La noticia de la caída de Zoryth llegó a Desembarco del Rey con la fuerza de una tormenta, los susurros volaban entre los pasillos de la Fortaleza Roja, pero Daenerys lo supo antes que nadie. Se encontraba en su sala del trono, rodeada por sus consejeros, cuando un cuervo llegó desde el mar. Varys, con su habitual cautela, le entregó el mensaje.
—Mi reina... —comenzó Varys, midiendo sus palabras—, ha habido un ataque en el mar. La Casa Graegoris fue interceptada por una fuerza desconocida, y... Zoryth ha caído.
Daenerys, que permanecía en silencio, sintió una punzada profunda en su corazón al escuchar el nombre del dragón caído. Zoryth, la dragona plateada, era un símbolo del poder valyrio, y ahora, su muerte resonaba con un eco de advertencia. Se levantó lentamente, el fuego en sus ojos reflejando una mezcla de rabia y preocupación.
—¿Qué tipo de arma? —preguntó Daenerys, su voz fría, apenas contenida.
—Una que se parece a las balistas utilizadas por los Lannister en el pasado para derribar a tus dragones, mi reina —respondió Varys—. No sabemos cómo llegó a Essos, pero la amenaza es real.
Daenerys cerró los puños, recordando la brutal muerte de Rhaegal y Viserion a manos de esas mismas armas. La traición, la sangre y la furia la rodeaban una vez más.
—No permitiré que esto vuelva a suceder —dijo con firmeza—. Los dragones de Valyria no morirán en vano. Nadie se enfrentará a nosotros sin pagar con su sangre.
***
Mientras tanto, Jon Snow, al norte de la Fortaleza Roja, también recibió las noticias del ataque. El cuervo que llegó a su campamento le confirmó lo que ya temía: las tensiones entre las grandes casas de Essos y la Casa Graegoris habían estallado en un conflicto abierto, y la muerte de Zoryth era solo el principio. Se paseó inquieto en su tienda, pensando en las consecuencias de este acto.
—¿Cómo puedo enfrentarme a Daenerys ahora? —murmuraba para sí mismo—. Con Drogon, no tengo forma de igualar su poder... ni siquiera con aliados en Essos.
Se sentía atrapado. Había apostado todo en la traición, buscando despojar a Daenerys de su trono y su poder, pero sin un dragón de su lado, su proclamación como el verdadero heredero Targaryen sonaba vacía.
Cuando convocó a sus oficiales, algunos de ellos no pudieron ocultar sus sonrisas sarcásticas. Uno de los hombres, un veterano del norte, soltó una risa amarga cuando Jon habló de ser el "verdadero sangre de Valyria".
—¿Sangre de Valyria, dices? —comentó el soldado con una mueca—. No tienes ni un solo pelo blanco en esa cabeza. ¿Dónde están tus dragones, mi señor? Si eres tan valyrio, ¿por qué no hay fuego en tu sangre?
Las palabras, pronunciadas con desprecio, resonaron en la tienda. La furia de Jon fue instantánea. Sin pensarlo dos veces, ordenó la ejecución del hombre, junto con otros que se atrevieron a cuestionar su legitimidad. Algunos lograron escapar, corriendo hacia las sombras para evitar la ira del que ahora se proclamaba rey.
Pero incluso en su furia, Jon sabía la verdad. Sin dragones, su proclamación como el verdadero heredero Targaryen era inútil. No podía enfrentar a Daenerys, no sin un ejército que pudiera desafiar a Drogon.
***
Mientras tanto, en el Mar del Ocaso, la Casa Graegoris se aproximaba a las costas de Poniente, navegando hacia la isla de The Arbor, territorio controlado por la Casa Redwyne, vasallos de Highgarden. Aelyria, al frente de la flota, observaba el horizonte con una mezcla de determinación y rabia. La caída de Zoryth había sido un golpe profundo, pero no debilitante. Ella aún contaba con sus tres jóvenes dragones, Vyrex, Ariovos y Khalzor, quienes custodiaban la travesía desde las bodegas del barco. A pesar de su juventud, representaban la promesa del futuro de los dragones de Valyria.
—Westeros no sabe lo que se les viene —murmuró Aelyria, mientras sus hermanos, Kaelen, Thalion y Daemon, la acompañaban en la proa del barco.
—Zoryth será vengada —añadió Kaelen, con una mirada oscura—. Ninguna casa, ya sea de Essos o de Westeros, tiene derecho a interponerse en nuestro camino.
Cuando desembarcaron en The Arbor, la Casa Redwyne los recibió con cautela, sabiendo bien la reputación de la Casa Graegoris. No hubo necesidad de una batalla. Los cuatro hermanos, de pie, con el viento del mar jugando en sus capas negras y plateadas, ofrecieron una simple elección: ceder el control de la isla o enfrentar la furia de Valyria.
—No queremos guerra con ustedes —dijo Thalion, su voz calmada pero firme—. Pero si nos fuerzan la mano, Westeros sabrá lo que significa desafiar a los dragones.
—Esta isla será nuestro puerto —añadió Daemon, cuya voz era más suave pero igual de amenazante—. Úsenla como un faro para entender que los tiempos han cambiado. Los hijos de Valyria han regresado.
Los Redwyne, sabiendo que no podían enfrentarse a los dragones, cedieron rápidamente, dejando que la Casa Graegoris tomara control de The Arbor. Era un gesto que evitaba la guerra, pero todos sabían que detrás de esa decisión estaba la promesa de fuego y sangre.
Mientras se instalaban en su nuevo asentamiento, Aelyria y sus hermanos comenzaban a planear su próximo movimiento. Los rumores sobre dragones en el norte, los ecos de Jon Snow y Daenerys, todo se entrelazaba en una red de intriga y poder. Pero una cosa era cierta: la Casa Graegoris no había venido a Westeros para jugar. Estaban allí para reclamar su lugar, y nadie, ni Jon Snow ni Daenerys Targaryen, podría detenerlos.
ESTÁS LEYENDO
Hijos del Fuego y de la Sombra
FanfictionTras la caída de Valyria, los Targaryen se erigen como los últimos señores de dragones. Sin embargo, en las sombras de la historia, una casa valyria desconocida resurge, reclamando su lugar y su legado. Con dragones olvidados y secretos ancestrales...