Capítulo 31

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Alessandro

El aire en la habitación es denso, aunque todo parece en calma. No puedo dejar de darle vueltas a lo que sucedió hace apenas unas horas. La imagen de aquella cabeza ensangrentada sigue apareciendo en mi mente, junto con el terror que sentí en ese momento. Pero lo que más ocupa mis pensamientos es lo que Leonardo me dijo después. "Te protegeré. Quemaría el mundo por ti."

Nadie nunca me ha dicho algo así. Es una promesa que no puedo entender del todo, sobre todo viniendo de alguien como él, alguien que al principio me trataba como si no fuera más que una moneda de cambio, un pago de una deuda. Sin embargo, ahora... ahora parece diferente. Las palabras de Leonardo siguen resonando en mi cabeza, dándome vueltas, como un eco constante que no puedo ignorar.

Estoy sentado en la cama, tratando de encontrarle sentido a todo, cuando la puerta de mi habitación se abre lentamente. Levanto la vista y allí está Leonardo, observándome con esa misma intensidad que parece capaz de atravesarme.

—Ven conmigo —me dice en un tono bajo pero firme.

No pregunto nada, solo asiento y lo sigo. Hay algo en su voz, en su mirada, que me hace confiar en él sin dudarlo. Caminamos en silencio por los pasillos de la mansión, hasta que finalmente salimos. El frío de la noche me golpea en la cara, pero no digo nada. Nos dirigimos hacia su coche, y mientras nos alejamos, el silencio entre nosotros se vuelve más espeso, más cargado de tensión.

El trayecto es breve, pero cada segundo se siente eterno. Cuando finalmente llegamos a una vieja bodega abandonada, el ambiente cambia. Hay algo en este lugar que me pone nervioso. El corazón me late más rápido, y no puedo evitar sentir que algo grande está por suceder.

Leonardo me guía hacia el interior. Las paredes son de metal oxidado, y el suelo está lleno de polvo y suciedad. El lugar huele a humedad y a viejo, pero lo que realmente me impacta es lo que veo en el centro de la habitación.

Luigi. Mi padre.

Está en el suelo, de rodillas, con las manos atadas a la espalda. Sus ojos están llenos de miedo. No es el Luigi arrogante y borracho que recuerdo de mi infancia. No. Este hombre frente a mí es una sombra de lo que solía ser. Su cabello está revuelto, su ropa sucia, y su expresión es de puro pánico.

Los hombres de Leonardo lo rodean. Todos están esperando, y siento cómo la atención se centra en mí. No entiendo del todo lo que está sucediendo, pero una parte de mí empieza a sospechar.

—Alessandro —escucho la voz de Leonardo a mi lado—. Te doy la oportunidad de hacerle pagar por todo lo que te hizo. Por todo lo que le hizo a tu madre.

Mis ojos se clavan en Luigi, y de repente, los recuerdos empiezan a invadir mi mente. Todos los momentos en los que este hombre me golpeó, me insultó, me hizo sentir como si no valiera nada. Recuerdo las noches en las que mi madre intentaba protegerme de él, las veces que ella misma se llevó los golpes que estaban destinados a mí.

Y entonces, lo más doloroso de todo: el día en que me entregó a Leonardo. Sin dudarlo, sin pensarlo dos veces. Me vendió como si no fuera más que un objeto, como si mi vida no tuviera ningún valor. No le importaba si me iban a matar o no. Me había desechado sin ningún remordimiento.

El odio comienza a crecer dentro de mí, ardiente, imparable. Mis manos tiemblan mientras observo a Luigi en el suelo, suplicante. Este hombre destruyó mi infancia, y por su culpa, mi madre murió en medio de la miseria, sin recibir el amor ni el respeto que merecía.

—Mis hombres están bajo tus órdenes, Alessandro —dice Leonardo, interrumpiendo mis pensamientos—. Solo di lo que quieres, y ellos lo harán.

El poder que siento en ese momento es abrumador. Por primera vez en mi vida, tengo el control. Por primera vez, Luigi no es el que dicta las reglas. Me mira con ojos llenos de miedo, balbuceando excusas, tratando de justificar lo injustificable. Pero ya es demasiado tarde para las palabras.

—Alessandro, por favor... —suplicó Luigi, con la voz temblorosa—. No... no hagas esto... soy tu padre...

—¿Mi padre? —repito con desprecio, escupiendo las palabras—. Nunca has sido un padre para mí. Y mucho menos un esposo para mamá.

Mi voz suena extraña, como si no fuera mía. Es fría, cargada de odio. Me acerco un paso más, y siento la ira crecer dentro de mí, hasta que es casi insoportable.

—Golpéenlo —digo finalmente, mi voz apenas un susurro, pero firme—. Quiero que lo golpeen como él golpeaba a mi madre.

Los hombres de Leonardo no dudan. Se abalanzan sobre Luigi y comienzan a golpearlo. Los sonidos de los golpes resonando en el aire me traen de vuelta esos momentos en los que mi madre sufría en silencio, protegiéndome, soportando la furia de un hombre que no merecía vivir.

—Más fuerte —les ordeno, mis palabras saliendo con veneno—. Así... así es como la golpeaba a ella.

Cada golpe que recibe Luigi es una pequeña parte de la justicia que nunca creí posible. Pero, a pesar de todo, no siento satisfacción. Solo vacío. Tal vez porque sé que ningún castigo será suficiente para reparar lo que nos hizo a mi madre y a mí.

Después de un rato, sus gritos se apagan, y los hombres de Leonardo se detienen. Luigi está en el suelo, apenas consciente, cubierto de sangre y moretones. No lo reconozco. Este hombre que alguna vez dominó mi vida con su crueldad ahora no es más que una sombra rota de lo que era.

Leonardo se acerca y coloca una mano firme en mi hombro. Sus ojos, aunque duros, tienen una comprensión que no esperaba.

—Mis hombres se lo llevarán —me dice en voz baja—. No tendrás que volver a verlo nunca más.

Asiento, sin decir nada. La furia que sentí hace unos minutos comienza a disiparse, dejándome solo con una sensación de cansancio.

—¿Por qué hiciste esto por mí? —le pregunto finalmente, mi voz apenas un murmullo.

Leonardo me mira en silencio durante un largo momento, como si estuviera eligiendo cuidadosamente sus palabras.

—Porque nadie debería sufrir como tú lo hiciste —responde finalmente—. Y porque, Alessandro, te mereces algo mejor.

Me quedo en silencio, procesando sus palabras. Por primera vez, siento que tal vez, solo tal vez, merezco más de lo que he tenido hasta ahora.

Y mientras salimos de la bodega, sé que mi vida ha cambiado. No soy el mismo Alessandro que entró aquí. Ahora, por fin, soy libre.

Sombras De PasiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora