Capítulo 19

451 39 3
                                    

Alessandro

La noche ha caído sobre la mansión, envolviendo todo en una oscuridad inquietante. La luna llena ilumina el jardín de manera irregular, proyectando sombras alargadas sobre el césped y los caminos de piedra. Estoy en mi habitación, pero el miedo que siento no me permite quedarme quieto. La imagen del hombre golpeado, el grito de agonía y el control absoluto que Leonardo ejerce sobre todo lo que le rodea han hecho que mi mente esté en una constante agitación.

El terror se apodera de mí y me impulsa a actuar. No puedo soportar más. No puedo quedarme aquí y esperar a ser el siguiente en ser golpeado o torturado. Con una determinación frenética, decido que tengo que escapar, no importa a dónde. La esperanza de encontrar libertad fuera de estos muros me da fuerzas. Me levanto de la cama, me visto rápidamente y me dirijo hacia la puerta.

Salgo al pasillo, mi corazón late con fuerza en mi pecho. Cada paso que doy es una mezcla de ansiedad y decisión. Me muevo con cautela, tratando de evitar cualquier sonido que pueda alertar a los guardias. Paso junto a la habitación de Sofia, y el silencio de la casa parece casi opresivo. La puerta principal está al final del pasillo, y veo la salida, una esperanza tenue de escape.

Llego a la entrada principal y trato de abrir la puerta, pero está cerrada con llave. Miro a mi alrededor y veo que hay una ventana cerca. Intento abrirla, pero está asegurada. Mi desesperación crece. Me dirijo hacia la salida del jardín, donde las rejas del muro parecen mi única opción.

Cuando llego al jardín, siento una pequeña chispa de esperanza. Empiezo a correr hacia la reja, mi mente fija en el objetivo. La brisa nocturna golpea mi rostro, y la adrenalina me da una sensación de velocidad. Pero en medio de mi carrera, escucho pasos pesados detrás de mí. Mi esperanza se convierte en pánico cuando veo a los hombres de Leonardo acercándose rápidamente. Intento aumentar mi velocidad, pero no hay forma de escapar de ellos.

Uno de los hombres me alcanza y me agarra del brazo. La fuerza con la que me detiene es casi dolorosa, y el pánico se apodera de mí mientras lucho por liberarme. Los otros hombres llegan y, sin palabras, me rodean y me inmovilizan.

En ese momento, veo a Leonardo llegar, su figura imponente destaca en la noche. Su rostro está tenso y furioso, y su presencia emite una sensación de amenaza que aumenta mi terror. Se acerca a mí con pasos decididos y me mira con una intensidad que me hace sentir pequeño e insignificante.

—¿Qué creías que ibas a lograr? —su voz es fría y cargada de desprecio—. ¿Creías que podrías escapar de mí?

El miedo en mis entrañas se vuelve abrumador. Me arrastran de vuelta a la casa, y el camino de regreso se siente interminable. Una vez dentro, Leonardo se acerca a mí, sus ojos ardiendo con una furia contenida. La sensación de su presencia es abrumadora. Me siento atrapado, sin salida.

—Te he dado una oportunidad para que te aclimates —dice Leonardo, su voz dura—. ¿Y qué haces? Tratas de escapar como un cobarde.

Me caigo de rodillas, mis fuerzas se han agotado. El terror me consume, y no puedo evitar que las lágrimas comiencen a rodar por mi rostro. Estoy completamente abatido, mi cuerpo temblando de miedo.

—Por favor —suplico, mi voz quebrada—. Tienes que matarme. Estoy aterrorizado. No puedo vivir aquí, no quiero estar aquí. Mátame ya, por favor.

Leonardo me mira con una mezcla de sorpresa y enojo. No parece afectado por mis súplicas, y su mirada permanece fija en mí. Su furia parece disminuir, pero la frialdad en sus ojos no desaparece.

—¿Eso es lo que quieres? —pregunta, su tono cargado de incredulidad—. ¿Que te mate? ¿Crees que eso resolverá tus problemas?

Estoy temblando, incapaz de responder. Solo puedo mirar al suelo, incapaz de enfrentar su mirada. Leonardo se queda en silencio, observándome mientras mis lágrimas continúan cayendo.

—No te voy a matar —dice finalmente, su voz más calmada pero aún imponente—. Lo que quieres es escapar de esta realidad, pero no te lo permitiré. Aquí tienes una oportunidad para cambiar, para enfrentarte a tus miedos. No te dejaré ir tan fácilmente.

Me levanto lentamente, mis rodillas están doloridas, y mis fuerzas están casi agotadas. Leonardo me toma del brazo, y el contacto es frío y firme. Me arrastra de regreso a la casa, y cada paso se siente como una condena. La mansión parece aún más opresiva ahora, y el miedo sigue llenando cada rincón de mi mente.

Me llevan de vuelta a mi habitación, y Leonardo me empuja dentro con una fuerza que no deja lugar a dudas sobre su control. Los hombres lo siguen, y una vez que estoy de vuelta en la habitación, Leonardo cierra la puerta con un golpe que resuena en la habitación.

—Piensa en lo que has hecho —dice Leonardo, su voz más suave pero aún dura—. Reflexiona sobre por qué estás aquí y qué estás dispuesto a hacer para cambiar tu situación. Pero recuerda esto: no me gusta que me desafíen, y no toleraré intentos de escape.

Con eso, se da la vuelta y sale de la habitación, dejando la puerta cerrada detrás de él. Estoy solo en la habitación, mi cuerpo temblando y mi mente llena de confusión y miedo. Las lágrimas continúan cayendo mientras me desplomo en el suelo, la realidad de mi situación golpeándome con una dureza inescapable.

Sombras De PasiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora