Capitulo 4: El Lobo en el Mar

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La noche se había cerrado sobre la fortaleza roja, y la luna llena iluminaba los caminos helados mientras Jon Snow se preparaba para su viaje. Sentado en el rincón de su habitación, el sonido del viento aullando a través de las paredes de piedra le recordaba que, aunque el frío era intenso, el verdadero desafío que enfrentaba era interno. La traición latía en su pecho, un impulso oscuro que lo empujaba a actuar en contra de Daenerys Targaryen, la mujer que había llegado a amar, pero que también representaba una amenaza para todo lo que conocía.

Jon sabía que la situación en el norte era cada vez más tensa. La llegada de rumores sobre la Casa Graegoris había encendido su curiosidad, pero también su necesidad de actuar. La posibilidad de que estos guerreros de Valyria pudieran ser aliados en su lucha contra Daenerys era demasiado tentadora. Mientras la reina del fuego y su dragón se preparaban para la guerra, Jon planeaba escabullirse en la oscuridad y cruzar el mar hacia Essos.

En su mente, cada palabra que había compartido con Davos resonaba. "Necesitamos aliados. No podemos permitir que Daenerys actúe sin control. Su ambición podría llevar a Westeros a otra guerra". Jon se levantó y se colocó su capa de piel, sintiendo el peso de su decisión sobre sus hombros. Sabía que esto no solo era una traición a Daenerys, sino también un posible camino hacia su propia perdición.

Al salir de su habitación, se encontró con Davos en el pasillo, que lo esperaba con una expresión de preocupación.

—¿Estás seguro de que deseas hacer esto, Jon? —preguntó Davos, su voz baja pero firme—. Cruzar el mar es peligroso. Y si Daenerys se entera...

—No tengo elección —interrumpió Jon—. No puedo quedarme aquí y ver cómo ella se prepara para destruir todo lo que hemos construido en el norte. La Casa Graegoris podría ser la clave para detenerla.

—Y si no lo son, ¿qué harás entonces? —Davos frunció el ceño—. Estás jugando con fuego, amigo mío.

Jon respiró hondo, sintiendo la tensión en su pecho. —Lo sé. Pero no puedo ser un espectador más. No puedo quedarme de brazos cruzados mientras la historia se repite.

Con un asentimiento resignado, Davos lo acompañó hacia el establo, donde su caballo aguardaba ansioso. A medida que Jon se preparaba para partir, un sentimiento de inquietud se apoderó de él. Sabía que las decisiones que tomaba lo llevarían por un camino oscuro, y, sin embargo, sentía que no había otro camino a seguir.

Mientras Jon se escabullía hacia el barco que lo llevaría a Essos, en la Fortaleza Roja, Daenerys se encontraba frente a un mapa extendido sobre una mesa, rodeada por sus consejeros. Sus ojos, normalmente llenos de fuego y determinación, estaban ahora nublados por la preocupación.

—Los rumores sobre la Casa Graegoris son inquietantes —dijo Tyrion Lannister, sus dedos acariciando la mesa como si intentara dar vida a sus palabras—. Dicen que están planeando regresar a Westeros. Si lo hacen, podrían ser un desafío significativo para tu reinado.

—No me importa quiénes sean —replicó Daenerys, su voz firme—. Ya he enfrentado a los Targaryen y a los Lannister. No permitiré que una casa olvidada me detenga. Si son una amenaza, los aplastaremos antes de que puedan moverse.

Varys, el Maestro de los Susurros, intervino con cautela. —No debemos subestimar la ambición de los Graegoris. Son descendientes de los antiguos dragones. La historia de su casa está llena de traiciones y fuego. Si buscan alianzas en el norte, podrían tener el apoyo que necesitan para hacer frente a tu poder.

—¿Y qué sugieres, Varys? —preguntó Daenerys, su mirada aguda—. ¿Que me quede aquí y espere a que ellos hagan su movimiento?

—No. Debemos ser proactivos. Debemos enviar un mensaje claro a Jon Snow —sugirió Tyrion—. Si él está buscando aliados en esta guerra, podría ser mejor acercarse a él antes de que busque a los Graegoris.

Daenerys reflexionó por un momento, sintiendo la tensión en el aire. —¿Qué le dirás? ¿Que no tengo intención de dejar que su lealtad se desvíe hacia esos usurpadores?

—Que somos aliados, y que juntos debemos enfrentar cualquier amenaza que se presente —dijo Tyrion con serenidad—. Si lo hacemos, quizás puedas evitar un conflicto innecesario.

Mientras la discusión continuaba, Daenerys sintió un escalofrío recorrer su espalda. No solo por los rumores sobre la Casa Graegoris, sino por la creciente incertidumbre en torno a Jon. La conexión que habían forjado en el pasado se estaba desvaneciendo, y la idea de que él pudiera estar buscando una alianza con sus enemigos la llenaba de temor.

De regreso en el mar, Jon se aferraba a las riendas del barco, sintiendo el viento en su rostro y la sal del océano en sus labios. Mientras se alejaba de Westeros, una parte de él se sentía libre, pero otra estaba llena de dudas. Las noches en el norte eran frías y oscuras, y el calor del fuego en su pecho se había apagado.

Al llegar a Essos, Jon se dirigió a la ciudad de Volantis donde esperaba encontrar a los Graegoris o algun rastro de ellos. Sabía que las antiguas tradiciones de su familia (que el mo conocia) podrían ser la clave para unir fuerzas contra Daenerys. Sin embargo, cada paso que daba lo llevaba más lejos de su hogar, y con cada paso, el peso de su traición se hacía más pesado.

Mientras tanto, en la Fortaleza Roja, Daenerys se preparaba para enviar su mensaje a Jon. En el fondo de su corazón, sabía que la lealtad de Jon era una espada de doble filo. Cuando se acercó a Missandei, su confidente y mano derecha, Daenerys tomó una decisión.

—Enviaremos un cuervo a Jon —declaró—. Le diré que quiero hablar con él, que nuestra alianza es más fuerte que cualquier rumor que haya escuchado sobre los Graegoris.

Missandei asintió, pero su expresión era preocupada. —¿Y si él no responde? ¿Y si decide actuar por su cuenta?

—Si lo hace, lo encontrará en el camino equivocado —respondió Daenerys, su voz implacable—. No dejaré que nadie, ni siquiera Jon Snow, me detenga. No puedo permitirme la debilidad. La guerra se acerca, y yo seré quien la gane.

Con el corazón pesado por la incertidumbre y la lealtad fracturada, Daenerys se dirigió al balcón, mirando el horizonte. Las nubes oscuras se acumulaban en el cielo, como si el destino de Westeros estuviera a punto de desatarse. Sabía que el tiempo se estaba agotando, y que cada decisión que tomara podría llevar a la ruina o a la redención.

Mientras Jon se adentraba en lo desconocido, buscando la ayuda de los Graegoris y enfrentándose a una nueva realidad. A medida que los vientos de la traición soplaban sobre Westeros, los caminos de Jon y Daenerys se dirigían inevitablemente hacia el conflicto, y ambos sabían que la batalla por el destino del reino estaba a punto de comenzar.

Hijos del Fuego y de la SombraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora