Leonardo
Han pasado tres meses desde la muerte de Gabrielle. Tres largos meses desde que finalmente pude respirar sin la amenaza constante de su sombra sobre nosotros. Hoy, la casa está llena de vida, de risas y de conversaciones. Estamos todos reunidos para celebrar el cumpleaños de Angelina, la madre de Alessandro, una mujer que se ha convertido en alguien fundamental para nuestra familia.
Desde una esquina de la sala, observo cómo Alessandro juega con nuestro hijo, Maximus. La luz del día entra por las grandes ventanas, bañando a mi esposo y a nuestro hijo en una cálida luz que hace que todo parezca más pacífico, más real. Todo lo que hemos pasado para llegar aquí, todo el dolor y la lucha, parece valer la pena en momentos como este.
Maximus se ríe a carcajadas mientras Alessandro lo levanta en el aire, como si fuera un avión. Ver a Alessandro tan despreocupado, tan feliz, me llena de una sensación que hace mucho no sentía: calma.
Me acerco a ellos, dejando que las risas y las voces de fondo se desvanezcan en mi mente. Solo puedo centrarme en la imagen frente a mí: Alessandro con esa sonrisa de orgullo paternal y Maximus, con los ojos brillantes de alegría.
Cuando estoy lo suficientemente cerca, Alessandro me mira y sonríe, una sonrisa que es solo para mí. Me arrodillo junto a ellos, y Maximus, al verme, extiende sus manos pequeñas hacia mí, deseando que lo cargue.
—Ven aquí, pequeño —le digo, abriendo los brazos para recibirlo.
Maximus se ríe y, en cuanto lo tengo en brazos, se inclina hacia adelante y me muerde suavemente la mano. Es un mordisco infantil, sin fuerza, pero me sorprende. Alessandro suelta una carcajada, esa risa profunda que siempre me hace sonreír.
—Parece que te tomó como su próximo juguete —dice Alessandro, sus ojos llenos de diversión.
—Bueno, si es que ha copiado algo de mí —le respondo, sonriendo mientras acaricio la cabeza de Maximus—, tal vez sea esa energía inagotable.
Maximus sigue mordiendo mi mano, sin dejar de reír. Y ahí estamos, los tres juntos, en un pequeño momento de felicidad que me hace sentir que todo está bien.
—¿Cómo te sientes? —me pregunta Alessandro, su tono cambia de juguetón a más serio, aunque todavía cargado de cariño.
—Estoy bien —le respondo sin vacilar, aunque sé que Alessandro puede leerme mejor que nadie.
Gabrielle ya no es una amenaza, pero las secuelas de lo que ocurrió no desaparecen tan fácilmente. Alessandro lo sabe. Me ha visto lidiar con las repercusiones, las noches de insomnio, la presión de los negocios, el peso de mantener todo en orden.
Me quedo un momento en silencio, observando a nuestro hijo mientras juega con mis dedos. Entonces, me vuelvo hacia Alessandro, queriendo decirle algo que he estado pensando.
—Ahora que Gabrielle está muerto y los negocios están más calmados, estaba pensando... —digo lentamente, esperando su reacción—. Quizá podamos tomarnos un tiempo para nosotros. Para dedicarle más tiempo a Maximus, a nuestra familia.
Alessandro me mira con una mezcla de sorpresa y alivio. Sus labios se curvan en una pequeña sonrisa, esa que solo me dedica cuando está de acuerdo conmigo pero no lo esperaba.
—¿Estás diciendo que tú, Leonardo Russo, vas a tomarte unas vacaciones? —bromea, levantando una ceja.
—No exactamente vacaciones —le respondo, riendo un poco—. Pero creo que después de todo lo que hemos pasado, merecemos algo de tranquilidad, ¿no crees?
Alessandro asiente, su rostro se relaja y veo cómo deja caer sus hombros un poco, como si también él estuviera liberando un peso que llevaba encima.
—Tienes razón —dice en voz baja, mirando a Maximus—. Este pequeño merece tener a sus padres sin distracciones. Y nosotros merecemos un descanso, lejos de todo el caos.
Maximus, ajeno a nuestra conversación, balbucea algo incomprensible mientras juega con nuestras manos, pero es como si entendiera que estamos hablando de él. Alessandro lo mira con ternura y le besa la frente.
—Entonces, ¿qué sugieres? —me pregunta Alessandro—. ¿Un lugar tranquilo donde podamos desconectar de todo?
—Algo así. Pensé que podríamos irnos a algún lugar lejos de todo —respondo—. Un lugar donde no tengamos que preocuparnos por nada más que nosotros.
—¿Alguna villa en la costa, tal vez? —sugiere Alessandro, entusiasmado—. Un lugar donde Maximus pueda correr libre, sin peligros.
La idea me atrae. Un lugar apartado, sin reuniones, sin amenazas, solo nuestra familia.
—Suena perfecto —digo, sonriendo—. Creo que es justo lo que necesitamos.
—Entonces está decidido —responde Alessandro, su tono más ligero—. Nos tomamos un tiempo. Solo nosotros tres.
Nos quedamos en silencio por un momento, disfrutando de la tranquilidad de estar juntos. Maximus sigue jugando en mis brazos, su risa llenando el aire a nuestro alrededor. Por un instante, todo el caos del pasado se siente lejano, como si ya no importara.
La voz de Angelina nos llama desde el otro lado de la sala. Es hora de cantar el "Feliz Cumpleaños". Alessandro se pone de pie y me ayuda a levantarme mientras sostenemos a Maximus.
—Vamos, no podemos hacer esperar a mamá —dice Alessandro con una sonrisa.
—Claro, no querrás enfadar a la cumpleañera —le respondo, siguiéndolo hacia el centro de la sala.
Y mientras nos unimos a la celebración, no puedo evitar sentir una paz profunda. Esta es mi familia, este es mi hogar. Todo lo que hemos pasado nos ha llevado aquí, a este momento. Y ahora, por fin, podemos comenzar a vivir en paz.
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Sombras De Pasión
RomanceAlessandro Ferrara ha pasado su vida en la sombra de la desesperación. Hijo de un padre alcohólico y con una madre fallecida, ha trabajado incansablemente para mantener a su familia a flote. Cada día es una lucha por sobrevivir, y sus esperanzas est...