Capitulo 8: Entre fuego y hielo

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Los días en la Fortaleza Roja se habían vuelto tensos. Daenerys caminaba por los pasillos con un aire de creciente inquietud, los rumores que circulaban sobre dragones en el norte llenaban su mente. Se decía que eran dragones antiguos, de una era pasada, los últimos supervivientes de la época de Rhaenyra Targaryen. Estos rumores traían consigo historias de magia, de poderosos seres alados que habían evitado la extinción, escondidos en las tierras más allá del Muro o en los rincones más recónditos de Westeros.

Tyrion, siempre pragmático, intentaba calmar sus preocupaciones. Pero Daenerys sabía que la verdad, especialmente en Westeros, podía ser aún más aterradora que los rumores.

—Dragones en el norte, dice —murmuraba Daenerys, observando el mapa frente a ella, mientras su mirada se fijaba en las tierras de Invernalia—. Si eso es cierto, Jon Snow debería habérmelo informado hace mucho tiempo.

Tyrion frunció el ceño, inquieto.

—Tal vez él no lo sepa —respondió—. Pero deberíamos estar preparados. Si existen dragones más allá de los tuyos, podrían cambiar el equilibrio del poder en Westeros. Y si los rumores son ciertos, son antiguos, vinculados a la historia misma de los Targaryen.

Daenerys asintió, pero en el fondo de su corazón sabía que algo más estaba en juego. La traición de Jon seguía siendo una herida abierta, y aunque había leído su carta y aceptado su regreso, no podía ignorar la creciente sombra de desconfianza que se cernía sobre ellos.

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Jon Snow había llegado a Desembarco del Rey con el peso de sus decisiones sobre sus hombros. Dos años habían pasado desde su viaje a Essos, y durante ese tiempo, había logrado reunir una considerable fuerza. Había manipulado a los Graegoris con su carta, haciendo creer a la regente Aelyria que su causa era justa y que respetaría su lugar en Westeros. Los Graegoris, sin saberlo, habían sido engañados. Le habían enviado oro, creyendo que Jon Snow, con su sangre de dragón, era digno de confianza. Pero en el fondo, Jon sabía que no podía permitir que ninguna otra casa valyria se interpusiera en su camino. Si lograba consolidar el poder, los Graegoris serían eliminados, como una amenaza más.

Cuando llegó a la Fortaleza Roja, el enfrentamiento era inevitable.

Daenerys lo recibió en la sala del trono, sus ojos cargados de desconfianza.

—Jon, me has dejado en la oscuridad durante demasiado tiempo —dijo ella, su voz cargada de dureza—. Si estamos luchando por Westeros juntos, ¿por qué no me consultaste antes de ir a buscar alianzas?

Jon la miró con frialdad, su expresión endurecida por los años de tensión que habían crecido entre ellos.

—No soy solo un comandante que debe consultarte todo —replicó Jon, elevando la voz—. También soy rey. Rey en el Norte. Rey por derecho de sangre. No debo pedirte permiso para cada decisión que tomo. He hecho lo necesario para proteger Westeros, lo que tú no pudiste ver.

La mirada de Daenerys se volvió gélida.

—¿Rey? —susurró, sus palabras llenas de veneno—. No hay otro rey en Westeros que yo, Jon. Si de verdad crees que puedes actuar sin consecuencias, entonces no entiendes lo que significa el poder.

Jon, enfurecido, se giró bruscamente, dejando la sala del trono sin una palabra más. Sabía que la disputa entre ellos había alcanzado un punto de no retorno. Durante los siguientes dos años, Jon se dedicó a consolidar sus fuerzas, construyendo lentamente una red de apoyo. Había convencido a los señores del Norte y a algunos de los antiguos aliados de los Targaryen de que Daenerys no era la reina justa que pretendía ser. Les había hablado de su supuesto discurso en Alto Valyrio, asegurándoles que ella planeaba destruir todo Westeros y gobernar con fuego y sangre. Aunque no entendía la lengua, su manipulación de los rumores era eficaz. Jon sabía cómo aprovechar el miedo y la desconfianza.

Mientras tanto, Daenerys continuaba gobernando desde Desembarco del Rey, consolidando su reinado. El general de los Inmaculados y los Dothraki seguían siendo sus leales, pero el peso del poder recaía más que nunca sobre sus hombros.

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Una tarde, Jon decidió confrontar a Daenerys de nuevo. Había escuchado que ella estaba en una reunión con sus comandantes, y se dirigió a la sala donde se estaban llevando a cabo las discusiones. Al llegar, se quedó en la puerta, escuchando a Daenerys hablar con el general de los Inmaculados y a los líderes dothraki. Sus palabras en Alto Valyrio fluían con fluidez y poder, pero lo que llamó la atención de Jon fue el tono con el que hablaba sobre los ricos y poderosos de Westeros.

—No permitiré que se vuelvan amos de nuevo —decía Daenerys enérgicamente—. Los que quieren esclavizar a la gente, los que buscan restaurar el antiguo orden de opresión, serán aplastados. No habrá lugar para ellos en mi nuevo mundo.

El rostro de Jon se tensó mientras escuchaba. Aunque no entendía todas las palabras, el tono, la ferocidad, y la determinación de Daenerys le recordaban al rey loco. Había oído historias de cómo Aerys Targaryen había empezado de la misma manera, hablando de enemigos imaginarios, viendo traidores por todas partes. ¿Estaba Daenerys siguiendo los mismos pasos? Jon se sentía traicionado por la misma mujer a la que una vez había amado y con la que había compartido tanto. La imagen de una reina justa y noble se desmoronaba ante sus ojos, reemplazada por una figura tiránica, cegada por el poder.

Salió de la sala, su mente nublada por pensamientos oscuros. Si Daenerys seguía por ese camino, no había duda de que Westeros caería en una nueva era de tiranía y terror. Mientras tanto, él había logrado mantener a los Graegoris engañados y estaba preparando el terreno para enfrentarse a Daenerys de una vez por todas. Sabía que la batalla por el Trono de Hierro no solo era una cuestión de quién tenía más soldados o dragones, sino de quién tenía el control de la narrativa, de la historia misma.

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Con el paso de los días, la guerra no declarada entre Jon y Daenerys se intensificaba. Westeros se encontraba dividido una vez más, y los rumores de dragones en el norte seguían creciendo. Jon sabía que el tiempo para actuar se acercaba, pero también entendía que cada movimiento que hacía lo alejaba más de la persona que una vez había sido. La traición, la manipulación y las mentiras ahora formaban parte de su estrategia.

El destino de Westeros estaba en juego, y la batalla entre el fuego y el hielo, entre Jon y Daenerys, se acercaba a su desenlace final.

Hijos del Fuego y de la SombraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora