Leonardo
Estoy en el jardín de la mansión, intentando despejar mi mente con cada disparo. Las botellas y latas que he colocado como blancos se sacuden con el impacto del plomo, y el sonido seco de cada disparo resuena en el aire. La fría brisa nocturna acaricia mi rostro, pero no es suficiente para enfriar el tumulto en mi interior.
Los problemas con Alessandro no cesan. No importa cuánto intente concentrarme en el tiro, sus constantes negativas a comer y su actitud desafiante parecen seguirme a cada lugar. La presión de mi propia decisión se hace más pesada con cada día que pasa.
Estoy tan inmerso en mi rutina que casi no escucho el paso suave de Sofía acercándose. Su presencia, siempre tranquila y serena, contrasta con la furia que siento en este momento.
—Leonardo —dice, su voz tranquila como el murmullo de la fuente en el centro del jardín—, necesitamos hablar.
Hago un último disparo y observo cómo la botella se hace añicos, el eco del sonido es un alivio momentáneo. Dejo el arma a un lado y me vuelvo para enfrentarla. Su expresión es una mezcla de preocupación y determinación, algo que rara vez veo en ella.
—¿Qué sucede? —pregunto, tratando de mantener la paciencia mientras mis pensamientos siguen dispersos.
Sofía se acerca un poco más, su expresión cargada de preocupación.
—Alessandro otra vez no quiere comer —comienza, su tono serio y cargado de preocupación genuina—. Lo he intentado todo, pero simplemente se niega a tocar la comida.
Frunzo el ceño. Alessandro, siempre ese nombre, siempre ese recordatorio constante de mi decisión. El peso de la culpa y la frustración me asfixian, pero mi respuesta sigue siendo fría y calculada.
—Déjalo. Si no quiere comer, es su problema. No podemos obligarlo a hacer nada que no desee.
Sofía me mira, su tristeza y determinación casi palpables. No parece dispuesta a dejar que el tema se evapore tan fácilmente.
—No puedes seguir siendo cruel con él —le dice, su voz firme pero cargada de preocupación—. Lo entiendes, ¿verdad? Está asustado y desorientado. No solo lo estás tratando como una mercancía, lo estás deshumanizando.
Sus palabras golpean con fuerza. La verdad en sus palabras resuena en mi mente, y me encuentro enfrentando una parte de mí que preferiría evitar. La culpa comienza a filtrarse en mi mente, haciendo temblar mi resolución.
—No estoy siendo cruel, Sofía. Estoy haciendo lo que necesito hacer para mantener el orden —respondo, aunque mi voz vacila, revelando mi inseguridad.
Sofía se acerca más, colocando una mano reconfortante en mi brazo.
—No, Leonardo. No se trata solo de mantener el orden. Se trata de cómo tratas a las personas que están bajo tu poder. Alessandro no ha hecho nada para merecer esto. No puedes castigarle por las decisiones que tomaron otros.
La verdad en sus palabras se abre paso en mi corazón. Me veo obligado a confrontar la dureza de mi propia conducta, esa que he mantenido como una coraza durante tanto tiempo. La mirada de Sofía es firme, pero también llena de compasión. Me pregunto si alguna vez podré reconciliar mis decisiones con las necesidades de aquellos que he afectado.
—¿Qué sugieres, entonces? —pregunto, el tono de mi voz lleno de duda—. ¿Que le dé más libertad? ¿Que lo trate como si no fuera parte de un trato que se ha hecho?
Sofía asiente, su expresión llena de esperanza.
—Sí, Leonardo. Lo que estoy sugiriendo es que trates a Alessandro como una persona, no como una propiedad. Permítele ver que hay algo más en esta casa que solo cadenas y órdenes. Quizás, si ves en él algo más que un simple pago de deuda, podrías empezar a comprender por qué no puedes seguir tratándolo de esta manera.
Sus palabras parecen atravesar mi dura fachada. Miro hacia el horizonte, donde las sombras se alargan en la creciente oscuridad. La verdad que revela Sofía está comenzando a afectar mis pensamientos.
—Lo haré —digo finalmente, la resolución en mi voz ahora es menos firme, pero aún decidida—. Haré un esfuerzo para ser más... humano con él. Pero no prometo que será fácil.
Sofía me sonríe, una expresión de alivio y apoyo en su rostro.
—Eso es todo lo que pido, Leonardo. A veces, la verdadera fuerza radica en la capacidad de ver más allá de lo que está frente a nosotros, y de reconocer la humanidad en los demás.
Sofía se aleja para atender otros asuntos, dejándome solo con mis pensamientos. La casa, el jardín, la vida que llevo; todo parece pesarme más en este momento. Me pregunto si realmente puedo encontrar una manera de reconciliarme con mis propias decisiones y si, en algún momento, encontraré una forma de redimirme.
El jardín, una vez un campo de batalla mental, ahora ofrece una paz efímera. Mientras la luz de la mansión se enciende a lo lejos, me pregunto si, al final del día, podré encontrar una manera de reconciliar la brutal realidad de mis decisiones con el deseo de tratar a Alessandro con la humanidad que merece.
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Sombras De Pasión
RomanceAlessandro Ferrara ha pasado su vida en la sombra de la desesperación. Hijo de un padre alcohólico y con una madre fallecida, ha trabajado incansablemente para mantener a su familia a flote. Cada día es una lucha por sobrevivir, y sus esperanzas est...