Alsessandro
Los días han pasado lentos, cada segundo parecía durar una eternidad. Pero, finalmente, he comenzado a recuperar algo de fuerza, tanto física como emocionalmente. El dolor que me ha acompañado estos días empieza a desvanecerse poco a poco, y el vacío que sentí durante un tiempo ya no es tan abrumador. Leonardo ha estado a mi lado, firme y protector, pero hay algo en el aire hoy. Algo distinto. No sé qué es, pero lo siento.
Estoy sentado en una de las salas de la casa, admirando el silencio que solo se interrumpe por el ocasional crujir de la madera. De repente, escucho el rugido de un motor acercándose. Mis sentidos se agudizan y pronto reconozco el sonido de las puertas abriéndose y cerrándose rápidamente. No puedo evitar sentirme tenso. ¿Quién habrá llegado?
Antes de que pueda levantarme y averiguar lo que está pasando, la puerta se abre abruptamente y ahí, de pie, está Clara, mi amiga de toda la vida. Mi corazón da un vuelco. Ella está aquí. Pero algo está mal; sus ojos están llenos de miedo y confusión.
—¡Alessandro! —grita mientras corre hacia mí.
En un instante, siento su abrazo, fuerte y desesperado. Me envuelve con sus brazos, casi como si temiera que si me soltaba, desaparecería de nuevo. Estoy tan conmocionado por su presencia que apenas puedo responder. Puedo sentir cómo su cuerpo tiembla ligeramente, como si toda la preocupación acumulada finalmente estuviera liberándose.
—Clara... —susurro, correspondiendo a su abrazo.
—He estado tan preocupada por ti —su voz es baja, pero cargada de angustia—. No saber dónde estabas... me estaba volviendo loca. Nadie me decía nada. ¿Qué está pasando? ¿Por qué estoy aquí? ¿Quién es toda esta gente?
La preocupación en su rostro es evidente, y me doy cuenta de que no tiene idea de en qué me he metido, ni de lo que ha pasado desde que mi vida cambió drásticamente. Me aparto un poco para poder mirarla a los ojos, sus manos aún aferradas a mis brazos como si temiera que fuera a desaparecer de nuevo.
—Clara, todo ha cambiado desde la última vez que nos vimos —le digo, tomando aire antes de sumergirme en una explicación que sé que será difícil de escuchar—. Mi padre me entregó a Leonardo... un hombre peligroso, sí, pero en este mundo extraño, me he encontrado. Me he enamorado de él.
Clara me mira con incredulidad, como si no pudiera procesar lo que le estoy diciendo.
—¿Te enamoraste de... él? ¿El hombre que te tiene aquí, rodeado de matones? —me pregunta, el desconcierto es evidente en su voz.
Sé lo que está pensando, y lo entiendo. La situación desde afuera parece aterradora, y lo es. Pero, para mí, es más complicado.
—Lo sé. Sé que parece una locura, pero lo que siento por él es real. A pesar de todo, por primera vez en mi vida me siento... querido, amado. Es más que lo que parece.
Clara sacude la cabeza, incapaz de aceptar mis palabras de inmediato.
—Alessandro, esto no es normal. Lo que sientes no es amor, es el síndrome de Estocolmo. Te has acostumbrado a tu captor y ahora piensas que te protege o te ama... Pero no es así. ¡Debemos irnos ya, escapar de aquí!
Puedo ver el miedo en sus ojos, y mi corazón se encoge al saber que mi situación la ha puesto en esta posición. Pero no puedo hacer lo que me pide. No puedo irme. No quiero irme.
—No, Clara —digo con firmeza—. No quiero irme. Amo a Leonardo, y lo que siento es real. No quiero perderlo.
Ella me mira durante unos segundos, como si estuviera buscando alguna señal de que no estoy en mi sano juicio. Pero finalmente, suspira, derrotada.
—Si eso es lo que realmente sientes... entonces estaré contigo, pase lo que pase —dice suavemente—. Aunque no esté de acuerdo, te apoyaré.
—Gracias, Clara —le susurro, agradecido por su comprensión.
Con el ambiente más tranquilo, decido cambiar el tema.
—¿Cómo has estado? —le pregunto, esperando que, al menos en su vida, las cosas hayan mejorado.
Clara baja la mirada, y por su expresión sé que la respuesta no es positiva.
—No muy bien —admite, su voz apagada—. Me echaron de casa. No pude pagar la renta y no tenía a dónde ir.
Mi corazón se encoge de nuevo, esta vez por ella. Antes de que pueda ofrecerle alguna solución, la puerta se abre una vez más, y Leonardo entra. Su presencia, como siempre, llena la habitación, y puedo ver cómo Clara lo mira, sorprendida por su imponente figura. Su nerviosismo es palpable, pero también puedo notar que se queda un tanto embobada por lo atractivo que es.
—Veo que mis hombres encontraron a tu amiga —dice Leonardo, con una leve sonrisa.
—Leonardo, ella es Clara, mi amiga de toda la vida —le explico—. Clara, él es Leonardo.
—Es... un placer conocerte —dice Clara, intentando sonar cortés, aunque puedo notar la mezcla de fascinación y temor en su voz.
Leonardo le sonríe con cortesía, pero justo en ese momento, Lorenzo entra en la sala también, y la atención de Clara se desvía rápidamente hacia él. Ella lo mira con curiosidad, claramente atraída por su aspecto misterioso.
—Hola —dice Lorenzo, mirándola con una inclinación de cabeza.
—Soy Clara —se presenta ella, sin poder quitarle los ojos de encima.
La tensión entre ellos es evidente, y me resulta casi gracioso cómo Clara ha pasado del miedo al interés en cuestión de minutos. Decido aprovechar el momento.
—Leonardo, ¿crees que Clara podría quedarse aquí con nosotros? No tiene a dónde ir, y es como una hermana para mí. No quiero dejarla sola.
Leonardo me mira por un momento, evaluando la situación, antes de asentir.
—Desde ahora, Alessandro, tú mandas en esta casa. Lo que decidas, todos lo aceptaremos. Si quieres que Clara se quede, entonces será así.
Una oleada de alivio y gratitud me invade. Saber que Clara estará segura y que no la dejaré a su suerte es un gran peso que se quita de mis hombros.
—Gracias —le digo, sinceramente agradecido.
Una vez que Leonardo y Lorenzo salen de la habitación, Clara se gira hacia mí, con una sonrisa traviesa en el rostro.
—¿Sabes? —dice, bajando la voz en tono conspirador—. A lo mejor yo también consigo a mi propio mafioso.
Su comentario me hace reír, y siento una oleada de calidez al tenerla de vuelta en mi vida. A pesar de todo el caos que nos rodea, Clara y yo siempre hemos sido un equipo, y ahora, más que nunca, siento que puedo enfrentar lo que venga, sabiendo que no estoy solo.
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Sombras De Pasión
RomanceAlessandro Ferrara ha pasado su vida en la sombra de la desesperación. Hijo de un padre alcohólico y con una madre fallecida, ha trabajado incansablemente para mantener a su familia a flote. Cada día es una lucha por sobrevivir, y sus esperanzas est...