Capítulo 30

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Leonardo

El despacho ha quedado atrás, así como la reunión urgente con mis hombres sobre el regreso de Gabrielle Rossi. La preocupación que sentí durante la llamada y la conversación con Lorenzo y los demás ha sido sustituida por un profundo deseo de asegurar que Alessandro esté a salvo. Mi mente sigue girando en torno a la amenaza de Gabrielle, pero ahora, lo único que quiero es estar cerca de Alessandro y protegerlo de cualquier peligro.

Cuando llego a la habitación de Alessandro, la puerta se abre suavemente y me encuentro con la imagen de él dormido. El cuarto está sumido en la penumbra de la noche, con solo un leve resplandor proveniente de la luna que se filtra a través de las cortinas. El silencio es casi absoluto, interrumpido solo por el suave y rítmico sonido de su respiración.

Alessandro está recostado sobre la cama, su cuerpo relajado y en paz, ajeno a las tensiones y peligros que se ciernen fuera de estas paredes. El cabello rubio caído sobre su frente y el rostro sereno en el descanso me hacen sentir una oleada de ternura y, al mismo tiempo, un deseo inquebrantable de protegerlo. La imagen de su vulnerabilidad me golpea con fuerza, y la urgencia de cumplir mi promesa de protegerlo se vuelve aún más intensa.

Me acerco a su cama con pasos silenciosos, cuidando de no hacer ruido para no despertarlo. Me siento en el borde de la cama, observando su rostro con una mezcla de culpa y determinación. La noche ha sido larga y la amenaza de Gabrielle Rossi es una sombra que no puedo ignorar, pero mi prioridad es asegurarme de que Alessandro esté a salvo.

Coloco una mano en su frente, sintiendo el calor de su piel. El contacto es reconfortante, y una ola de sentimientos me invade. La culpa por mis acciones pasadas y el miedo por su seguridad se mezclan en mi pecho. Me he comportado como un idiota con él en muchas ocasiones, y ahora, al mirar su rostro tranquilo, me doy cuenta de cuánto he fallado al no darle la protección y el cuidado que merece.

Con un suspiro profundo, inclino mi cabeza hacia él. Las palabras que quiero decir parecen insuficientes en comparación con la intensidad de mis sentimientos, pero necesito que sepa cuánto me importa. Coloco un beso suave en su frente, una acción cargada de promesas no dichas y de un deseo ferviente de enmendar mis errores.

—Lo siento, Alessandro —susurro con voz quebrada—. Siento haber sido un idiota contigo. Te prometo que te protegeré con mi vida. No quiero que sufras más. No quiero que tengas miedo.

Mi voz es apenas un murmullo, una promesa que nace desde lo más profundo de mi ser. La intensidad de mis palabras se refleja en la delicadeza de mi gesto, y mientras me quedo a su lado, siento una conexión más fuerte que nunca. La necesidad de protegerlo no es solo una obligación, sino un compromiso que va más allá de lo que las palabras pueden expresar.

Le miro por unos momentos más, sintiendo un torbellino de emociones. Las amenazas externas, los conflictos internos y los desafíos que enfrentamos parecen desvanecerse, al menos por ahora, en la presencia de su tranquilidad. En este momento, todo lo que importa es su bienestar y mi compromiso de mantenerlo a salvo.

Me levanto lentamente de la cama, dejando que el beso en su frente sea el último contacto que tenga con él antes de salir de la habitación. La puerta se cierra suavemente detrás de mí, y me dirijo hacia el pasillo con una renovada determinación. La protección de Alessandro se ha convertido en mi misión principal, y no permitiré que nada ni nadie ponga en peligro su vida.

Mis pasos son firmes mientras camino por los corredores de la mansión, mi mente fija en la amenaza de Gabrielle Rossi y en las acciones que debo tomar para asegurar la seguridad de Alessandro. La noche está llena de incertidumbre, pero mi propósito es claro: proteger a Alessandro, enmendar mis errores y enfrentar cualquier peligro que se nos presente.

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