Capitulo 17: Dragones y Revelaciones

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Los vientos cambiantes en The Arbor traían consigo nuevas revelaciones y una atmósfera tensa. Aelyria Graegoris estaba en la cima de la fortaleza, observando el horizonte. El rumor del regreso de Drogon y su nidada había llegado hasta sus oídos, pero no fue hasta que vio las sombras sobre el mar que comprendió la magnitud de lo que estaba sucediendo. En la distancia, los dragones de Daenerys volaban majestuosos, liderados por Drogon, el más grande y temido.

Aelyria cerró los ojos por un momento, respirando profundamente. Los Graegoris no eran extraños al poder de los dragones; sus propios jóvenes dragones, Vyrex, Ariovos y Khalzor, estaban creciendo rápidamente, pero la aparición de nuevos dragones cambiaba el equilibrio de poder en Westeros. Con la reaparición de Drogon y su nidada, Daenerys ahora tenía una ventaja aún mayor en el inminente conflicto.

—Debemos prepararnos —dijo Aelyria para sí misma, sus ojos afilados—. Los dragones han regresado, pero no estamos solos.

Se giró para volver a la sala principal, donde su familia y Lord Redwyne esperaban. La atmósfera era solemne, pero cargada de energía. Lord Redwyne, sentado en su gran silla de roble oscuro, había convocado a Aelyria y sus hermanos después de una consulta con los oráculos. Las palabras de los sabios eran claras, y ahora estaba listo para compartirlas.

—Los oráculos han hablado —dijo Lord Redwyne con voz grave—. El destino de nuestras casas está entrelazado. Si así lo desean, la sangre de los Redwyne y los Graegoris se unirá. Unir nuestras casas podría garantizar una alianza que nos protegerá en los tiempos difíciles que se avecinan. Pero hay algo más. Los oráculos han predicho que la sangre de Valyria y la de nuestra casa se mezclará... y que el verdadero príncipe dragón sellará el destino de Westeros.

Las palabras del lord resonaron en la sala, cada uno de los presentes tomando un momento para reflexionar. La profecía de los oráculos no podía tomarse a la ligera. Aelyria, siempre astuta, entendía la importancia de lo que se proponía. Una unión entre sus casas fortalecería sus posiciones y aseguraría la influencia de los Graegoris en Westeros.

Sin embargo, antes de que pudieran discutir los detalles de la unión, Desmera Redwyne se adelantó, su rostro marcado por la angustia. Durante días había guardado en secreto lo ocurrido con Horas, su hermano, pero ya no podía seguir callando.

—Tengo algo que confesar —dijo Desmera, su voz temblorosa pero firme—. Mi hermano Horas... intentó agredirme. Intentó tomarme por la fuerza, convencido de que de alguna manera restauraría el honor de nuestra casa. Si no hubiera sido por lo que Thalion me enseñó, no habría podido defenderme.

Un silencio incómodo llenó la sala. Las miradas se volvieron hacia Lord Redwyne, quien cerró los ojos, claramente afectado por la revelación de su hija. Desmera continuó.

—No es solo Horas. Hobber también ha conspirado con él. Han planeado asesinar a Thalion y a los otros Graegoris, convencidos de que son una amenaza para nosotros.

Lord Redwyne, lleno de dolor y rabia, se levantó lentamente de su asiento.

—Horas y Hobber han actuado en contra de los principios de nuestra casa y de los dioses que veneramos. Sus acciones deben tener consecuencias.

A pesar de la gravedad del asunto, Lord Redwyne era un hombre de tradición, y sabía que, aunque sus hijos habían cometido una grave ofensa, no podía simplemente condenarlos a la muerte. En lugar de ello, decidió imponer un castigo acorde con las leyes de su casa y los dictámenes de los dioses.

—Horas y Hobber serán despojados de sus títulos hasta que demuestren su valía y restauren el honor de nuestra familia. No participarán en ningún consejo ni tendrán autoridad en los asuntos de nuestra casa hasta que yo lo considere apropiado. Además, serán enviados a servir en nuestras tierras más alejadas, donde tendrán tiempo para reflexionar sobre sus acciones.

La sentencia era severa, pero no definitiva. Desmera se sintió aliviada de que sus hermanos no fueran condenados a muerte, aunque sabía que no se les podía confiar. Horas había demostrado su peligro, y Hobber era igual de impredecible.

***

Esa misma noche, un pequeño barco llegó a las costas de Dragonstone, con una figura solitaria a bordo. Jon Snow había llegado a las tierras de los Targaryen, guiado por un propósito claro: encontrar un dragón. Aunque sabía que Daenerys y los Graegoris estaban en conflicto, sentía que su destino estaba ligado a los dragones de alguna manera, y estaba dispuesto a arriesgarlo todo.

Cuando desembarcó, Jon se sintió extraño. El aire en Dragonstone estaba impregnado con un poder que no podía describir. Caminó con cautela hasta el campamento donde los dragones de la Daenerys descansaban, sus enormes cuerpos reluciendo bajo la luz de la luna.

A medida que se acercaba, esperaba algún tipo de resistencia. Drogon, en su majestuosidad, lo observó desde lo alto de una colina, pero no hizo ningún movimiento agresivo. Para su sorpresa, fue uno de los dragones jóvenes, el del centro, quien se acercó a Jon. Su mirada intensa se encontró con la de Jon, y por un instante, el tiempo pareció detenerse.

El dragón lo observó detenidamente, inclinando su enorme cabeza hacia Jon como si estuviera esperando algo. Jon levantó la mano lentamente, sin temor, y tocó la escamosa piel del dragón. El vínculo entre ambos se sintió instantáneo, casi como si hubiera estado destinado a suceder.

—Tú... —murmuró Jon, aún incrédulo—. Tú me has escogido.

El dragón soltó un suave rugido, y Jon supo que debía darle un nombre. Tras un momento de reflexión, recordó los antiguos textos valyrios que había leído en su juventud, y las palabras surgieron sin esfuerzo.

—Te llamaré Aetherion.

El dragón pareció aceptar su nuevo nombre, inclinando la cabeza en un gesto casi reverencial. Jon se sintió abrumado por la conexión que había establecido. Sabía que esto era solo el comienzo de un camino aún más peligroso, pero con Aetherion a su lado, sentía que el poder de los dragones estaba de su parte.

***

Mientras tanto, Daenerys recibió noticias del regreso de Jon y su vínculo con uno de los dragones jóvenes. Aunque su corazón estaba lleno de incertidumbre y preocupación por la aparición de nuevos dragones, la guerra en Westeros parecía inevitable. Con Drogon y su nidada de regreso, y Jon formando su propio vínculo, el conflicto que se avecinaba sería devastador, pero también definitivo.

Los rumores comenzaron a extenderse por Westeros como un incendio: ¿era Jon Snow el verdadero príncipe dragón? ¿Acaso la sangre de Valyria se manifestaba en él, a pesar de no tener ni un solo pelo blanco? Algunos se burlaban de la idea, señalando que Jon no comprendía las costumbres antiguas ni la historia profunda de Valyria. Pero otros susurraban que su conexión con los dragones, algo reservado solo para la sangre de dragón, era prueba suficiente.

Los días de paz en Westeros estaban contados.

Hijos del Fuego y de la SombraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora