Capítulo 53

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Leonardo

Había algo en el aire que me mantenía alerta. Llevé a los Greco a mi despacho, un espacio donde las decisiones más importantes de mi vida se han tomado, un lugar donde nada puede ocultarse. Giuseppe entró primero, con la imponente presencia que lo caracteriza. Angelina lo siguió, siempre elegante, aunque había una cierta tensión en sus movimientos, como si algo la incomodara. Cierro la puerta tras ellos y tomo asiento frente a ambos, preparado para lo que sea que tengan que decirme.

Giuseppe no pierde tiempo en entrar en materia, con esa voz profunda y autoritaria que siempre ha usado para manejar sus negocios.

—Leonardo, Gabrielle está vivo —dice, clavando sus ojos en los míos.

No me sorprendo. Mi encuentro con Gabrielle fue reciente y sigue fresco en mi memoria. Lo que me sorprende es que Giuseppe lo mencione como si esperara que yo no lo supiera. Mantengo mi expresión neutral y asiento con calma.

—Ya lo sé —le respondo sin rodeos—. Me encontré con él hace unos días.

Giuseppe asiente, pero su expresión se oscurece aún más. Angelina se mueve incómoda en su silla antes de intervenir, su tono preocupado.

—Está comenzando a tomar territorio, Leonardo. No es el mismo de antes, ha aprendido de sus errores y ahora está siendo extremadamente cauteloso. Está consolidando alianzas y ganando poder rápidamente. Es peligroso.

La seriedad de su voz me hace saber que Gabrielle ha hecho más movimientos de los que yo creía. Respiro profundo, sin dejarme llevar por la inquietud que la situación podría generar.

—Me encargaré de él —respondo con determinación—. Gabrielle es un problema, lo sé, pero no me detendré hasta que esté fuera de mi camino. No importa cuán peligroso sea.

Giuseppe asiente, aunque su mirada refleja una mezcla de dudas y respeto. No es fácil confiar en que todo saldrá bien, especialmente con un enemigo tan astuto como Gabrielle.

El ambiente en la habitación es tenso, pero Angelina, buscando suavizar la conversación, cambia de tema repentinamente. Su tono se vuelve más ligero, aunque su mirada sigue siendo intensa.

—Leonardo, cuéntame de Alessandro. ¿De dónde lo sacaste?

La pregunta me toma ligeramente por sorpresa, aunque sé que eventualmente alguien preguntaría algo así. Alessandro es una figura que ha causado revuelo, y la curiosidad es natural. Sonrío al recordar la historia, aunque en ese momento todo parecía un juego peligroso.

—Alessandro es mi novio —digo sin vacilar—, y pronto será mi marido.

Veo cómo Angelina se inclina un poco hacia adelante, interesada genuinamente en lo que tengo que decir. Giuseppe también escucha atentamente, aunque mantiene su expresión más contenida.

—Todo comenzó por una deuda —comienzo a explicar—. Luigi Farrera, su padre, tenía una deuda importante conmigo. Alessandro fue parte del acuerdo. Inicialmente, pensé que sería una transacción simple, pero cuando lo conocí... —me detengo un momento, dejando que las palabras resuenen—. No podía dejarlo ir. Había algo en él, algo que me atraía profundamente.

Mientras hablo, noto que ambos, Angelina y Giuseppe, parecen tensarse más con cada palabra. Especialmente cuando menciono el nombre de Luigi Farrera, el ambiente en la habitación cambia. Angelina parece congelarse por un momento, su mirada fija en mí.

—¿Dijiste Luigi Farrera? —pregunta con un tono que apenas contiene su incredulidad.

Asiento, intrigado por su reacción.

—Sí, Luigi Farrera. ¿Por qué lo preguntas?

Angelina intercambia una mirada rápida con Giuseppe, y puedo ver la tormenta de emociones que comienza a formarse en su rostro. Me inclino ligeramente hacia adelante, sintiendo que algo importante está a punto de ser revelado.

—¿Luigi Farrera es de Florencia? —pregunta, su voz temblando levemente.

—Sí —respondo, cada vez más intrigado—. Luigi es de Florencia. ¿Qué está pasando, Angelina?

De repente, sus ojos se llenan de lágrimas. Las primeras caen lentamente, y luego se cubre la cara con las manos, sollozando suavemente. Me sorprende verla así. Angelina siempre ha sido una mujer fuerte y controlada. Esto es algo mucho más profundo.

—¿Qué sucede? —le pregunto, sintiendo la urgencia de entender lo que está ocurriendo.

Angelina se toma unos momentos para recomponerse antes de finalmente mirarme con ojos enrojecidos, pero llenos de determinación.

—Hace muchos años —comienza, su voz quebrada—, yo... tuve un hijo. Un niño. Pero no podía cuidarlo. Era joven, vulnerable, y no tenía las herramientas para ser una madre. Así que... decidí darlo en adopción. Se lo confié a mi mejor amiga y a su pareja.

Me quedo en silencio, mi mente trabajando rápidamente para unir las piezas de la historia. Giuseppe permanece en silencio, pero sus ojos reflejan una emoción que rara vez muestra. Algo dentro de mí me dice que lo que viene no será fácil de procesar.

—Su pareja... era Luigi Farrera —continúa Angelina, su voz temblando al pronunciar ese nombre—. Luigi y mi amiga aceptaron criar a mi hijo. Y después de todos estos años... creo que Alessandro es mi hijo.

El impacto de sus palabras me golpea como un mazazo. Siento que el mundo se detiene por un segundo, y lo único que puedo hacer es mirarla fijamente, intentando comprender lo que acaba de decir.

—¿Tu hijo? —repito, como si al decirlo en voz alta pudiera darle sentido.

Giuseppe interviene en ese momento, su voz grave pero con una clara carga emocional.

—Leonardo, tiene sentido. Desde la primera vez que conocí a Alessandro en Milán, sentí algo familiar en él. No podía explicarlo, pero sabía que había una conexión. Ahora todo encaja. Alessandro es, sin duda, un Greco.

Me quedo sin palabras, incapaz de procesar completamente lo que acabo de escuchar. Si esto es cierto, si Alessandro realmente es el hijo perdido de Angelina Greco, entonces su vida, nuestra vida, está a punto de cambiar drásticamente.

Angelina sigue llorando suavemente, pero en su rostro hay una mezcla de dolor y esperanza, como si hubiera encontrado algo que había perdido hace mucho tiempo.

—No sé si lo comprenderá de inmediato, pero todo apunta a que Alessandro es mi hijo —dice, su voz apenas un susurro.

Respiro hondo, tratando de recuperar la compostura. Esto no es algo que pueda ocultarse por mucho tiempo, pero sé que debemos manejar la situación con cuidado.

—Alessandro necesita saber la verdad —digo finalmente, con una firmeza renovada en mi voz—. Pero debemos hacerlo con cuidado. Esto cambiará su vida por completo, y quiero asegurarme de que esté preparado para lo que viene.

Giuseppe asiente lentamente, mientras Angelina se seca las lágrimas con un pañuelo. La intensidad del momento aún pesa en la habitación, pero sé que este es solo el comienzo de una nueva y complicada etapa.

—Lo haremos bien, Leonardo —responde Giuseppe, su voz firme—. Pero Alessandro merece saber quién es realmente.

La verdad ha salido a la luz, y ahora no hay vuelta atrás.

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