Alessandro
Estaba terminando de vestirme cuando Leonardo entra en la habitación con un gesto serio. Cierro la puerta del armario y me giro para verlo.
—¿Todo bien? —le pregunto, notando la tensión en su rostro.
Leonardo asiente, pero claramente tiene algo importante que decirme.
—Giuseppe Greco va a visitarnos —dice sin rodeos.
El nombre de Giuseppe hace que me detenga un segundo. Recuerdo bien a ese hombre. La última vez que lo vi fue en Milán, durante aquella fiesta que organizó el clan Greco. Nos trató increíblemente bien, a mí en especial, lo que me sorprendió en su momento. Era un hombre poderoso, con una presencia imponente, pero sorprendentemente amable conmigo. No cualquiera recibía ese tipo de trato, y menos alguien que no formaba parte de su círculo directo.
—¿Giuseppe? —repito, procesando la información—. ¿Y por qué va a visitarnos?
Leonardo cruza los brazos y se apoya en el marco de la puerta.
—Viene con su hija, Angelina. Tienen algunos asuntos que discutir conmigo. —Su tono es neutral, pero algo en su voz sugiere que estos "asuntos" no son tan simples.
—¿Angelina? —pregunto, levantando una ceja. Nunca había escuchado hablar de ella, aunque siendo heredera del clan Greco, seguramente sería alguien importante.
—Sí, ella es la heredera del clan Greco —responde Leonardo—. Los Greco estarán con nosotros unos días, mientras resuelven ciertos temas que tienen que ver con sus territorios y algunas negociaciones. Necesito que estés presente cuando lleguen.
Asiento, aunque una parte de mí siente cierta incomodidad al saber que Giuseppe estará aquí. No es que me desagrade, pero siempre he sentido que ese hombre es más de lo que aparenta.
—De acuerdo, estaré ahí —le digo a Leonardo, quien asiente y sale de la habitación.
Con el paso de las horas, mi mente no puede evitar volver una y otra vez a aquel encuentro en Milán. Giuseppe era un hombre que, a pesar de su apariencia severa, siempre se mostró cortés y respetuoso conmigo. Recuerdo cómo, en esa fiesta, me trató como si fuera parte de su propia familia, a pesar de que era la primera vez que me veía. No puedo evitar preguntarme si esta visita traerá algún tipo de tensión o si será una reunión meramente formal.
El día avanza rápidamente, y cuando finalmente llega la hora, me encuentro con Leonardo en el salón principal, esperando la llegada de Giuseppe y su hija. Leonardo está sentado a mi lado, revisando algunos papeles, pero yo estoy demasiado inquieto como para concentrarme en algo.
—¿Cómo es Angelina? —le pregunto de repente, intentando despejar mi mente.
Leonardo levanta la vista de los papeles.
—Es... diferente a lo que podrías esperar. Es hermosa, pero también muy inteligente y fuerte. No la subestimes solo por su apariencia. —Su tono es serio, como si supiera que su advertencia era necesaria.
Antes de que pueda responder, escuchamos el sonido de un coche llegando a la entrada. Ambos nos levantamos, y en cuestión de segundos, la puerta se abre, revelando a Giuseppe Greco, exactamente como lo recordaba. Alto, con una postura imponente, pero con esa misma mirada amable que me dirigió en Milán. A su lado, una mujer lo acompaña, y no puedo evitar quedarme mirándola por un segundo más de lo necesario.
Angelina.
Es, sin duda, hermosa. Sus ojos son de un azul tan profundo que parecen capturar la luz de la habitación, y su cabellera rubia cae en suaves ondas sobre sus hombros. Lleva un traje elegante que resalta su figura delgada, y su piel clara brilla bajo la luz suave del salón. Pero lo que realmente me desconcierta es la forma en que me mira. Hay algo en su mirada, algo intrigado, como si estuviera intentando descifrarme desde el primer segundo en que sus ojos se posaron en mí.
—Alessandro —me saluda Giuseppe, acercándose a darme un apretón de manos. Su saludo es cálido, igual que la última vez—. Qué gusto verte de nuevo.
—El placer es mío, señor Greco —respondo, devolviéndole el gesto con una sonrisa.
Giuseppe se gira hacia Angelina y la presenta con una inclinación de cabeza.
—Mi hija, Angelina.
—Un placer conocerte, Alessandro —dice ella, con una voz suave pero firme. Su sonrisa es encantadora, pero sus ojos siguen estudiándome, como si intentara leerme.
—El placer es mío, Angelina —respondo, notando la leve rigidez en mi propia voz. No sé por qué, pero su presencia me pone algo nervioso.
Leonardo, siempre el hombre de los modales impecables, los invita a sentarse y se ofrece a traer algo de beber. Mientras tanto, me quedo frente a ellos, intentando no mostrar mi incomodidad. Angelina, sin embargo, no parece tener el mismo problema. Me observa con una intensidad que empieza a hacerse palpable, y no puedo evitar preguntarme qué está pensando.
A lo largo de la conversación, descubro que los Greco se quedarán unos días en la mansión. Tienen asuntos importantes que tratar con Leonardo, algunos relacionados con sus territorios y la expansión de su influencia. Aunque trato de mantenerme al margen de esas conversaciones, no puedo evitar notar que cada vez que hablo, Angelina me escucha con atención, como si estuviera analizando cada palabra que digo.
—Espero que disfruten su estancia aquí —digo finalmente, rompiendo el silencio que se había formado.
Giuseppe asiente con una sonrisa.
—Estamos seguros de que será así, Alessandro. —Su mirada se suaviza por un momento, pero luego regresa a su habitual expresión seria—. Estoy seguro de que tú y Angelina tendrán tiempo para conocerse mejor.
Angelina asiente, su sonrisa nunca desapareciendo.
—Eso espero —dice suavemente, pero hay algo en su tono que me hace pensar que no se refiere solo a una simple charla.
Cuando la reunión termina, y los Greco se retiran a sus habitaciones, me quedo en el salón, tratando de ordenar mis pensamientos. Hay algo en Angelina que me intriga, pero también me pone en alerta. Su belleza es innegable, pero es su mirada, esa manera de estudiarme, lo que me tiene inquieto. No puedo evitar preguntarme qué espera de mí en los días que estarán aquí.
ESTÁS LEYENDO
Sombras De Pasión
RomanceAlessandro Ferrara ha pasado su vida en la sombra de la desesperación. Hijo de un padre alcohólico y con una madre fallecida, ha trabajado incansablemente para mantener a su familia a flote. Cada día es una lucha por sobrevivir, y sus esperanzas est...