las venas de Westeros, y la Casa Graegoris era parte de ese legado.

Mientras tanto, a lo largo de Westeros, un nuevo misterio comenzaba a tomar forma. Drogon, el último dragón de Daenerys, había desaparecido poco después de la caída de Desembarco del Rey. Seis largos meses habían pasado sin ninguna señal de la gigantesca bestia, y muchos creían que había abandonado Westeros para siempre, tal vez buscando los últimos vestigios de su hogar ancestral en las ruinas de Valyria.

Pero de repente, todo cambió.

Una noche, cuando el cielo estaba cubierto por nubes oscuras, los cielos sobre el Mar del Ocaso se llenaron con el rugido de dragones. Drogon había regresado. Sin embargo, no estaba solo. A su lado, tres dragones jóvenes lo acompañaban, volando en formación detrás de su inmensa figura negra. La noticia corrió como la pólvora por Westeros: Drogon había regresado, y con él, tres nuevos dragones.

La reina Daenerys, al enterarse del regreso de Drogon, sintió una mezcla de alivio y orgullo. Su dragón había sobrevivido y traído nuevos descendientes al mundo, asegurando la continuidad de la sangre de los dragones. Sin embargo, también era consciente de lo que esto significaba: los dragones ahora volaban sobre Westeros una vez más, y el poder que poseía se había multiplicado.

Jon Snow, por su parte, recibió la noticia con una mezcla de temor y resolución. Aunque se había opuesto a Daenerys, ahora tenía que enfrentarse a una amenaza aún mayor. No solo Drogon estaba de vuelta, sino que había traído nuevos dragones con él. Sin embargo, Jon no retrocedió. Sabía que su destino estaba ligado a la sangre de los dragones, y no iba a permitir que Daenerys o los Graegoris lo apartaran de su camino, por lo que emprendió camino a conocer estos nuevos dragones.

Mientras tanto, Horas Redwyne, en su propio rincón oscuro de The Arbor, planeaba su venganza. La presencia de la Casa Graegoris, y en particular de Thalion, lo enfurecía. Había jurado proteger el honor de su casa, pero ahora, su hermana Desmera estaba bajo la influencia de Thalion, un hombre al que despreciaba profundamente. Horas estaba convencido de que Thalion había corrompido a su hermana, y en su mente, la única forma de restaurar el honor de los Redwyne era eliminar a los Graegoris.

Horas no estaba solo en sus pensamientos. Su hermano Hobber, igualmente resentido, lo animaba a tomar medidas drásticas.

—Los Graegoris no son más que bastardos Targaryen —le dijo Hobber una noche mientras bebían vino en uno de los salones de la fortaleza—. No podemos permitir que mancillen nuestro honor. Si Desmera sigue bajo su influencia, será la ruina de nuestra casa. Debemos actuar antes de que sea demasiado tarde.

Horas asintió, su rostro endurecido.

—Tienes razón, Hobber. Pero no será fácil. Los Graegoris tienen dragones y aliados poderosos. Si fallamos, nos destruirán.

Hobber lo miró con una sonrisa maliciosa.

—Entonces no fallaremos. Debemos matarlos a todos, uno por uno, y empezar con Thalion. No dejaremos rastro de esos bastardos.

Horas sabía que su hermano tenía razón. Pero antes de actuar, tenía otro plan en mente, uno que implicaba a su hermana. Convencido de que Thalion había corrompido a Desmera, Horas decidió tomar el control de la situación por su cuenta. Aquella misma noche, mientras Desmera dormía en sus aposentos, Horas intentó acceder a ella carnalmente, susurrando que era la única forma de restaurar el honor de su familia.

Pero Desmera no era una joven indefensa. Gracias a las lecciones de Thalion, había aprendido a defenderse, y antes de que Horas pudiera hacerle daño, lo golpeó con fuerza, escapando de la habitación antes de que él pudiera reaccionar.

Horas, humillado y lleno de rabia, juró que ese sería el último acto de desafío de su hermana. Sabía que la única forma de recuperar su honor y el de su casa era eliminando a los Graegoris, y no descansaría hasta que Thalion y sus hermanos estuvieran muertos.

El destino de Westeros, y de las casas que aún quedaban en pie, estaba cada vez más ligado a la sangre de Valyria. Las tensiones se acumulaban, y tanto los Graegoris como los Targaryen se preparaban para un enfrentamiento que cambiaría el curso de la historia.

Hijos del Fuego y de la SombraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora