Capitulo 43: Brindis

27 3 0
                                    

El salón del banquete estaba lleno de luz y vida. Las mesas, decoradas con los más finos manjares, se extendían por todo el gran salón, y el eco de las risas y el tintineo de copas llenaba el aire. Los invitados charlaban, algunos intercambiando miradas cautelosas, mientras otros disfrutaban del festín sin preocuparse demasiado por las tensiones que flotaban alrededor. En un rincón apartado, Aelyria, sentada junto a sus hermanos, mantenía una expresión pensativa, su mirada fija en Daenerys, quien estaba en el centro de la atención, rodeada por sus consejeros más cercanos.

De pronto, Aelyria tomó una decisión. Se levantó de su asiento, su armadura roja carmesí brillando a la luz de las antorchas, y comenzó a caminar hacia el lugar de honor donde estaba Daenerys. Mientras avanzaba, la sala se llenó de murmullos. Kaelen, su hermano mayor, la observó con el ceño fruncido y, antes de que Aelyria pudiera llegar demasiado lejos, la detuvo, tomándola del brazo con suavidad pero firmeza.

—*Rhaen thal drakos,* —le dijo en un idioma tan antiguo que ningún otro en la sala podía comprenderlo, un idioma tan viejo como la magia misma. Sus palabras eran graves, cargadas de sabiduría y advertencia—. Debes disculparte, Aelyria. Somos reyes, sí, pero esta noche somos también invitados. No podemos permitirnos más tensiones. Debes honrar a la anfitriona como es debido.

Aelyria lo miró con una mezcla de incomodidad y desafío. Sabía que Kaelen tenía razón, pero la idea de ceder le resultaba difícil. Aun así, el vínculo entre ellos era profundo, más allá de las palabras, y comprendía que su hermano siempre buscaba lo mejor para ella. Finalmente, inclinó la cabeza en señal de aceptación, aunque no sin cierta resistencia.

—*Valar, Kaelen,* —murmuró en el mismo antiguo idioma—. Haré lo correcto.

Soltó su brazo y caminó hacia Daenerys. Al llegar a su lado, hizo una ligera inclinación de cabeza, algo que no había hecho en toda la noche, y se sentó a su derecha. Daenerys la observó con atención, su rostro imperturbable, pero sus ojos reflejaban una mezcla de sorpresa y cautela.

El banquete continuó, y las copas se llenaron una y otra vez con vino de la mejor calidad. Mientras la música resonaba en el salón, Aelyria se levantó de nuevo, esta vez alzando su copa. El salón cayó en un silencio expectante, todos los ojos fijos en ella.

—Quiero hacer un brindis —anunció, su voz firme y resonante—. A la salud y el honor de Daenerys Targaryen, Madre de Dragones, Quebrantadora de Cadenas, Reina de los Ándalos y los Primeros Hombres, y muchos títulos más. Reconozco, como Reina de Asshai y las Islas del Verano Eterno, que en las venas de ambas familias corre fuego. Nosotros, los Graegoris, nacidos de fuego y sombra, reconocemos a Daenerys como una aliada. Esta noche, brindamos por ella, por su fuerza, y por el destino que nos une en la lucha que está por venir.

Al terminar, alzó su copa más alto, y todos en la sala, incluidos sus hermanos, levantaron las suyas en señal de respeto. El ambiente cambió. Las tensiones de antes parecieron disiparse, al menos por el momento, y la noche continuó con un aire más festivo. Daenerys, aunque sorprendida por el gesto de Aelyria, asintió agradecida, aunque no dejaba de percibir que algo más se ocultaba detrás de las palabras de la regente.

Horas más tarde, cuando el banquete había llegado a su fin y la mayoría de los invitados se retiraban a sus aposentos, Aelyria caminó lentamente por los pasillos de Rocadragón. La piedra negra volcánica de las paredes reflejaba la luz tenue de las antorchas, y el sonido de sus botas resonaba en el silencio. Había algo en el aire de Rocadragón que le resultaba familiar y, al mismo tiempo, extraño, como si las sombras antiguas de la fortaleza la observaran.

Finalmente, llegó a la puerta de los aposentos de Daenerys. Los guardias, al verla, se apartaron con respeto, permitiéndole pasar sin pronunciar palabra. Aelyria golpeó suavemente la puerta antes de entrar. Daenerys estaba de pie junto a una de las grandes ventanas, observando el mar oscuro y agitado. La reina no se volvió de inmediato cuando Aelyria entró, pero su postura dejó claro que sabía perfectamente quién había cruzado el umbral.

Hijos del Fuego y de la SombraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora