Capítulo 18

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Leonardo

El despacho está en penumbra, solo iluminado por la luz tenue de una lámpara de escritorio. El ambiente es tenso, cargado con la sensación de inminente confrontación. La puerta de mi despacho se abre, y Lorenzo entra con un hombre que parece exhausto y asustado. Está maniatado, y su aspecto es desaliñado, su ropa rota y ensangrentada.

—Hemos capturado a uno de los rivales —anuncia Lorenzo, su tono grave y sin emociones.

—Perfecto —respondo, mi voz cargada de frialdad—. Déjalo aquí.

Lorenzo hace una breve inclinación de cabeza y, con una última mirada hacia el hombre capturado, se retira. La puerta se cierra con un estrépito que resuena en la habitación. Me acerco al hombre, observándolo con una mezcla de desaprobación y furia. No puedo permitir que un desafío a mi autoridad quede impune. Necesito información, y estoy dispuesto a obtenerla a cualquier costo.

El hombre tembloroso se arrodilla en el suelo, su respiración es rápida y entrecortada. Alzo una ceja, sin perder la compostura mientras lo observo. Su miedo es palpable, y eso solo me hace más decidido a extraer lo que necesito.

—¿Dónde están tus compañeros? —mi voz es dura y cortante.

El hombre balbucea, su voz apenas un susurro. No puedo entender sus respuestas confusas. Mi paciencia comienza a agotarse. Tomo un paso hacia adelante, agarrando el brazo del hombre con una mano firme. Mi otra mano se cierra en un puño. Sin previo aviso, le propino un golpe en la cara, haciendo que se tambalee y caiga al suelo.

—Habla —exijo, mi tono helado—. ¿Dónde están?

El hombre trata de levantarse, pero está demasiado aturdido para hacerlo correctamente. Su cara está cubierta de sangre, sus lágrimas se mezclan con las heridas. La desesperación en sus ojos me dice que está a punto de quebrarse, pero aún no ha revelado nada útil. Mi frustración crece. No tengo tiempo para perder con evasivas.

Continúo golpeándolo, cada golpe es más severo que el anterior. El sonido de los golpes se mezcla con los gemidos de dolor del hombre, creando una sinfonía de sufrimiento que llena el despacho. Mi mente está centrada en obtener la información que necesito, sin importar el precio que tenga que pagar.

Desde la esquina de la habitación, siento una presencia observándome. Miro hacia la puerta y veo a Alessandro. Está de pie allí, su cuerpo rígido, y su rostro muestra una mezcla de horror y miedo. Los ojos de Alessandro se encuentran con los míos, y en ellos veo el terror puro. El hecho de que esté viendo toda esta escena solo sirve para intensificar mi furia.

La visión de Alessandro me hace detenerme por un momento. En sus ojos, veo el miedo que he sembrado, el impacto que mis acciones están teniendo en él. No lo miro por mucho tiempo; vuelvo mi atención al hombre capturado y le doy otro golpe, esta vez con más fuerza, en un intento desesperado por obtener una respuesta.

El hombre finalmente empieza a hablar, sus palabras entrecortadas y temblorosas. Me acerco a él, su aliento es una mezcla de sangre y miedo, y escucho con atención lo que dice. Sus respuestas son confusas, pero logran darme una pista sobre la ubicación de los otros miembros de su grupo.

Alessandro sigue en la puerta, sus ojos fijos en la escena. Puedo ver su cuerpo temblar, su miedo palpable. Me doy cuenta de que mi comportamiento está afectando más de lo que esperaba. Mi ira se ha convertido en una herramienta para mantener mi autoridad, pero también está afectando a aquellos que no deberían estar involucrados en estos asuntos.

Finalmente, me alejo del hombre. Mi respiración es rápida, mi cuerpo está tenso, y la furia en mi interior no ha disminuido. El hombre está semiinconsciente, su cuerpo ensangrentado y su rostro distorsionado por el dolor.

Miro a Alessandro una vez más, y su mirada me hace sentir un peso en el pecho. Él no debería estar viendo esto. Siento una mezcla de enojo hacia el hombre que he golpeado y una culpa creciente hacia Alessandro. No sé qué pensar; la rabia y la necesidad de control están tomando el mando.

—Llévenlo —ordeno a mis hombres, que entran rápidamente para llevarse al hombre—. Asegúrense de que no vuelva a desafiarme.

Mis hombres obedecen, y el cuerpo del capturado es arrastrado fuera del despacho. La habitación queda en silencio, y el eco de los gritos del hombre desaparece lentamente. Me vuelvo hacia Alessandro, que sigue de pie en la puerta, su miedo evidente.

—¿Qué estás haciendo aquí? —mi voz es dura, pero hay un matiz de cansancio en ella—. Vete.

Alessandro no responde de inmediato, su cuerpo parece temblar. Finalmente, se da la vuelta y comienza a caminar lentamente hacia su habitación, su paso vacilante y su cabeza gacha.

Mientras lo observo alejarse, el peso de mis acciones se hace más evidente. Mi comportamiento ha afectado a Alessandro, y aunque la necesidad de controlar la situación y mantener mi poder es primordial, también empiezo a entender que mis métodos tienen consecuencias. La lucha interna entre mi furia y el deseo de proteger lo que me importa se vuelve más intensa con cada día que pasa.

El despacho queda en silencio una vez más, y me encuentro solo, con el eco de la violencia y el temor resonando en mis pensamientos. Me dirijo hacia la ventana, buscando algo de calma mientras miro el horizonte. Mi mente está llena de planes y decisiones que deben tomarse, y el costo emocional de mantener el control comienza a pesar en mi conciencia.

Sombras De PasiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora