El viento salado del mar envolvía las torres de Rocadragón mientras la luna iluminaba con su pálido brillo la fortaleza. Los guardias patrullaban el puerto y los pasillos de piedra, atentos a cualquier posible amenaza. Entre ellos, un hombre avanzaba tambaleante, cubierto de suciedad y con el cuerpo débil por el agotamiento y las heridas mal curadas. Era Daemon Graegoris, pero en su estado deplorable nadie lo reconoció.
Su viaje había sido largo y arduo, y al llegar finalmente a Rocadragón, el lugar que había soñado alcanzar durante semanas, sus fuerzas lo abandonaron. Apenas pudo mantenerse en pie cuando los guardias lo encontraron en la entrada del castillo. Estaba tan agotado que no pudo defenderse cuando lo tomaron por un intruso y lo golpearon brutalmente, dejándolo sin aliento. Sin intercambiar más que unas pocas palabras, lo arrastraron hasta el interior de la fortaleza.
Mientras lo llevaban a empujones, Daemon intentó mantenerse consciente, pero las voces de los guardias se desvanecían, reemplazadas por el eco de los pasos y los recuerdos de las semanas pasadas en el Norte. El dolor palpitante en su cuerpo no lo dejaba pensar con claridad, y su visión era borrosa. Apenas sentía cómo sus pies tocaban el suelo mientras lo arrastraban hacia la sala del trono.
---
En la sala del trono, Daenerys Targaryen observaba las llamas de las antorchas bailar en la penumbra. A su lado, Aelyria Graegoris acababa de llegar, respondiendo al llamado de la Madre de Dragones. Ambas mujeres habían estado discutiendo la situación en el Norte, los movimientos de Jon Snow y las posibles alianzas que podrían establecerse para enfrentarlo.
Aelyria, aunque calmada en apariencia, sentía una tensión creciente en su interior. Su mente estaba ocupada por el paradero de su hermano Daemon. Desde su desaparición, la incertidumbre la había consumido, y aunque Daenerys había ofrecido su hospitalidad, Aelyria no podía dejar de preocuparse.
La reunión continuaba cuando la puerta de la sala del trono se abrió bruscamente, y dos guardias entraron arrastrando a un hombre herido y golpeado. Uno de los guardias, con una sonrisa de satisfacción, se dirigió a Daenerys sin darse cuenta de la gravedad de lo que estaba a punto de desencadenar.
—Mi reina, hemos capturado a este intruso intentando ingresar a Rocadragón. Lo golpeamos para asegurarnos de que no representara una amenaza.
Daenerys apenas le prestó atención al hombre herido al principio. Sin embargo, fue Aelyria quien, al escuchar las palabras de los guardias, se giró y fijó la mirada en el hombre que llevaban. Un frío recorrió su cuerpo al instante cuando reconoció la figura debilitada ante ella. Ese rostro, aunque marcado por el cansancio y la desesperación, era inconfundible. Era Daemon.
—¡Daemon! —gritó con una mezcla de asombro y furia.
Sin pensarlo dos veces, Aelyria saltó de su asiento, atravesando la distancia entre ella y los guardias en un abrir y cerrar de ojos. Antes de que estos pudieran reaccionar, ella ya los había derribado. Con una fuerza brutal y precisa, los golpeó en la mandíbula y el abdomen, dejándolos incapacitados en el suelo.
Los guardias, sorprendidos por la repentina embestida, cayeron sin saber qué había sucedido, mientras Aelyria se arrodillaba junto a su hermano, su mirada oscurecida por la furia y la preocupación.
Daenerys, levantándose de su trono, miraba la escena con incredulidad. Jamás había visto a Aelyria perder el control de esa manera, y por un momento la sala se llenó de una tensión palpable. Los guardias en las puertas se acercaron, pero Daenerys levantó la mano, ordenándoles detenerse.
—¡Aelyria! —exclamó Daenerys, su tono grave—. ¿Qué estás haciendo? ¿Por qué atacas a mis guardias?
Aelyria, aún jadeando por el esfuerzo, giró la cabeza hacia Daenerys, sus ojos llenos de ira y dolor.
ESTÁS LEYENDO
Hijos del Fuego y de la Sombra
FanficTras la caída de Valyria, los Targaryen se erigen como los últimos señores de dragones. Sin embargo, en las sombras de la historia, una casa valyria desconocida resurge, reclamando su lugar y su legado. Con dragones olvidados y secretos ancestrales...