Capitulo 52: Choque de Espadas

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Curiosa, siguió a Aelyria hasta llegar al patio de entrenamiento, donde la regente Graegoris desaro un combate feroz contra diez de sus guardias más feroces.

Los hombres estaban bien entrenados, pero Aelyria se movía con una gracia y agilidad que desafiaban la lógica. Cada golpe y cada esquiva parecían coreografiados, como si estuviera bailando en lugar de luchar. Sus movimientos eran rápidos y precisos, y a medida que Aelyria se enfrentaba a los hombres, la energía a su alrededor parecía vibrar. Daenerys no pudo evitar sentirse cautivada por la destreza de Aelyria. Había algo fascinante en ella, una mezcla de fuerza y vulnerabilidad que la intrigaba profundamente.

Mientras observaba, Daenerys notó que Aelyria, con su cabello blanco ondeando al viento y sus ojos brillantes, estaba tan concentrada en la pelea que no parecía notar su presencia. Uno a uno, los guardias caían, incapaces de igualar la rapidez y el ingenio de la regente. Era evidente que Aelyria estaba desahogándose, liberando la tensión acumulada de las últimas semanas.

Al final, solo un guardia quedó en pie, respirando pesadamente. Aelyria, con un giro elegante, lo desarmó en un instante, haciéndolo caer al suelo. La victoria estaba claramente de su lado, y con una respiración profunda, Aelyria se detuvo, su mirada fija en el horizonte mientras se recuperaba de la intensidad de la pelea.

Daenerys sintió un impulso inesperado. Quería unirse a Aelyria, demostrarle que también podía luchar. Sin pensarlo dos veces, se cambió rápidamente, eligiendo un conjunto de entrenamiento que le permitiera moverse libremente. Cuando salió al patio, Aelyria la vio y levantó una ceja en señal de sorpresa.

—¿Nery? —Aelyria la llamó, usando un apodo que la sorprendió—. ¿Estás segura de que quieres hacerlo?

La forma en que pronunció su nombre nuevamente, con esa familiaridad inesperada, hizo que Daenerys sintiera una calidez en su interior. Con un gesto de determinación, asintió.

—Sí, quiero aprender —respondió, su voz firme.

Ambas comenzaron a luchar, primero con movimientos suaves y luego aumentando la intensidad. La agilidad de Aelyria era impresionante, pero Daenerys pronto se dio cuenta de que tenía su propia fuerza, una energía que la empujaba hacia adelante. Cada golpe era un intercambio de habilidad y destreza, un juego de ataque y defensa que mantenía a ambas en constante movimiento.

A medida que la práctica avanzaba, Daenerys se sintió más cómoda, comenzando a anticipar los movimientos de Aelyria. Fue en un ágil movimiento que Aelyria la arrinconó contra una pared, su espada a centímetros del cuello de Daenerys. En ese momento, Daenerys se dio cuenta de que el color de los ojos de Aelyria había cambiado; de un azul brillante a un rojo ardiente que brillaba con una intensidad que la dejó sin aliento.

La tensión en el aire era palpable. Daenerys sintió su corazón latir con fuerza, no solo por el combate, sino por la cercanía de Aelyria, que la miraba con una intensidad que parecía atravesarla. En un instante, el mundo se redujo a esa conexión, a la energía entre ambas.

Sin embargo, Aelyria, en un súbito destello de conciencia, retrocedió rápidamente, dejando caer su espada y desviando la mirada. La intensidad del momento desapareció como un fogonazo, dejando a ambas con la respiración entrecortada.

—Lo siento, no debí hacer eso —dijo Aelyria, su voz casi un susurro. La expresión en su rostro cambió de la determinación a la confusión—. Necesito irme.

Sin dar más explicaciones, Aelyria se alejó, dejando a Daenerys en el patio, sintiendo una mezcla de emociones. Había algo profundo y complicado entre ellas, un hilo invisible que las unía en una danza de poder y deseo. Aunque el momento había terminado abruptamente, la chispa de la conexión persistía, y Daenerys sabía que sus vidas estaban a punto de entrelazarse de maneras que nunca había imaginado.

Hijos del Fuego y de la SombraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora