Capitulo 42: Desafio

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El banquete seguía su curso, pero para Daenerys la música y las risas parecían cada vez más lejanas. No podía dejar de pensar en la fría indiferencia de Aelyria, quien, tras haber hecho una entrada imponente junto a Kaelen, no había mostrado el más mínimo interés en acercarse a ella o reconocer la cortesía del banquete que había organizado. Las llamas de las velas bailaban en las mesas, reflejándose en el vino rojo oscuro que llenaba las copas, pero para la Madre de Dragones, todo era una distracción.

Sentada en el trono, observaba de reojo a Aelyria. La regente de la Casa Graegoris estaba en una conversación animada con una dama de Altojardín, una noble joven que sonreía de forma coqueta, sus ojos iluminados con una mezcla de admiración y curiosidad hacia la imponente guerrera. Aelyria, por su parte, no parecía tener prisa en dejar la conversación. Su atención estaba completamente puesta en la mujer, y las sonrisas que intercambiaban no pasaron desapercibidas para Daenerys.

Kaelen, quien había permanecido junto a la reina tras presentar los cofres, notó el cambio en el semblante de Daenerys. Se inclinó ligeramente hacia ella, con la misma calma controlada que había mostrado desde su llegada.

—Os ofrezco disculpas en nombre de mi hermana —murmuró, manteniendo su voz baja y suave para que solo Daenerys pudiera escucharlo—. Aelyria no suele ser tan indiferente. Está... ofuscada por la situación de nuestro hermano, Daemon. Es algo personal para ella, y puede que esta noche no esté en su mejor disposición.

Daenerys entrecerró los ojos, apenas girándose hacia Kaelen. —Lo he notado —dijo con una frialdad medida—. Sin embargo, este es un momento importante, y su comportamiento está siendo visto por todas las casas aquí presentes. No debería subestimarlo.

Kaelen asintió, sabiendo que no era el momento para discutir. —Entiendo, reina Daenerys. Además, hemos recibido rumores preocupantes de Essos. Se dice que una batalla se está gestando en nuestras tierras. Eso también pesa en su ánimo.

—Essos —repitió Daenerys, como si el nombre del continente lejano le recordara sus propias luchas pasadas—. Así que no solo el Norte está en riesgo. ¿Qué tipo de batalla?

—No lo sabemos con certeza aún, pero nuestras tierras en las Islas del Verano Eterno y Asshai están en peligro. Mis tropas en Westeros son solo una fracción de nuestro verdadero poder. Aelyria lo sabe, y por eso está preocupada. No le gusta estar lejos de su gente en momentos tan críticos.

Daenerys asintió lentamente, pero su molestia no desapareció. Aunque entendía las razones que Kaelen le ofrecía, eso no quitaba el hecho de que Aelyria la estaba desafiando de manera sutil. Su indiferencia, su falta de cortesía... era como si quisiera demostrar que no estaba bajo el mando de Daenerys, que su lealtad solo iba hasta donde ella lo decidiera.

Los murmullos y risas en el salón continuaban, pero Daenerys mantuvo su mirada fija en la escena que más le molestaba. Aelyria y la dama de Altojardín seguían conversando, y la tensión en el aire se hacía más palpable. La noble sonreía de manera seductora, inclinándose ligeramente hacia Aelyria, sus dedos rozando el dorso de la mano de la regente. Aelyria no apartó la mano, sino que respondió con una sonrisa lenta, apreciando las insinuaciones.

Daenerys se levantó de su trono, sus pasos firmes resonando en el suelo de piedra del salón. Tyrion la observó con curiosidad, pero no dijo nada, sabiendo que la reina estaba demasiado molesta para que sus palabras la calmaran. Mientras Daenerys avanzaba, los nobles a su alrededor dejaron de hablar, volviendo su atención a la escena que se desarrollaba.

Aelyria levantó la vista justo cuando Daenerys llegó a su lado, interrumpiendo el momento privado que compartía con la dama de Altojardín.

—Aelyria —dijo Daenerys, con una voz que era una mezcla de autoridad y control—. Necesito hablar contigo.

Aelyria no mostró sorpresa ni incomodidad, sino que mantuvo su mirada fija en la reina, sus ojos brillando con una calma calculada. La noble de Altojardín, por su parte, miró a Daenerys con una mezcla de nerviosismo y curiosidad, como si no estuviera segura de lo que estaba ocurriendo.

—Hablaremos más tarde —respondió Aelyria, sin siquiera disimular su desdén por la interrupción—. Esta no es ni la hora ni el lugar.

La respuesta fue directa y clara. Daenerys sintió una punzada de ira en su pecho, pero no permitió que se reflejara en su rostro. Sin embargo, no se movió de su sitio.

—Soy tu reina, y este es mi banquete —replicó con frialdad—. Es exactamente el lugar indicado.

Aelyria suspiró ligeramente, como si la confrontación le resultara una molestia insignificante, y apartó la mirada hacia la dama de Altojardín.

—Iré a tus aposentos más tarde, Daenerys —dijo, como si le estuviera concediendo una pequeña victoria—. Ahora mismo tengo otros asuntos de los que ocuparme.

Daenerys frunció el ceño. La atmósfera en el salón se tensó aún más, y los murmullos entre los invitados aumentaron. Todos sabían que estaban siendo testigos de una confrontación entre dos poderosas líderes. Aelyria estaba jugando un juego peligroso al desafiar abiertamente a la reina en su propio terreno.

—Que no se te olvide con quién estás hablando —advirtió Daenerys, manteniendo su tono bajo pero amenazante—. No te otorgué un lugar en este banquete para que lo uses como te plazca.

Aelyria, por primera vez en la noche, dejó escapar una pequeña sonrisa irónica. Su mano seguía descansando sobre la de la noble de Altojardín, como si la presencia de Daenerys no fuera más que una ligera molestia.

—No lo he olvidado, reina Daenerys —dijo con una suavidad que solo acentuaba su desafío—. Lo que tú aún no has comprendido es que yo también soy reina. Mis tierras en Essos son mías. Mi gente, mi poder... no dependo de ti. Mi lealtad está aquí por razones que tú aún no entiendes del todo. Así que, sí, iré a hablar contigo más tarde. Pero ahora, prefiero disfrutar de la compañía que he elegido.

Daenerys sintió que la tensión se enroscaba en su pecho como una serpiente. Aelyria estaba jugando con fuego, pero lo hacía de una manera tan calculada que desarmaba cualquier respuesta inmediata. Sabía que enfrentarse abiertamente en ese momento podría ser más perjudicial que beneficioso.

Con una última mirada fría, Daenerys se dio la vuelta, sus pasos resonando de nuevo mientras regresaba a su trono. A su alrededor, los nobles susurraban, compartiendo sus pensamientos y especulaciones sobre lo que acababan de presenciar. Tyrion la recibió de vuelta en su asiento con una ceja alzada, pero no dijo nada, comprendiendo que el humor de la reina no estaba para comentarios.

Esa noche, mientras las llamas titilaban en las antorchas, una nueva chispa de tensión había sido encendida entre la reina de Westeros y la reina de Asshai. La guerra con Jon Snow era inminente, pero no era la única que se estaba gestando en las sombras.

Hijos del Fuego y de la SombraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora