Capítulo 29

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Leonardo

El despacho está envuelto en un silencio sepulcral, roto únicamente por el suave murmullo de los papeles que manejo. La luz del atardecer se filtra a través de las cortinas, proyectando un resplandor dorado sobre el mobiliario. Estoy inmerso en mis pensamientos, organizando documentos y reflexionando sobre los recientes eventos, cuando el teléfono en mi escritorio emite un sonido agudo y persistente.

Levanto el auricular con una sensación de intriga mezclada con una ligera preocupación. La voz al otro lado de la línea es áspera, cargada de una familiaridad inquietante.

—¿Leonardo? —la voz es grave y llena de desdén—. Habla tu viejo amigo, Gabrielle Rossi.

El nombre me golpea como una descarga eléctrica. Gabrielle Rossi, un viejo enemigo cuya existencia había considerado eliminada. Mis músculos se tensan mientras intento mantener la compostura.

—Gabrielle —respondo, mi voz firme a pesar del peso de la sorpresa y el enojo—. Creí que te había matado. ¿Cómo es posible que estés vivo?

Un rastro de cruel satisfacción se percibe en la risa que sigue a su respuesta.

—Tienes que saber que tengo más vidas que un gato, Leonardo. Y ahora, el gato está listo para sacar las garras. —Su tono es burlón y amenazante—. He estado vigilándote. Me sorprendió bastante verte con otro chico. No esperaba que tu interés en el rubio fuera tan profundo.

El aire en el despacho parece volverse más denso, cargado con la tensión que emana de sus palabras. Mi mente comienza a girar en torno a la amenaza implícita en sus palabras.

—No te acostumbres al chico rubio —continúa Gabrielle con un tono sádico—. Muy pronto estará muerto, como lo están tus padres y tu abuelo.

El corazón me late con fuerza en el pecho, un golpe constante que acompaña la creciente furia en mi interior. La mención de mi familia, incluso en el contexto de sus muertes, es una provocación que no puedo tolerar. Mis pensamientos se centran en Alessandro, en la amenaza que representa para él, y en el peligro inminente que se cierne sobre él.

—No te atrevas a tocar a Alessandro —digo, mi voz endurecida por la furia—. Te mataré como a un perro si te acercas a él.

Gabrielle ríe, un sonido cruel y lleno de desprecio.

—¿Crees que puedes protegerlo de mí? Eres un hombre de poder, pero no puedes estar en todas partes. Lo que está por venir será más grande de lo que puedes imaginar. Estaré observando cada uno de tus movimientos.

La conversación se corta abruptamente, y el silencio que queda en la línea es tan denso como el que sentía antes de la llamada. El auricular se siente frío y pesado en mi mano. Mis pensamientos se precipitan en un torbellino de preocupación y determinación. El regreso de Gabrielle Rossi no es solo una amenaza, es una llamada a la acción. No puedo permitir que su amenaza se haga realidad.

Mis ojos se cierran y el rostro de Alessandro aparece. Su rostro, tan inocente y confiado, es ahora un objetivo en el campo de batalla que Gabrielle ha elegido. La preocupación se convierte en un impulso urgente. Necesito protegerlo, y no solo de Gabrielle, sino de cualquier amenaza que pueda surgir.

Me levanto de la silla con una decisión firme. Camino con rapidez hacia la puerta del despacho, abriéndola con una determinación que siento en cada paso. Cada movimiento está dirigido hacia una sola meta: asegurar la protección de Alessandro y enfrentar la amenaza que Gabrielle representa.

Salgo del despacho con el propósito de reunir a mis hombres, de planificar una estrategia para proteger a Alessandro y de poner en marcha medidas que garanticen su seguridad. La amenaza de Gabrielle Rossi es real y peligrosa, pero mi compromiso con Alessandro y mi determinación de protegerlo son aún más fuertes.

Mientras me dirijo hacia la sala principal, mi mente se enfoca en las acciones que debo tomar. No permitiré que nada ni nadie interfiera con la seguridad y el bienestar de Alessandro.

La batalla que se avecina no será solo contra Gabrielle, sino contra los ecos del pasado que amenazan con arruinar el futuro. Estoy decidido a enfrentar cualquier desafío, a proteger a Alessandro y a asegurar que la oscuridad del pasado no gane terreno en nuestro presente.

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