Capítulo 3

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Leonardo

El dolor en mi cuerpo se ha desvanecido, las heridas físicas sanan más rápido de lo que imaginaba. Sin embargo, hay algo que no puedo sacarme de la cabeza. Mi mente sigue regresando a la imagen del chico que me ayudó aquella noche. Sus ojos llenos de miedo, pero con una determinación feroz, su habilidad para mantenerse firme a pesar del peligro inminente. ¿Quién era? Y más importante, ¿por qué sentí esa conexión inexplicable con él?

Me quedo mirando el techo de mi apartamento, inmerso en estos pensamientos cuando uno de mis hombres, Lorenzo, toca a la puerta de la sala. Entra con su habitual aire de formalidad, pero hay una urgencia en sus movimientos.

—Leonardo —dice con tono respetuoso—, tenemos un asunto urgente que atender. Hay alguien que nos debe una cantidad considerable de dinero.

Lorenzo me entrega una carpeta con todos los detalles. Rápidamente, reviso los documentos, mi mirada se endurece al ver la cantidad. Demasiado grande para ignorarla, demasiado personal para dejarla pasar. El nombre me suena familiar: Luigi Ferrara.

—Luigi Ferrara... —murmuro, mis labios se curvan en una mueca de disgusto—. Ha estado retrasando este pago durante demasiado tiempo.

Lorenzo asiente en silencio, esperando mis órdenes.

—Esta vez me encargaré personalmente —digo con una calma que oculta la tormenta de ira que siento por dentro—. Llévenlo a la bodega. Hoy se acabará esto.

Con una inclinación de cabeza, Marco sale para dar las instrucciones. Yo me preparo mentalmente. Siempre he odiado a los deudores. No me gusta que la gente me deba, y mucho menos que intente evadir sus responsabilidades. Y hoy, Luigi Ferrara aprenderá lo que pasa cuando cruzas una línea que no deberías.

Horas más tarde, la bodega está en completo silencio, salvo por el eco de mis pasos mientras me acerco al centro del lugar. Las luces tenues crean sombras largas, y el aire está cargado de tensión. Luigi está allí, atado a una silla en medio de la habitación, sudando de miedo. El terror en sus ojos es evidente, y eso solo alimenta mi sed de control.

—Ferrara —digo con voz grave mientras me acerco lentamente—. Sabes por qué estás aquí.

Luigi levanta la cabeza con dificultad. Su rostro está empapado en sudor, sus labios tiemblan. Sabe que ha llegado el momento de pagar, y no tiene escapatoria.

—Leonardo... —su voz es un susurro ahogado—. Por favor, te lo ruego... no tengo el dinero. Pero puedo ofrecerte algo más... una forma de saldar la deuda.

Mis ojos se estrechan, el interés apenas perceptible. La mayoría de las veces, estas súplicas resultan ser inútiles, promesas vacías que solo retrasan lo inevitable. Sin embargo, algo en la desesperación de Luigi me intriga.

—No me interesan las excusas, Luigi —respondo con frialdad, mi paciencia agotándose—. Me debes mucho dinero, y no me gusta esperar.

—¡No, por favor! —Luigi grita, más desesperado ahora—. Tengo... tengo algo que podría interesarte. Un trato, una forma de pagar. No es dinero... pero es algo que creo que te gustará.

Doy un paso más cerca, mis ojos clavados en los suyos, buscando cualquier indicio de manipulación. Luigi traga saliva con nerviosismo, y su respiración se vuelve más errática.

—Habla —digo, con una voz que apenas contiene mi impaciencia—. Y más te vale que sea algo que valga la pena.

—Mi hijo... Alessandro —dice, su voz casi rota, como si el solo hecho de mencionarlo lo llenara de vergüenza y dolor—. Es... es un chico apuesto, joven. Tal como te gustan. Él puede ser tu pago.

El nombre suena como un eco en mi cabeza. Alessandro. Mis músculos se tensan, y por un segundo, siento una ola de incredulidad. Luigi baja la mirada, consciente de la monstruosidad de lo que acaba de ofrecer. Con manos temblorosas, señala hacia su bolsillo.

—Tengo... una foto... en el bolsillo de mi chaqueta. Mírala. Alessandro es... perfecto. Tal vez, más valioso que cualquier suma de dinero.

Mi corazón late con más fuerza mientras me inclino y saco la foto del bolsillo de Luigi. Mis ojos se clavan en la imagen, y mi respiración se detiene. Es él. El chico que me ayudó aquella noche. La conexión entre nosotros vuelve a golpearme con fuerza, pero esta vez se mezcla con una confusión profunda. ¿Cómo es posible que este chico, que me ayudó sin pensarlo, esté ahora involucrado en algo tan sórdido?

Me quedo en silencio unos momentos, procesando todo. Luigi sigue hablando, rogando por su vida, pero sus palabras apenas llegan a mis oídos. Estoy demasiado concentrado en la imagen del chico, en lo que esto significa.

—¿Estás diciendo que quieres darme a tu hijo como pago por tu deuda? —digo finalmente, mi voz gélida mientras guardo la foto en el bolsillo de mi abrigo.

Luigi asiente frenéticamente, sin atreverse a levantar la mirada.

—Sí... sí, él... es lo único que tengo de valor. Lo que pueda hacer falta, Alessandro puede dártelo. Lo juro.

Miro a Luigi durante unos segundos que parecen eternos. La repulsión que siento por este hombre no tiene límites, pero a la vez, la tentación de aceptar lo que está ofreciendo me carcome. Alessandro no es solo cualquier chico. Él me salvó la vida, sin saber quién soy ni lo que hago. Quizá fue el destino que lo puso en mi camino.

Finalmente, doy un paso atrás y suelto una exhalación controlada.

—Acepto —digo con una calma inquietante—. Alessandro será el pago de tu deuda.

Luigi casi se derrumba en alivio, asintiendo frenéticamente.

—Gracias... gracias, Leonardo. No te decepcionará.

Me giro hacia mis hombres, que han estado observando en silencio.

—Desátenlo —ordeno—. Y asegurémonos de que Alessandro esté en mi poder lo antes posible.

Mientras Luigi es liberado, me quedo inmóvil, mirando la foto una vez más. Alessandro. La confusión y el conflicto en mi pecho son más intensos que nunca, pero sé que esta es solo la primera jugada en lo que será un juego mucho más grande.

Con el chico en mis manos, todo podría cambiar.

Sombras De PasiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora