Leonardo
La atmósfera en la sala de la mansión es densa, cargada de una tensión que apenas puedo soportar. Estoy sentado en un sillón, con los puños cerrados sobre mis rodillas, mientras miro cómo la luz del sol se filtra a través de las ventanas. Giuseppe y Lorenzo están a mi lado, pero nada de lo que dicen puede calmar la tormenta que ruge dentro de mí.
—Leonardo, necesitas calmarte. —dice Giuseppe, su voz grave y serena—. No podemos hacer nada si te dejas llevar por la ira.
Con un gesto brusco, tomo una copa de cristal y la aprieto con tanta fuerza que se quiebra en mis manos, astillas y vino esparciéndose por el suelo.
—¡No puedo! —grito, sintiendo la frustración y el miedo apoderarse de mí—. No sé dónde está mi hijo, y eso me está matando.
Lorenzo se acerca, intentando ayudarme a limpiarme las manos, pero no puedo apartar la mirada del desorden en el suelo.
—Gabrielle es astuto. —dice Lorenzo—. Pero no lo sabe todo. Estamos en ventaja aquí, Leonardo.
—¿Ventaja? —replico, mi voz cargada de sarcasmo—. ¿Qué ventaja puede haber cuando mi hijo está en manos de ese monstruo?
Giuseppe me mira con preocupación, y puedo ver el dolor reflejado en sus ojos.
—Piensa en Alessandro. —sugiere—. Él necesita tu fortaleza ahora más que nunca.
Esas palabras golpean mi pecho. Alessandro. Mi amor. Si él supiera cómo me siento en este momento, la angustia que me consume.
—¡Y usted cree que eso es fácil! —exclamo—. Cada minuto que pasa sin saber de Maximus es un tormento.
Giuseppe se inclina hacia mí, su tono firme pero comprensivo.
—Lo sé, hijo. Pero tenemos que ser estratégicos. Si entramos en pánico, solo le estamos dando más poder a Gabrielle.
Asiento lentamente, sintiendo cómo la lógica comienza a filtrarse en mi mente nublada por la rabia.
—Tiene razón. —digo, aunque la frustración aún hierve en mi interior—. Pero no puedo simplemente sentarme aquí y esperar.
—Entonces, hagamos algo. —dice Lorenzo, con un brillo en sus ojos—. Necesitamos reunir a todos los hombres del clan nuevamente y haremos otro plan.
—Un plan para localizar a Gabrielle. —afirma Giuseppe—. Cada movimiento debe ser preciso. No podemos arriesgarnos a alertarlo.
Mis manos tiemblan de furia, pero me obligo a respirar hondo.
—¿Y si no lo encontramos? —pregunto, la preocupación regresando—. No puedo permitir que le haga daño a Maximus.
—No lo hará. —responde Lorenzo con determinación—. Te prometo que estaremos listos para actuar.
Giuseppe se levanta, mirando a ambos.
—Bien, entonces vamos a organizar a todos. Necesitamos a cada hombre en su lugar. Este es un asunto de familia, y haremos lo que sea necesario para traer de vuelta a Maximus.
La resolución en su voz me da un poco de fuerza.
—¿Y si Gabrielle se esconde? —pregunto, la incertidumbre persiguiéndome—. Siempre ha sido astuto.
—Entonces usaremos eso en nuestra ventaja. —responde Lorenzo, su tono firme—. Lo que no sabe es que estamos más unidos que nunca.
Mientras los tres comenzamos a discutir estrategias, siento cómo la presión en mi pecho se alivia un poco. Pero el miedo a lo que le pueda pasar a mi hijo nunca se irá.
—Necesito saber que está a salvo. —susurro, mis palabras casi perdidas en el aire.
—Y lo sabrás. —dice Giuseppe, colocándome una mano en el hombro—. Vamos a recuperar a Maximus, cueste lo que cueste.
Las palabras del señor Giuseppe resuenan en mí, y aunque la ira y el miedo aún burbujean en mi interior, sé que no estoy solo. La familia es todo lo que tenemos, y juntos enfrentaremos esta tormenta.
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Sombras De Pasión
RomanceAlessandro Ferrara ha pasado su vida en la sombra de la desesperación. Hijo de un padre alcohólico y con una madre fallecida, ha trabajado incansablemente para mantener a su familia a flote. Cada día es una lucha por sobrevivir, y sus esperanzas est...