Alessandro
El calor del fuego que arde en la chimenea llena la sala, iluminando suavemente las paredes de la mansión con un resplandor cálido. Los destellos de las llamas bailan reflejados en el cristal de las ventanas, creando un ambiente acogedor, casi íntimo. Estoy sentado en el sofá junto a Leonardo, su cuerpo envolviendo el mío en un abrazo protector. Su brazo fuerte está alrededor de mis hombros, atrayéndome hacia él, mientras mi cabeza reposa en su pecho, sintiendo el ritmo constante de su respiración. Es un momento de paz, algo raro en la vida que llevamos.
No puedo evitar sentir una profunda sensación de seguridad estando así, en sus brazos. Por un momento, todo parece calmo, y el peso de nuestras realidades parece disiparse en el aire junto con el crujido del fuego. Pero hay preguntas que siempre han rondado en mi mente, preguntas que nunca me he atrevido a hacerle... hasta ahora.
Miro hacia el fuego, tomando una bocanada de aire antes de soltar la pregunta que ha estado en mi mente desde que lo conocí.
—Leonardo... —digo suavemente, mi voz casi ahogada por el sonido del crepitar de la leña—. ¿Por qué te volviste un mafioso?
Leonardo permanece en silencio por un momento, sus ojos clavados en las llamas. Su brazo se aprieta un poco más a mi alrededor, como si las palabras que estuviera a punto de decir le pesaran. No hay ni rastro de su usual aire de confianza. Lo siento más vulnerable de lo que lo he visto antes. Finalmente, después de lo que parece una eternidad, suspira.
—No tuve otra salida —responde con una voz baja, casi apagada, mientras sus ojos siguen fijos en el fuego.
Me muevo ligeramente, inclinándome para verlo mejor, sintiendo la seriedad de sus palabras.
—Mis padres murieron cuando yo era un niño —continúa, su tono frío pero con un matiz de dolor escondido detrás—. Después de eso, mi abuelo asumió el control de mi vida. Fue él quien me educó, quien decidió mi futuro. No tenía opciones, Alessandro.
—¿Pero no querías ser parte de eso? —le pregunto, queriendo comprender su historia, esa parte de su vida que nunca me había contado.
Leonardo cierra los ojos por un segundo, como si estuviera revisando sus recuerdos, aquellos que ha intentado mantener enterrados.
—No, nunca quise —admite, y su voz suena más suave, más honesta de lo que esperaba—. Quería ser libre, vivir una vida normal. Pero mi abuelo me convirtió en lo que soy ahora. Desde que tengo memoria, me entrenó para ser el líder del clan Russo. Un hombre frío, sin emociones, despiadado... un asesino.
Su última palabra queda flotando en el aire, y puedo sentir el peso de su confesión. Nunca lo había visto así, siempre tan fuerte, tan impenetrable. Pero ahora, parece más humano, más frágil, al admitir las partes de su vida que lo han marcado.
—¿Y tú...? —titubeo un poco, no queriendo parecer demasiado curioso, pero al mismo tiempo, necesitando saber más—. ¿Qué soñabas ser antes de que todo esto pasara?
Leonardo gira su cabeza, finalmente apartando la vista del fuego para mirarme directamente. Sus ojos, oscuros y llenos de secretos, se encuentran con los míos. Hay un destello de algo en ellos, quizás melancolía o un deseo enterrado hace mucho tiempo.
—Siempre quise ser abogado —me dice finalmente, su tono más suave, casi nostálgico—. Quería luchar por la justicia, cambiar las cosas de alguna manera. Recuerdo que cuando era niño, veía las noticias y pensaba que, de grande, sería alguien que podría hacer la diferencia, alguien que ayudaría a las personas.
Sonrío un poco al imaginar a Leonardo en esa vida. Es difícil pensar en él, tan metido en el mundo oscuro de la mafia, con un traje de abogado, defendiendo casos en una corte. Pero de alguna manera, tiene sentido. Puedo ver ese deseo de justicia en sus acciones, incluso ahora, aunque sus métodos sean... diferentes.
—¿Por qué no lo hiciste entonces? —pregunto suavemente, aunque ya imagino la respuesta.
—Mi abuelo no lo permitió —responde con un leve toque de amargura en su voz—. Para él, lo único importante era el clan. No le importaba lo que yo quisiera. Me crió para ser un líder, no para seguir mis sueños.
Veo la frustración en su mirada, el resentimiento hacia ese hombre que lo convirtió en lo que es. Me duele pensar en la vida que Leonardo podría haber tenido si las circunstancias hubieran sido diferentes. Si hubiera podido seguir su propio camino, lejos de la oscuridad de la mafia.
—Siempre quise tener una vida normal —continúa Leonardo, su mirada volviendo al fuego—. Casarme, tener hijos... cosas simples que la mayoría de las personas da por sentadas. Pero en mi mundo, esas cosas son una ilusión. Una debilidad.
Sus palabras resuenan en mi pecho. Nunca había imaginado a Leonardo soñando con algo tan común como una familia. Siempre lo he visto como alguien fuerte, implacable, pero ahora, escuchándolo, me doy cuenta de lo mucho que ha tenido que sacrificar por esa vida que jamás eligió. Me estremezco un poco al pensar en lo diferente que podría haber sido todo para él.
Me muevo un poco en el sofá, girando para mirarlo directamente. Puedo ver el dolor en sus ojos, aunque trata de ocultarlo. Me inclino hacia adelante y apoyo mi mano en su mejilla, obligándolo a mirarme.
—Leonardo... —digo en un susurro—. Todavía puedes tener esa vida. No estás atrapado en esto para siempre.
Sonríe, pero es una sonrisa triste, como si no creyera en mis palabras.
—No, Alessandro —niega suavemente, su mano acariciando mi mejilla—. No en este mundo. Lo que soy ahora no puede cambiar.
—Pero puedes intentarlo —insisto, queriendo que vea que aún hay esperanza para él—. Puedes dejar todo esto atrás, empezar de nuevo.
Leonardo me mira fijamente, sus dedos rozando mi piel con delicadeza. Por un momento, parece considerar mis palabras, pero luego sacude la cabeza, como si estuviera rechazando la idea antes de siquiera permitir que entre en su mente.
—No puedo arriesgarme a perderte —dice finalmente—. Si dejo esto, si intento cambiar, pondré en peligro todo lo que tengo, incluido a ti.
Su declaración me deja sin palabras por un momento. Lo miro, sintiendo el peso de lo que está diciendo. Entiendo su miedo, su necesidad de protegerme, pero al mismo tiempo, no puedo evitar sentir que está encadenado a un destino que no debería ser el suyo.
—No tienes que hacerlo solo —le susurro, mis labios rozando los suyos—. Estoy aquí contigo. Siempre lo estaré.
Leonardo cierra los ojos, como si estuviera procesando lo que acabo de decir. Después de un largo silencio, finalmente asiente, su mano acariciando mi cabello.
—Gracias, Alessandro —susurra con voz ronca—. Tú eres lo único que me mantiene cuerdo en todo esto.
Me abrazo a él con fuerza, sintiendo el calor de su cuerpo mientras el fuego continúa crepitando a nuestro alrededor. Y aunque sé que la batalla interna de Leonardo está lejos de terminar, por ahora, estoy contento con este momento, aquí, en sus brazos.
Quizás no pueda cambiar el pasado, pero estoy decidido a ayudarlo a encontrar una forma de ser feliz, de alcanzar esos sueños que alguna vez tuvo, aunque eso signifique desafiar el destino que le fue impuesto.
Juntos.
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Sombras De Pasión
Storie d'amoreAlessandro Ferrara ha pasado su vida en la sombra de la desesperación. Hijo de un padre alcohólico y con una madre fallecida, ha trabajado incansablemente para mantener a su familia a flote. Cada día es una lucha por sobrevivir, y sus esperanzas est...