Capítulo 48

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Alessandro

Después de la conversación con Clara, mi mente no ha tenido descanso. Sus palabras aún resuenan en mi cabeza, especialmente sus bromas sobre Leonardo. ¿Cómo sería él desnudo?, me pregunto sin poder evitarlo. La imagen se clava en mi mente, provocando un calor incómodo que comienza a subir por mi cuerpo. Intento sacarlo de mi cabeza, pero es inútil. El deseo, ese impulso reprimido que había logrado controlar hasta ahora, se va haciendo más fuerte.

Miro hacia la puerta de la sala, sabiendo que si sigo aquí, acabaré volviéndome loco. Sin pensar demasiado, me levanto del sofá y me dirijo rápidamente hacia mi habitación. Necesito espacio, tranquilidad... algo que me ayude a calmarme.

Pero el destino, o quizá mi propia mala suerte, tiene otros planes.

A mitad del pasillo, mientras avanzo apresurado hacia mi cuarto, me encuentro con una visión que paraliza mi cuerpo. Leonardo está saliendo del baño, y lo único que lleva puesto es una toalla blanca envuelta alrededor de su cintura. Su piel aún húmeda brilla bajo las luces del pasillo, y cada músculo de su torso parece esculpido por el mismísimo arte. Su cabello oscuro está mojado, algunas gotas caen por su cuello, y mi boca se seca al verlo.

Mis ojos se quedan clavados en su figura, y el calor que sentía antes aumenta exponencialmente. Mi respiración se agita sin que pueda evitarlo, y Leonardo, por supuesto, lo nota.

—Alessandro... —dice con voz suave, aunque hay algo juguetón en su tono. Su mirada se fija en mí, observando cada detalle de mi reacción—. ¿Te pasa algo?

Trago saliva con dificultad, sin saber qué decir. Pero mis ojos no mienten, no puedo apartar la mirada de su cuerpo, y Leonardo parece disfrutar de mi nerviosismo. La sonrisa que aparece en su rostro lo confirma.

—¿Seguro que estás bien? —insiste, acercándose un paso más hacia mí. La toalla se ajusta un poco más a su cintura, y mis ojos siguen cada movimiento.

Mi cuerpo entero parece temblar ante su proximidad. Siento una mezcla de nervios y deseo que me consume por dentro, y cada paso que él da hacia mí hace que esa sensación se vuelva más intensa, más difícil de ignorar. Cuando está lo suficientemente cerca como para que nuestras respiraciones se mezclen, mi cuerpo responde antes de que mi mente pueda controlarlo.

Me lanzo hacia él, sin poder aguantar más, y nuestros labios se encuentran en un beso feroz, cargado de pasión reprimida. Leonardo responde con igual intensidad, y su mano agarra mi nuca, tirando de mí hacia él. El calor de su piel me envuelve por completo, y el contacto entre nosotros se vuelve adictivo. El beso se intensifica rápidamente, nuestras lenguas se entrelazan mientras nuestras manos exploran con urgencia.

Sin dejar de besarme, Leonardo me empuja suavemente hacia la pared más cercana. Su pecho firme choca contra el mío, y el roce de su piel desnuda contra mi ropa solo incrementa mi excitación. Sin apartar sus labios de los míos, su mano baja hasta deshacerse de la toalla, dejándola caer al suelo, revelando por completo su cuerpo.

Siento su erección presionando contra mí, y un gemido escapa de mis labios al sentirlo tan cerca, tan presente. Con dedos temblorosos, mi mano baja hasta su entrepierna, tocando su miembro con curiosidad y deseo. Leonardo gime suavemente contra mi boca, y el sonido me enciende aún más. La necesidad de tenerlo, de sentirlo, es casi insoportable.

—Alessandro... —susurra contra mis labios, su voz ronca y cargada de deseo. Sus manos encuentran la forma de desvestirme rápidamente, tirando de mi camiseta y dejando al descubierto mi piel.

Nos movemos sin parar, como si nuestros cuerpos ya supieran lo que el otro necesita. Pronto me encuentro desnudo también, con Leonardo apretándome contra la pared. Sus labios viajan desde mi boca hasta mi cuello, mordiendo suavemente, y cada toque, cada beso, envía chispas de placer por mi cuerpo.

Sin decir una palabra, me da la vuelta. Mi corazón late con fuerza, sabiendo lo que viene, pero el deseo es más fuerte que cualquier nerviosismo que pudiera sentir. Siento sus manos firmes sobre mis caderas, posicionándome, y el calor de su erección presionando contra mí.

—Te deseo tanto... —susurra con voz ronca antes de besar la base de mi cuello.

Un jadeo escapa de mis labios cuando siento la presión en mi entrada. Leonardo es cuidadoso al principio, pero la tensión se va rompiendo mientras él avanza, adentrándose lentamente en mí. La sensación es abrumadora, una mezcla de dolor y placer que me hace arquear la espalda. Él se mueve con paciencia, dándome tiempo para acostumbrarme, pero la necesidad de más no tarda en aparecer.

Cuando finalmente está completamente dentro, ambos dejamos escapar un gemido de alivio y satisfacción. Leonardo comienza a moverse, sus caderas empujando con fuerza pero también con una delicadeza sorprendente. Cada movimiento nos acerca más, y mi cuerpo responde a cada embestida con una mezcla de placer puro.

El sonido de nuestros cuerpos chocando, los gemidos entrecortados que escapan de nuestros labios, y la intensidad del momento lo cubren todo. Me pierdo en la sensación de tenerlo dentro, de estar conectado con él de esta manera tan íntima y profunda. Mi cuerpo se mueve al ritmo del suyo, y cada embestida me lleva más cerca de la cúspide del placer.

Leonardo gime mi nombre mientras aumenta el ritmo, y mis manos se aferran a los bordes de la pared en un intento de mantenerme en pie. El placer se acumula, creciendo con cada segundo, hasta que no puedo soportarlo más. Con un último gemido, me dejo llevar por la ola de placer que me arrastra hacia un orgasmo intenso y abrumador.

Poco después, siento a Leonardo tensarse detrás de mí, su cuerpo alcanzando el mismo punto de éxtasis. Su respiración se acelera mientras se deja llevar por el placer, y finalmente, ambos colapsamos, jadeando y satisfechos.

Nos quedamos así, juntos, durante lo que parecen minutos interminables. Leonardo me rodea con sus brazos, manteniéndome cerca, mientras nuestras respiraciones vuelven a la normalidad. El baño aún está cálido por el vapor, y el silencio que nos rodea es cómodo, lleno de una satisfacción que no necesita palabras.

—Eres increíble, Alessandro —susurra Leonardo finalmente, besando suavemente mi cuello.

Sonrío, aún sintiendo el calor de nuestros cuerpos y la intensidad de lo que acabamos de compartir. No hace falta decir nada más. Lo que acaba de suceder entre nosotros habla por sí mismo.

Sombras De PasiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora