Capitulo 30: Revelaciones II

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Aelyria observaba el fuego danzar en la chimenea de Rocadragón, sus pensamientos girando en torno a las revelaciones recientes. Las palabras de Daenerys seguían resonando en su mente, pero sabía que había más que decir. Había venido a Westeros no solo por su hermano Daemon, sino por razones mucho más profundas, razones que ahora debía compartir con la Reina Dragón. Respiró hondo, reuniendo la determinación que siempre la había caracterizado, y se volvió hacia Daenerys, quien la observaba atentamente, expectante.

—Lo que nos trajo aquí, Daenerys, no fue solo la desaparición de mi hermano —comenzó Aelyria, su voz firme pero con un matiz de respeto—. Hay dos motivos más que nos impulsaron a cruzar el Mar Angosto y a involucrarnos en los asuntos de Westeros.

Daenerys, de pie frente a la ventana, con la brisa del mar azotando su cabello plateado, inclinó la cabeza ligeramente, invitándola a continuar. La tensión entre ambas aún era palpable, pero en ese momento, compartían una búsqueda de claridad.

—El primer motivo —dijo Aelyria, con sus ojos de azul fuego fijos en los de Daenerys— son los rumores que hemos escuchado en Essos. Rumores de que en el Norte de Westeros, en tierras que aún no han sido reclamadas, hay nidales de dragones sobrevivientes a la Danza de los Dragones. Se habla de dragones cargados de magia antigua, ocultos durante siglos, esperando... esperando un linaje valyrio que los reclame.

La expresión de Daenerys cambió, mostrando sorpresa y una leve sombra de duda.

—Dragones... en el Norte —repitió Daenerys, incrédula—. Los únicos dragones que quedaban en el mundo son los míos. Drogon, Rhaegal y Viserion. Ya no existen otros, ni en Westeros ni en Essos.

Aelyria asintió lentamente, entendiendo la reacción de la Reina Dragón. Los dragones eran el símbolo del poder valyrio, y sugerir que otros pudieran existir fuera de su control era perturbador.

—Lo comprendo —admitió Aelyria—. Pero los rumores son persistentes. Mi casa no pudo ignorar esa posibilidad. Vinimos aquí, en parte, para investigar esos rumores. Queremos saber si, como descendientes de Valyria, podemos establecer una conexión con esos dragones, si es que realmente existen.

El silencio que siguió fue denso, cargado de una mezcla de incredulidad y curiosidad. Daenerys mantenía la calma, pero Aelyria sabía que esta información había tocado una fibra sensible en la Reina Dragón.

—Pero esa no es la única razón —continuó Aelyria, su voz endureciéndose ligeramente mientras se preparaba para la parte más delicada de la conversación—. El segundo motivo que nos trajo a Westeros está relacionado contigo... y con Jon Snow.

Al escuchar el nombre de Jon, la mirada de Daenerys se oscureció. Aún existía una herida profunda en su corazón relacionada con Jon Snow, una que no había sanado del todo.

—¿Qué tiene que ver Jon Snow en todo esto? —preguntó Daenerys, su voz cargada de tensión.

Aelyria miró a Daenerys fijamente, sin desviar la mirada. Sabía que esta parte de la conversación sería la más difícil, pero no podía ocultar la verdad.

—En Essos —empezó, con una ligera pausa antes de continuar—, se nos informó que tras tu victoria en Desembarco del Rey, pronunciaste un discurso. Un discurso en alto valyrio, en el que decías que ibas a quemar todo con sangre y fuego, que todos aquellos que se interpusieran en tu camino serían destruidos. Se nos dijo que prometiste llevar la guerra hasta las tierras más lejanas de Westeros, y que Jon Snow te detuvo porque vio en ti la misma locura que había consumido a tu padre, el Rey Loco. Según los rumores, Jon Snow nos pidió ayuda para asegurarse de que esa locura no destruyera Westeros.

El rostro de Daenerys se tornó de piedra. Sus manos se apretaron ligeramente, y Aelyria vio la lucha interna que la Reina Dragón estaba librando. Las mentiras que se habían propagado sobre ella en Essos eran evidentes, pero ver cómo esas mentiras habían moldeado la percepción de la Casa Graegoris la enfurecía.

—Eso es completamente falso —dijo Daenerys, su voz fría, pero contenida—. Jon Snow nunca pronunció tal discurso. Y lo más importante, Jon Snow no sabe hablar alto valyrio. Mi discurso... mi verdadero discurso tras la victoria en Desembarco del Rey fue en alto valyrio, pero nunca dije lo que se ha rumoreado. Lo que dije fue una advertencia, no una amenaza.

Aelyria no dijo nada, permitiendo que Daenerys explicara su versión de los hechos.

—Lo que pronuncié —continuó Daenerys, avanzando unos pasos hacia Aelyria— fue que si dejábamos que el ciclo de tiranía y esclavitud continuara en Westeros, el mundo ardería por su propia mano. Mi discurso fue una promesa de libertad, no de destrucción. Las palabras que usé fueron malinterpretadas, manipuladas... como siempre lo han sido. Pero nunca hablé de destruir a Westeros por completo. Nunca hablé de gobernar con locura o de imponer mi voluntad por la fuerza.

Aelyria mantuvo la mirada en Daenerys, notando la sinceridad en sus palabras. Pero aún quedaban preguntas.

—Entonces, ¿por qué Jon Snow se levantó contra ti? —preguntó Aelyria, aunque la respuesta empezaba a revelarse en su mente.

Daenerys suspiró profundamente, sus ojos oscuros por la sombra de la traición que había sufrido.

—Jon Snow creyó que yo era como mi padre —respondió Daenerys, su voz más suave ahora—. Creyó que el poder que reclamaba me había consumido. No entendió que mi lucha siempre fue por liberar al pueblo de Westeros, no por subyugarlo. Lo que hizo... lo hizo porque pensó que estaba salvando a Westeros de otro Rey Loco. Pero estaba equivocado.

Aelyria asintió lentamente. Las piezas del rompecabezas comenzaban a encajar. Las mentiras, la manipulación, todo había sido orquestado para enfrentar a las dos grandes fuerzas valyrias entre sí. Alguien, quizá Jon mismo, o alguien más en las sombras, había jugado con ambas casas para asegurar que nunca se unieran.

—Si eso es cierto —dijo Aelyria, finalmente—, entonces ambos hemos sido manipulados. Mi casa vino aquí para evitar lo que creíamos que sería una nueva era de tiranía. Si lo que dices es cierto, Daenerys, entonces hay alguien más tirando de los hilos, alguien que quiere vernos destruidos.

Daenerys asintió, su semblante más sereno ahora.

—Debemos descubrir quién está detrás de todo esto, Aelyria —dijo con convicción—. Si hemos sido manipuladas, entonces nuestros verdaderos enemigos aún están ahí fuera, esperando a que nos destruyamos mutuamente.

Aelyria compartió una mirada con Kaelen y Thalion. Sabía que sus próximos pasos serían decisivos. Si Daenerys estaba diciendo la verdad, entonces no solo debían enfrentarse a las mentiras que los habían traído hasta este punto, sino también a quienes estaban trabajando en las sombras para asegurarse de que Westeros jamás conociera la paz.

—Entonces, Daenerys —dijo Aelyria, su voz firme y llena de propósito—, descubramos la verdad juntas.

Hijos del Fuego y de la SombraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora