Un mensaje¹

27 4 0
                                    

Los segundos pasaban como horas en aquel pequeño consejos; Aemond hablaba con cada segundo que pasaba pero ninguna de sus palabras se quedaban grabadas en la mente de la joven Aena presente ahí.

Se veía enojado, ella podía notarlo, pero por alguna razón no podía entender porque, aún cuando la razón estaba en sus manos.

--Ellos piden que te les unas, si no, no marcharán-- dijo, sus palabras parecieron salir por si solas de sus labios.

El semblante de aemond pareció fruncirse más ante sus palabras, pero ni siquiera ella podía comprender que era lo que acababa de decir.

Sus ojos parecían moverse por su solo en la silueta de aemond que caminaba por el salón, el cuál se detuvo hasta llegar a Tyland lannister.

--Haremos una alianza con la triarquía-- Aquellas palabras que salieron de los labios de su hermano, que, por alguna razón, le dió un mal sabor en su boca de tan solo escucharlas.

Podía observar como los labios de las personas ahí presentes se movían pero no lograba escuchar aquello que decían, su mente estaba perdida y con eso ella misma.

Aena observo como de un segundo a otro todos comenzaron a levantarse de sus sillas y ella hizo lo mismo, caminando hasta la puerta, lo último que quería era estar otro segundo en aquel lugar. Sus ojos divisaron como su madre se detenía, sin salir del salón, pero no le dió importancia y siguió hasta estar fuera del lugar.

Cada uno de sus pasos parecía hacer eco en los pasillos mientras caminaba, sentía como su cabeza retumbaba con el sonido que ella misma hacía.

Si cuerpo se movía por cuenta propia hasta llevarla a los jardines, el viento fresco golpeaba su cuerpo, y el sonido de los pájaros era lo único que escuchaba en aquel lugar.

Ella caminaba, observando las flores a sus costados, sentía paz, o bueno, al menos hasta que se percató de una silueta que la observaba en una de las esquina del jardín.

Aena detuvo su paso, observado a aquella persona que la observaba, intentado reconocer quien era. Sus ojos se abrieron con sorpresa al saber quién era.

Sus pasos era rápidos y su mirada buscaba a alguna otra persona en el jardín que pudiera verlos.

--¿Que haces aquí?-- pregunto aena al momento de quedar frente a el.

--Creí que te gustaba mi compañía-- soltó con una sonrisa.

--Cuando la quiero. Vuelvo a preguntar, ¿Que haces aquí?--

--Tengo un mensaje de alguien que te agradará-- la confusión se hizo presente en el rostro de la platinada al ver cómo este le extendía un pergamino.

Aena tomo el pergamino en sus manos y cuando estaba por abrirlo el la detuvo de hacerlo.

--Ábrelo cuando estés en un lugar sola y en el cuál nadie pueda verte-- indico el.

Aena asintió y el hombre se dió la vuelta y desapareció entre las flores del jardín.

--Un mensaje...--
.
.
.
.



El sonido de la puerta siendo abierta hizo que levantará su mirada del libro sobre sus piernas --Madre...-

Alicent camino hasta quedar frente a ella--Iba a ir a prender una vela, quería saber si querías ir conmigo--

Aena tomo el libro sobre sus piernas y lo dejo a un lado mientras se levantaba --Si... Me gustaría--

El templo era un lugar en el cuál se podía encontrar paz aún estado en guerra y eso era lo que ella necesitaba ahora más que nunca.

Amor en guerra Donde viven las historias. Descúbrelo ahora