El viento salado soplaba con fuerza cuando Daenerys observó las flotas que abandonaban Rocadragón, sus velas ondeando mientras desaparecían en el horizonte. Su primera impresión fue que los Graegoris habían decidido irse, quizás ofendidos por la tensión reciente. La idea la inquietaba. Sabía que perder a los Graegoris sería un golpe devastador para su causa. Tyrion, observando a su lado, percibió su inquietud.
—¿Crees que nos han abandonado? —preguntó él en voz baja.
—Si lo han hecho, estamos en serios problemas —respondió Daenerys, su ceño fruncido.
Sin embargo, no pasó mucho tiempo antes de que llegara la confirmación de que no toda la Casa Graegoris había partido. Solo Thalion y su esposa, Desmera, junto con parte de sus tropas, habían zarpado hacia The Arbor para proteger sus tierras. Aelyria y Kaelen permanecían en Rocadragón, lo que indicaba que no habían cortado sus lazos con Daenerys... por ahora.
La reina, aliviada, decidió que era hora de formalizar sus lazos con los Graegoris y con otras casas de Westeros. La guerra se acercaba, y necesitaba reforzar las alianzas. Por eso, dio la orden de organizar un gran banquete en honor a sus aliados. Invitó a todas las casas leales a su causa y, en especial, a los Graegoris. Sabía que su presencia sería crucial para mostrar unidad ante los demás nobles de Westeros.
***
La noche del banquete había llegado. Los salones de Rocadragón estaban iluminados por miles de velas, el brillo reflejándose en los muros de piedra. Las mesas estaban adornadas con los mejores manjares: frutas exóticas, carnes de caza, panes calientes y jarras de vino dulce traído de Dorne. Los nobles y guerreros de diferentes casas llenaban el salón, susurrando sobre la inminente guerra y el poder de Daenerys. Sin embargo, faltaba una casa. Los Graegoris aún no habían llegado.
Daenerys estaba sentada en el trono que presidía el banquete, con su consejo a su lado. Tyrion bebía tranquilamente, observando con ojos calculadores el ambiente. Varys, como siempre, estaba callado, pero había algo en su mirada que indicaba preocupación.
—¿Crees que vendrán? —preguntó Missandei, viendo la impaciencia de Daenerys.
Antes de que la reina pudiera responder, las grandes puertas del salón se abrieron de par en par, y el sonido de tambores resonó en todo Rocadragón. El murmullo entre los presentes se desvaneció, y todas las miradas se dirigieron hacia la entrada.
Aelyria y Kaelen, vestidos con imponentes armaduras rojas carmesí, aparecieron ante todos. La armadura estaba decorada con un dragón majestuoso que comenzaba en el casco de Aelyria, recorriendo su cuerpo y el de su hermano, hasta terminar en sus pies. El dragón no solo era un símbolo de su grandeza, sino también de su poder. Los tambores marcaban su avance, el sonido resonando con fuerza mientras caminaban con una seguridad casi arrogante.
Los nobles susurraban entre ellos, asombrados por la majestuosidad de la entrada. Incluso Daenerys, que siempre había estado acostumbrada a las grandes demostraciones de poder, no pudo evitar sentir la intensidad de la presencia de los Graegoris. Tyrion, siempre observador, inclinó la cabeza hacia Varys.
—Son los colores de guerra de la Casa Graegoris —dijo Varys, con un tono que mezclaba preocupación y admiración.
Tyrion frunció el ceño. —Eso no puede ser una coincidencia. ¿Estarán declarando su intención de rebelarse?
Varys negó con la cabeza lentamente. —Aún no lo sabemos, pero debemos mantenernos atentos. Si los Graegoris deciden cambiar de bando, Daenerys estará en una posición extremadamente vulnerable.
Kaelen, notando la inquietud en el consejo de Daenerys, decidió tomar la palabra mientras avanzaban por el salón.
—Sé lo que estáis pensando —dijo con una sonrisa calmada—. Sí, estos son nuestros colores de guerra, pero no es con vos, Daenerys, con quien estamos en conflicto. Nuestra batalla es contra Jon Snow, el verdadero traidor de Westeros. Nos vestimos así no para desafiaros, sino para honrar nuestra tradición. Este banquete es en vuestro honor.
Kaelen se giró hacia Aelyria y, con un gesto, hizo que varios de los guardias Graegoris entraran en el salón, cargando cuatro grandes cofres adornados con los emblemas de la casa. Los cofres fueron colocados frente al trono de Daenerys, y al abrirse, el resplandor dorado del oro llenó la sala.
—Hemos traído esto como muestra de nuestra lealtad a vuestra causa —dijo Kaelen, inclinando la cabeza en señal de respeto—. Cuatro cofres llenos de oro para vuestra casa. Y también, como prueba de que nuestros lazos son fuertes, aunque quizás aún no nos conozcamos lo suficiente.
Daenerys observó los cofres, impresionada, pero no perdió de vista a Aelyria, quien, en ese momento, se había apartado para conversar con una noble de otra casa, ignorando la ceremonia que estaba teniendo lugar. Mientras Kaelen mantenía la atención de Daenerys y su corte, Aelyria parecía concentrada en otros asuntos, como si el banquete no fuera lo suficientemente importante para ella.
Varys, siempre atento, notó el comportamiento distante de Aelyria y se inclinó hacia Tyrion.
—Es evidente que Aelyria tiene sus propios planes —murmuró Varys—. No debemos subestimarla. Si bien Kaelen ha traído oro y palabras de lealtad, me temo que la verdadera líder de los Graegoris no está aquí para seguir las reglas de este juego.
Tyrion asintió, comprendiendo que las alianzas en este conflicto eran tan frágiles como el cristal.
Daenerys, sin embargo, no iba a mostrar debilidad en ese momento. Se levantó de su trono, sonriendo con frialdad, y asintió a Kaelen.
—Agradezco vuestro generoso regalo —dijo, con una voz lo suficientemente alta como para que todos en el salón la escucharan—. Es bueno saber que los Graegoris están comprometidos con nuestra causa. Pero recordad, estamos todos en esta guerra juntos. Y juntos venceremos.
Kaelen inclinó la cabeza nuevamente, pero en su sonrisa se podía ver que entendía la advertencia implícita. La guerra era una partida de ajedrez, y cada movimiento tenía sus consecuencias.
Aelyria, por su parte, no dijo nada. Seguía hablando con la noble que había captado su atención, ignorando por completo la ceremonia que acababa de tener lugar. La reina de Asshai y las Islas del Verano Eterno tenía otros asuntos en mente, y la guerra con Jon Snow apenas estaba comenzando.
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Hijos del Fuego y de la Sombra
FanfictionTras la caída de Valyria, los Targaryen se erigen como los últimos señores de dragones. Sin embargo, en las sombras de la historia, una casa valyria desconocida resurge, reclamando su lugar y su legado. Con dragones olvidados y secretos ancestrales...