Capitulo 47: Conexion de Linajes

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La oscuridad la envolvía como un manto suave, tibio y denso. Aelyria no estaba en Rocadragón, ni en Essos, ni en ningún lugar conocido por el mundo de los vivos. Flotaba en un limbo profundo, rodeada por ecos de voces que resonaban en su mente, algunas familiares y otras antiguas, distantes y olvidadas por el tiempo. Cada sonido parecía emanar desde los rincones más profundos de la historia, envolviéndola en un estado de ensoñación donde las sombras y el fuego se entrelazaban en formas inquietantes.

En su sueño, Aelyria caminaba a través de las ruinas de Valyria. No era como las leyendas describían, un paraíso devastado por la ruina. Aquí, las torres de obsidiana se erguían imponentes, como dagas negras cortando el cielo rojo. El fuego crepitaba en las calles de piedra, pero no era un fuego destructivo; era el mismo fuego que sentía en sus venas, el que alimentaba su sangre, el fuego antiguo de los dragones. En cada paso que daba, sus pies desnudos rozaban los adoquines de obsidiana, y el calor que ascendía desde el suelo la reconfortaba.

A su alrededor, los espíritus de Valyria la observaban en silencio. Eran sus antepasados, las almas de aquellos que habían gobernado sobre dragones y sombras, que habían alzado imperios con su magia oscura y su poderío bélico. Sus rostros eran vagos, etéreos, pero Aelyria sabía que compartía su sangre, su legado. Podía sentirlo en sus huesos, en el peso de su linaje.

Entre las sombras, una figura se acercaba. No podía ver su rostro, pero la figura emanaba un poder casi palpable. Aelyria la reconoció al instante. Era Daenerys. Pero no era la Daenerys que conocía en la realidad. Esta Daenerys parecía una diosa encarnada, con una corona de fuego sobre su cabeza y las alas de un dragón proyectándose a su espalda. Su belleza era inhumana, etérea, y sus ojos brillaban como dos estrellas incandescentes.

—Daenerys... —murmuró Aelyria, y su voz se rompió en el aire de su sueño, como un eco que resonaba en las profundidades de su inconsciente.

Daenerys no habló, pero sus labios se curvaron en una leve sonrisa. Levantó una mano, y con un simple gesto, las sombras alrededor de Aelyria se disiparon. Ahora, estaban solas, en el centro de Valyria. A lo lejos, los dragones volaban por el cielo, sus siluetas recortadas contra las nubes de fuego.

—Eres fuego y sombra —susurró Daenerys en su mente, sin mover los labios. La voz era suave, pero impregnada de poder. Era como si cada palabra resonara con el peso de los siglos—. Somos parte del mismo linaje. El mismo destino corre por nuestras venas.

Aelyria sintió un temblor en su cuerpo, una corriente de energía que la atravesaba desde las raíces de su ser. Su mirada se clavó en los ojos de Daenerys, y de repente, supo que estaba viviendo una visión antigua, algo más allá de lo que los mortales podían entender.

***

En Rocadragón, mientras su cuerpo yacía inmóvil, aquellos que la rodeaban no podían oír los susurros de Aelyria en su estado inconsciente. Pero en medio de su reposo, su voz pronunciaba un nombre una y otra vez, como un mantra.

—Daenerys... Daenerys...

Thalion, el mayor de sus hermanos, la observaba desde el borde de la habitación. Había un brillo de preocupación en sus ojos, aunque sus rasgos duros se mantenían imperturbables. Su hermana siempre había sido fuerte, casi inquebrantable, pero ahora la veía vulnerable, atrapada en un sueño del que no podía despertar.

Daenerys, parada junto a él, escuchaba los murmullos de Aelyria, intrigada y preocupada por la conexión que parecía manifestarse en los sueños de la regente de Graegoris.

—¿Qué está diciendo? —preguntó Daenerys, sin apartar la vista del rostro de Aelyria.

—Tu nombre —respondió Thalion en voz baja—. Lo ha repetido varias veces.

El silencio entre ambos se tornó denso, y fue Thalion quien lo rompió primero. Miró a Daenerys de reojo antes de continuar.

—En nuestra casa, hay leyendas. Historias que se han transmitido de generación en generación —comenzó, con un tono más solemne de lo habitual—. Algunas de ellas hablan de la relación entre fuego y sombra, una relación tan antigua como la misma Valyria. Una de esas leyendas cuenta de mujeres nacidas bajo la bendición de los dioses. Mujeres... como Aelyria.

Daenerys lo miró, esperando que continuara.

—Esas mujeres —prosiguió Thalion— eran únicas. Algunas nacían con rasgos inusuales, como Aelyria. Los textos antiguos de Valyria mencionan que quienes nacían con... características de ambos sexos, estaban bendecidas por los dioses de la sombra. No eran vistas como una maldición, sino como guerreras predestinadas a llevar el fuego y la sombra a donde fuera necesario. Eran líderes, como lo es mi hermana. Y eran... diferentes en más de un sentido.

Los ojos de Daenerys se entrecerraron ligeramente mientras consideraba las palabras de Thalion.

—¿Estás diciendo que el hecho de que Aelyria... sea como es tiene un significado más profundo?

Thalion asintió.

—Así lo creemos. Es una marca de su poder, de su conexión con las fuerzas que gobiernan más allá de lo que podemos comprender. Las mujeres como Aelyria han sido bendecidas para llevar el equilibrio entre el fuego y la sombra. Son... casi inmortales, en cierto sentido. Su destino no es morir fácilmente.

Daenerys bajó la vista, comprendiendo. Había algo en las palabras de Thalion que resonaba en ella, una verdad que no podía negar. Aelyria, de alguna manera, era parte de algo mucho más grande que ellas dos.

—Y es por eso que ha sobrevivido a todo esto —concluyó Daenerys—. Por eso Drogon la encontró.

Thalion asintió.

—Es posible. Pero su regreso no es solo una victoria para nosotras. Es una advertencia para nuestros enemigos. Aelyria no caerá sin luchar.

***

Dentro del sueño, Aelyria continuaba su caminata por las ruinas de Valyria. Ahora, no estaba sola. Detrás de ella, los espíritus de sus antepasados la seguían, y entre ellos, figuras colosales emergían. Dragones. Gigantes de fuego y sombra que se alzaban hacia el cielo con rugidos que hacían temblar la tierra misma. Daenerys seguía a su lado, observando en silencio, como si también compartiera ese sueño.

—Nuestra lucha no ha terminado —murmuró Aelyria, con los ojos fijos en las estrellas ardientes sobre ellas—. El fuego y la sombra aún tienen mucho que arder.

Daenerys sonrió levemente, sus palabras resonando en la mente de Aelyria, pero antes de que pudiera decir más, todo comenzó a desvanecerse. Las ruinas de Valyria se disolvían, las sombras retrocedían, y el rugido de los dragones se alejaba en la distancia.

Aelyria sintió cómo sus ojos pesaban, y la oscuridad comenzó a reclamarla de nuevo. Pero antes de que todo se desvaneciera por completo, la figura de Daenerys se inclinó hacia ella una última vez.

—Despierta, Aelyria. El mundo real te necesita.

***

En Rocadragón, Aelyria se agitó ligeramente en su lecho. Sus labios, todavía secos y pálidos, formaron una última palabra antes de caer nuevamente en el sueño profundo:

—Daenerys...

Hijos del Fuego y de la SombraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora