La luna colgaba en lo alto de Rocadragón, lanzando su pálida luz sobre las costas rocosas y el mar embravecido. Daenerys caminaba por los oscuros pasillos de la fortaleza, sus pasos resonando en el silencio de la noche. Su mente seguía atrapada en los ecos de la traición, los murmullos de conspiración y las imágenes que no lograba sacudir de su memoria. Los sueños seguían atormentándola, pero esta vez, había algo más tangible, algo que desafiaba su comprensión.Desde hace días, los dragones jóvenes de Drogon habían mostrado signos de inquietud, especialmente el más pequeño, un dragón negro con vetas rojas, que ella había llamado Nighthaze. Daenerys sentía una conexión especial con él, un vínculo aún en desarrollo. Y ahora, ese vínculo había sido roto.
Cuando bajó a la cripta, donde los dragones descansaban bajo la vigilancia de soldados leales, la terrible verdad golpeó como una daga. **Nighthaze** no estaba. Desaparecido. En su lugar, los dos dragones restantes rugían y arañaban el suelo, inquietos, como si percibieran la traición que había tenido lugar.
—¿Cómo es posible? —gritó Daenerys, sus ojos ardiendo de ira, mirando a los soldados aterrorizados que hacían guardia—. ¡Este dragón no puede desaparecer sin más!
Ser Jorah Mormont llegó corriendo, su rostro lleno de preocupación. Estaba al tanto de las sospechas de su reina, pero ahora la situación había escalado más allá de cualquier expectativa.
—Mi reina... hemos revisado todas las entradas y salidas. No hay rastro de un ataque —dijo, su voz cautelosa, midiendo sus palabras—. Pero hay un detalle que no podemos ignorar.
—¿Qué detalle? —exigió Daenerys, su paciencia agotándose.
Ser Jorah intercambió una mirada rápida con Missandei, quien había llegado a la escena junto con Tyrion. El ambiente era tenso, y nadie quería decir lo que sabían que Daenerys no quería oír.
—Jon —dijo Tyrion, finalmente rompiendo el silencio, sus ojos calculadores observando cada reacción de la reina—. Hemos recibido informes de que Jon Snow fue visto cerca de Rocadragón en las últimas semanas, más de lo que esperábamos. Podría estar relacionado con la desaparición.
Daenerys sintió un escalofrío recorrer su cuerpo. **Jon Snow**. La idea de que él, de todas las personas, hubiera traicionado su confianza, era casi inconcebible. Pero a medida que la verdad se desarrollaba ante ella, el veneno de la traición se volvía imposible de ignorar.
—No —dijo, en un susurro apenas audible—. Jon no me haría esto. Él... me amaba.
Tyrion la observó con una mezcla de compasión y pragmatismo. Sabía que Jon Snow no era el hombre más fácil de leer, pero también sabía que en Westeros, las traiciones siempre tenían una razón.
—Amaba, tal vez. Pero también tiene lealtades que van más allá del amor, mi reina —dijo Tyrion, con una voz medida—. Si Jon ha tomado ese dragón, lo ha hecho por algo que cree más grande que cualquier sentimiento personal.
Daenerys sintió que el suelo se desmoronaba bajo sus pies. Pero la madre de dragones no era una reina que cayera fácilmente. Su ira comenzó a arder de nuevo, reemplazando el dolor con una furia calculadora.
—Si Jon ha tomado a Nighthaze, lo encontraremos —dijo, su voz firme y decidida—. Y pagará por ello. Con sangre.
Los días se convirtieron en semanas, y durante ese tiempo, la corte de Daenerys se transformó en un hervidero de estrategias, susurros y planes para recuperar lo que les pertenecía. Missandei organizaba las reuniones con los aliados más cercanos, mientras que Tyrion y Varys se encargaban de tejer una red de informantes que abarcaría desde las Tierras de la Tormenta hasta el Norte. Ser Jorah, como siempre, estaba a su lado, ofreciendo apoyo y preparándose para lo que parecía una inevitable confrontación.
La tensión crecía con cada día que pasaba. El dragón joven seguía desaparecido, y aunque algunas patrullas informaban avistamientos lejanos de una criatura negra sobrevolando las colinas, nunca había señales claras de su paradero.
En el salón principal, Daenerys se sentaba al final de una gran mesa de piedra, observando los mapas de Westeros desplegados frente a ella. Varios nombres resonaban en los informes: Jon Umber, Davos Seaworth, y Tormund Giantsbane estaban moviendo fuerzas en el Norte, al parecer por orden de Jon Snow.
—Está fortaleciendo sus posiciones —dijo Varys en una de las reuniones—. Si ha tomado a uno de tus dragones, mi reina, lo está preparando para algo más grande. Los rumores sugieren que planea usarlo para reclamar el trono del Norte y quizás de todo Westeros.
La ira de Daenerys se intensificó. Jon había reclamado ser de la sangre de Valyria, pero nunca había sido capaz de controlar a un dragón como ella. Pero si había robado a Nighthaze, ¿qué más era capaz de hacer?
—Es hora de llamar a nuestros aliados —declaró Daenerys, golpeando la mesa con su mano—. No esperaremos a que Jon venga por nosotros. Vamos a movilizarnos. Él no es un Targaryen, no de verdad. Es un traidor, y será tratado como tal.
El llamado de Daenerys resonó en todo el continente. Los aliados que aún permanecían fieles a la Reina Dragón comenzaron a responder. Dorne, liderado por la joven y astuta Arianne Martell, envió palabras de apoyo, prometiendo movilizar tropas al sur. Los Hombres del Hierro, bajo el mando de Yara Greyjoy, acordaron patrullar las costas, asegurando que Jon y sus fuerzas no pudieran moverse sin ser detectados.
Pero no todos los mensajes que llegaron fueron favorables. Las Tierras de los Ríos, aún desgarradas por la guerra, permanecían inciertas. Edmure Tully, tras ser liberado por los Lannister, intentaba restaurar el control sobre su territorio, pero su lealtad a Daenerys no era tan fuerte como ella esperaba. Los Arryn, liderados por el joven e inestable Robin Arryn, no mostraban interés en unirse a la guerra de Daenerys, prefiriendo mantenerse alejados de los conflictos del sur.
En medio de estas alianzas, un nuevo nombre comenzó a resonar en la corte de Daenerys: Quentyn Martell, hijo del difunto príncipe Doran de Dorne. Aunque su familia había sufrido mucho, Quentyn había logrado sobrevivir en Essos, tejiendo sus propias alianzas y forjando un pequeño ejército de mercenarios. Se decía que ahora buscaba la gloria perdida de su casa y que estaba dispuesto a unirse a Daenerys para devolverle el favor de haber salvado su vida años atrás.
Mientras las semanas pasaban, los movimientos de Jon seguían siendo inciertos. El Norte estaba cerrado para cualquiera que intentara entrar. Sus tropas se fortalecían, y aunque Daenerys había llamado a sus aliados, la amenaza de los Graegoris, aún en movimiento en el Oeste, complicaba la situación. Los Graegoris se habían vuelto una incógnita peligrosa, y su presencia significaba que Daenerys no solo tenía que preocuparse por el Norte, sino por posibles enemigos que compartían su propia sangre.
Una tarde, mientras la tormenta rugía fuera de Rocadragón, Daenerys se reunió con sus consejeros en la sala del trono. El ambiente era tenso, cargado de decisiones que aún debían tomarse.
—No podemos permitir que Jon controle a uno de nuestros dragones —dijo Daenerys con dureza, su mirada recorriendo a los reunidos.
Tyrion, siempre pragmático, respondió.
—Si atacamos el Norte ahora, sin un plan claro, perderemos más que lo que ganamos. Jon ha consolidado alianzas, y si se siente acorralado, puede intentar usar al dragón en nuestra contra.
Missandei habló en voz baja, pero con claridad.
—Quizá deberíamos intentar negociar. Aún no sabemos si Jon está realmente en control de Nighthaze o si todo esto es una artimaña más de nuestros enemigos.
Daenerys negó con la cabeza. No había lugar para negociaciones. Jon Snow la había traicionado, había tomado a uno de sus hijos, y la sangre solo podía pagarse con sangre.
—No —dijo ella, levantándose de su asiento—. Jon eligió su destino. Movilizaremos nuestras fuerzas y tomaremos lo que es nuestro. El dragón le pertenece a la Madre de Dragones, y no habrá clemencia para los traidores.
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Hijos del Fuego y de la Sombra
FanfictionTras la caída de Valyria, los Targaryen se erigen como los últimos señores de dragones. Sin embargo, en las sombras de la historia, una casa valyria desconocida resurge, reclamando su lugar y su legado. Con dragones olvidados y secretos ancestrales...