Angelina
Llego a la habitación de mi padre con el corazón a punto de estallar. Mis lágrimas fluyen sin control mientras mis pensamientos giran en espiral. Alessandro... mi hijo. Las palabras aún resuenan en mi mente como una revelación imposible de asimilar. ¿Cómo puedo enfrentar esto?
Giuseppe me mira desde la silla junto a la cama de mi padre. Ya lo sabe, ambos lo sabemos. Pero la verdad es más pesada de lo que jamás imaginé. No puedo contener mis sollozos mientras me acerco, mi cuerpo temblando con el peso de la culpa que llevo.
—Papá... —susurro, incapaz de mantener mi voz firme—. Alessandro...
Giuseppe se pone de pie de inmediato y viene hacia mí, con el rostro lleno de preocupación.
—Tranquila, Angelina —me dice con suavidad, tratando de calmarme mientras me toma de los brazos—. Respira, hija. Háblame, ¿qué pasó?
Me derrumbo en sus brazos, mis manos aferrándose a su camisa como si fuera lo único que me mantiene en pie. Siento que todo mi mundo está hecho pedazos.
—Le pregunté sobre su vida —comienzo a decir, con la voz entrecortada por las lágrimas—. Me contó sobre su padre... Luigi. ¡Luigi lo golpeaba, papá! ¡Mi hijo creció en un infierno!
Giuseppe se tensa, aunque ya sabíamos algo de esto, escucharlo de los labios de Alessandro parece mucho peor.
—No puedo creer que Luigi haya sido capaz de algo así... —murmura Giuseppe con la voz baja, su ceño fruncido. Pero yo no puedo dejar de sentir que la culpa recae sobre mí.
Me aparto de él, llevándome las manos al rostro, tratando de contener las lágrimas que no paran de caer. Siento que todo mi ser está a punto de desmoronarse.
—¡Fui yo quien lo dejó con él! —grito, mi voz cargada de dolor y arrepentimiento—. ¡Fui yo quien decidió que lo criaran Luigi y su esposa! Pensé que sería lo mejor para él, que tendría una vida mejor que la que yo podía ofrecerle. ¡Pero lo abandoné! ¡Lo dejé solo y vulnerable!
Giuseppe me mira con comprensión, pero su rostro está lleno de tristeza. Sabe que esta carga es mía, y no hay palabras que puedan aliviar mi culpa.
—Angelina, en ese momento creíste que estabas haciendo lo correcto. No podías prever lo que sucedería —me dice con calma, pero sus palabras no me consuelan.
—¡Eso no cambia lo que pasó! —replico con rabia—. Alessandro sufrió, y yo no estuve ahí para protegerlo. ¿Cómo puedo mirar a mi hijo a los ojos sabiendo todo lo que ha vivido?
Giuseppe suspira, su mano sobre mi hombro.
—Lo que importa ahora es que tienes una segunda oportunidad. Puedes estar ahí para él ahora. No se trata de lo que no hiciste en el pasado, sino de lo que harás de aquí en adelante.
Lo sé. Lo sé muy bien. Pero aún me aterra enfrentar la verdad. Me aterra que Alessandro me rechace, que nunca me perdone por haberlo abandonado.
—Tengo miedo —admito, mi voz apenas un susurro—. No sé cómo va a reaccionar cuando sepa la verdad. ¿Y si me odia, papá? ¿Y si nunca puede perdonarme?
Giuseppe me abraza con fuerza, como si quisiera transmitirme toda la seguridad que él mismo siente.
—Es normal tener miedo, Angelina, pero no puedes seguir escondiéndote detrás de él. Alessandro es un hombre fuerte, y creo que, en el fondo, entenderá por qué tomaste esa decisión. Él merece saber la verdad, y tú mereces la oportunidad de explicárselo. No será fácil, pero es lo correcto.
Asiento, aunque la inseguridad sigue latiendo dentro de mí. Miro a mi padre a los ojos, buscando consuelo, buscando la valentía que me falta.
—No puedo callar más —digo, con la voz más firme—. Ahora que lo tengo cerca, no puedo seguir escondiéndome. Alessandro tiene que saber la verdad. Necesito decirle que soy su madre.
Giuseppe me aprieta la mano, brindándome su apoyo incondicional.
—Lo harás bien, Angelina. Habla con él cuando estés lista. Pero no esperes demasiado. Cuanto más tiempo pases sin decirle la verdad, más difícil será.
Asiento de nuevo, esta vez con un poco más de seguridad. Sé que tiene razón. No puedo seguir huyendo. Debo enfrentar a Alessandro y contarle todo lo que sucedió. No será fácil, y el miedo sigue ahí, pero no puedo dejarlo más tiempo.
—Gracias, papá —susurro, mientras me acerco a él para darle un abrazo. Su presencia me reconforta, aunque la tormenta dentro de mí sigue rugiendo.
Giuseppe me sonríe, con esa calidez que siempre ha tenido, como si supiera que al final todo saldrá bien.
—Siempre estaré aquí para ti, hija —me dice, con la voz suave y segura—. Y estaré aquí para Alessandro también.
Me separo de él y me limpio las lágrimas. Respiro hondo, intentando calmar mi corazón acelerado. Sé lo que debo hacer, y aunque el miedo no desaparece, siento una chispa de esperanza. Tal vez, solo tal vez, Alessandro pueda perdonarme.
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Sombras De Pasión
RomanceAlessandro Ferrara ha pasado su vida en la sombra de la desesperación. Hijo de un padre alcohólico y con una madre fallecida, ha trabajado incansablemente para mantener a su familia a flote. Cada día es una lucha por sobrevivir, y sus esperanzas est...