Capítulo 49

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Alessandro

Despierto lentamente, sintiendo el calor de las sábanas y el peso reconfortante del cuerpo a mi lado. Mis músculos protestan un poco cuando me muevo, un recordatorio suave de lo que pasó anoche. La luz de la mañana entra suavemente por las cortinas, iluminando la habitación con una calidez tranquila. Me giro en la cama y lo veo: Leonardo, desnudo, relajado, respirando profundamente mientras duerme.

No puedo evitar sonreír al verlo tan vulnerable y, a la vez, tan imponente incluso en su descanso. Sus cabellos oscuros caen desordenadamente sobre su frente, y por un momento me quedo mirándolo, embelesado. Es extraño pensar en lo rápido que todo ha cambiado. Lo que sentí anoche no fue solo físico. Hubo algo más, algo profundo que me remueve por dentro y me hace querer estar a su lado siempre.

Mis dedos se mueven solos, recorriendo su mejilla con suavidad. La piel de Leonardo es suave, pero tiene esa firmeza característica de alguien acostumbrado al control. Pienso en lo que sucedió en el baño, en cómo su cuerpo se sentía contra el mío, en el placer que me inundó en ese momento. Jamás había experimentado algo tan intenso. Con Marco, todo fue diferente, más distante, más frío. Con Leonardo, siento una conexión que no había creído posible.

Acaricio su rostro y una oleada de emociones me invade. Quiero quedarme con él, quiero descubrir qué más podemos ser juntos, más allá de la pasión. Pero no solo es eso... Quiero entender a este hombre, conocer lo que guarda detrás de esa fachada de poder y fuerza. Porque sé que hay más, lo sentí anoche.

De repente, Leonardo se mueve ligeramente, y sus ojos se abren lentamente. La luz de la mañana ilumina su mirada, haciéndola brillar de una manera que me deja sin aliento. Cuando me sonríe, siento una calidez inexplicable.

—Buenos días —murmura con esa voz ronca que tanto me gusta.

Le devuelvo la sonrisa, sintiendo una ola de felicidad inexplicable al verlo despertar a mi lado.

—Buenos días —le respondo en voz baja.

Leonardo me observa por un momento, sus ojos recorriendo mi rostro, y luego nota algo. Me acaricia el brazo con una ternura que no esperaba de alguien como él, alguien que normalmente es todo poder y control.

—¿Estás bien? ¿Fui muy rudo contigo anoche? —me pregunta con un tono suave, pero con una ligera preocupación en su mirada.

Me río un poco y sacudo la cabeza.

—Estoy un poco adolorido, pero no es nada —le digo, tratando de restarle importancia.

La verdad es que sí, me duele un poco. Pero es un dolor que me hace sonreír, porque me recuerda lo que compartimos anoche. Fue intenso, fue apasionado, pero también fue... perfecto. No cambiaría nada de lo que pasó.

Leonardo sonríe de nuevo, esta vez con esa chispa de picardía que me vuelve loco. Se inclina hacia mí y me besa suavemente, un beso lento y lleno de ternura, completamente distinto de la pasión desenfrenada de anoche.

—Lo siento... a veces me dejo llevar —murmura entre besos, mientras sus labios se deslizan suavemente por mi mandíbula, bajando hacia mi cuello.

Cierro los ojos, disfrutando de cada caricia, de la forma en que su boca roza mi piel. Es un contraste tan grande con la intensidad de la noche anterior, pero no menos adictivo. Hay algo en Leonardo que me hace querer más, algo en su toque que me hace sentir vivo de una manera que jamás había sentido.

—No te disculpes —le susurro, buscando de nuevo sus labios con los míos—. No cambiaría nada de lo que pasó anoche.

Sonríe contra mi boca, profundizando el beso de manera lenta, casi con una especie de hambre contenida. Sus manos recorren mi cuerpo, suaves pero seguras, y yo me pierdo en la sensación de estar tan cerca de él, de ser el único que puede verlo así.

Nos separamos ligeramente, nuestras respiraciones entrecortadas, y lo miro a los ojos. Esos ojos que a veces son fríos, calculadores, pero que ahora me miran con una calidez que me hace estremecer. Me siento vulnerable, pero en el mejor de los sentidos. Con Leonardo, me siento... completo.

—Quiero que sepas algo —dice de repente, con un tono más serio que capta mi atención de inmediato—. Lo que siento por ti no es pasajero. No es solo físico. Contigo... es diferente.

Mi corazón da un vuelco al escuchar sus palabras. No esperaba que él dijera algo así, no tan pronto, no de manera tan honesta. Sé lo difícil que debe ser para él abrirse, compartir lo que siente. Él, que ha sido moldeado para no mostrar debilidad, para no dejar que nadie entre.

Lo miro, tratando de encontrar las palabras adecuadas, pero todo lo que puedo hacer es ser sincero.

—Yo también siento lo mismo —le digo con un nudo en la garganta—. Quiero estar contigo, Leonardo. No solo en estos momentos. Quiero que... esto funcione.

Leonardo me mira intensamente, como si estuviera evaluando cada palabra, asegurándose de que lo que digo es real. Entonces, asiente lentamente, y la tensión en su rostro se suaviza. La sonrisa que me dedica es pequeña, pero genuina.

—Haremos que funcione —responde, con la misma confianza que siempre parece rodearlo.

Nos quedamos en silencio, pero no hace falta decir más. Ambos lo sabemos, ambos entendemos lo que significa este momento. No es solo una aventura, no es solo deseo. Es algo más, algo que estamos dispuestos a explorar juntos.

Y, mientras me acomodo nuevamente en sus brazos, siento que, por primera vez en mucho tiempo, estoy exactamente donde debo estar.

Sombras De PasiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora