Capitulo 21: La Astucia del Viejo Dragon

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La boda en The Arbor había transcurrido con más turbulencias de las que cualquier invitado podría haber anticipado. El intento de traición de Horas Redwyne quedó grabado en la mente de todos los asistentes, y la rapidez con la que Aelyria Graegoris lo había neutralizado no había hecho más que reafirmar el poder de la Casa Graegoris. Ahora, tras la celebración, una inquietante calma reinaba sobre la isla.

Aelyria miraba al horizonte desde uno de los balcones de la fortaleza Redwyne. Los vientos del mar susurraban entre los árboles y los aromas de la boda aún flotaban en el aire, pero su mente estaba en otro lugar. La noticia de una emboscada planeada por Daenerys Targaryen había llegado con una sombra oscura, y aunque Thalion y Desmera acababan de sellar su unión, el peso de una guerra inminente comenzaba a hundir sus raíces en el corazón de la familia Graegoris.

—¿Qué piensas hacer? —preguntó Kaelen, acercándose a su hermana mayor. Había estado observándola en silencio durante varios minutos, notando la tensión en sus hombros.

Aelyria suspiró, sin apartar la vista del horizonte.

—Nos prepararemos para lo inevitable, Kaelen. Daenerys ha movido sus piezas, pero no somos los mismos que cruzaron el Mar Angosto hace meses. Nos hemos fortalecido.

Kaelen asintió, aunque la preocupación seguía visible en su rostro.

—Nuestros dragones aún son jóvenes —señaló—. Vyrex, Ariovos y Khalzor no están listos para la guerra. Ni siquiera están listos para volar a gran distancia.

—Lo sé —respondió Aelyria—, pero la juventud de nuestros dragones no nos debilita. Aún tenemos la ventaja, incluso si Daenerys no lo sabe. Y si ella nos subestima, cometerá un grave error.

Thalion y Desmera se unieron a ellos, la recién casada aún con el rostro resplandeciente por los eventos del día, aunque el brillo de la celebración ahora estaba empañado por la amenaza latente de conflicto.

—Aelyria —dijo Thalion—, no podemos dejar que esto arruine nuestra unión. Debemos actuar con rapidez. Daenerys no sabe lo que somos capaces de hacer. Ni Jon Snow.

—Es cierto —asintió Desmera—. Mi familia ya ha sido testigo de vuestra fuerza. Si lo manejamos bien, podemos evitar la guerra con Highgarden y asegurar nuestras posiciones aquí.

—Primero, debemos consolidar nuestro poder —dijo Aelyria, girándose para enfrentarlos—. Debemos asegurarnos de que Westeros sepa que los dragones de Valyria han vuelto para reclamar lo que es suyo. Daenerys y Jon Snow pueden ser los herederos legítimos, pero su poder palidece en comparación con el nuestro.

Los rumores sobre el ataque de Daenerys no tardaron en llegar a oídos de los nobles en The Arbor. La Casa Redwyne, a pesar de haber sellado su alianza con los Graegoris mediante el matrimonio, comenzó a sentir el peso de las implicaciones que esa unión traería. Daenerys no permitiría que una casa valyria rivalizara con su propio linaje, especialmente no una con tantos secretos y poder oculto.

Una reunión de emergencia se convocó en la sala principal del castillo. Aelyria presidía la mesa, con Thalion a su lado, mientras los líderes de la Casa Redwyne y los señores locales de las islas cercanas se sentaban en silencio, esperando que la regente de Graegoris hablara.

—La Reina Dragón se mueve contra nosotros —empezó Aelyria, con su voz firme resonando en la sala—. Ha escuchado rumores sobre nuestra llegada y ha decidido actuar antes de que consolidemos nuestro poder en Westeros.

Un murmullo inquieto recorrió la sala. Los señores sabían de la ferocidad de Daenerys y del poder de Drogon. Nadie deseaba enfrentarse a la Reina que había conquistado Desembarco del Rey con fuego y sangre.

—No tenemos dragones que puedan enfrentarse a Drogon —se atrevió a decir uno de los señores isleños—. ¿Cómo podemos esperar ganar si ella decide atacarnos directamente?

—No nos subestimen —interrumpió Kaelen, su voz llena de desafío—. Los dragones de Valyria no han regresado para ser derrotados. Sí, nuestros dragones son jóvenes, pero contamos con algo que Daenerys no tiene: la estrategia y el tiempo.

Aelyria levantó una mano, silenciando el murmullo creciente.

—No buscamos un enfrentamiento directo con Daenerys —dijo—. No aún. Primero, consolidaremos nuestra posición aquí, en The Arbor. Y si Daenerys decide atacarnos, sabrá que cada movimiento suyo será observado, y que cada paso en falso será su perdición.

La Casa Graegoris no llegó a The Arbor como invasores, sino como aliados. Aunque el matrimonio de Thalion y Desmera era un símbolo de esa alianza, fue la promesa de poder lo que realmente atrajo la lealtad de los Redwyne. Thalion, con su encanto y presencia, había convencido a los señores de Highgarden de que una alianza con la Casa Graegoris no solo les traería seguridad, sino también prosperidad.

En una de las reuniones con los líderes de Highgarden, se discutió la posibilidad de ceder el control de The Arbor a los Graegoris de manera más formal.

—La Casa Redwyne ha servido bien a Highgarden —dijo uno de los señores, con un tono preocupado—. ¿Por qué deberíamos cederles control sobre uno de nuestros puertos más importantes?

—Porque si no lo hacen —respondió Aelyria, con una mirada fría—, Westeros aprenderá lo que significa enfrentarse a la verdadera sangre de Valyria. No buscamos guerra, pero si nos fuerzan a ello, no dudaré en desatar el fuego sobre los que se interpongan en nuestro camino.

Las palabras de Aelyria hicieron eco en la sala, y el peso de su amenaza no fue subestimado. Los líderes de Highgarden sabían que, aunque sus tierras eran vastas y fértiles, el poder de los dragones era una fuerza que no podían ignorar.

Después de días de negociaciones, un acuerdo fue alcanzado. The Arbor, aunque técnicamente aún bajo el dominio de Highgarden, sería cedido a los Graegoris como una concesión estratégica. A cambio, los Graegoris protegerían las rutas comerciales del vino y servirían como un bastión valyrio en el sur de Westeros, una posición que les permitiría vigilar a Daenerys y Jon Snow mientras consolidaban su poder.

Con la amenaza de Daenerys latente en el horizonte, la Casa Graegoris se preparaba para el siguiente capítulo de su ascenso. Aelyria, Thalion, Kaelen y los demás sabían que cada movimiento debía ser calculado con precisión. Pero mientras sus dragones crecieran, y sus alianzas se fortalecieran, sabían que el destino de Westeros podría cambiar para siempre.

El fuego y la sangre de Valyria nunca habían desaparecido del todo. Y ahora, con los Graegoris tomando su lugar en The Arbor, el mundo sabría que los dragones no solo pertenecían a Daenerys Targaryen.

—Los dioses antiguos están con nosotros —murmuró Aelyria, mientras miraba el horizonte—. Y Westeros aprenderá a temer su poder nuevamente.

Hijos del Fuego y de la SombraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora