Las suaves pisadas de la mujer lograban resonar por las paredes de mármol. Su cabello lucía más arreglado de como había estado días atrás y sus vestidos que solían ser de un color verde bosque, ahora casi eran de color negro.
Una extraña sombra negra había estado sobre la fortaleza roja después de la tragedia en el Gaznate. Las familia real había permanecido en sus aposento, a excepción de Otto, el había llevado de una manera diferente el luto por su nieta. A diferencia de los otros, el era quien había estado al mando de las reuniones en el consejo, haciendo cualquier tipo de plan en contra de los negros.
Cuando se detuvo frente a las enormes puertas de madera, estas fueron abiertas antes de que ella pidiera empujarlas.
Las miradas de todos los hombres se dirigieron hacia ella, en especial la de su padre quien parecía haber estado hablado antes de que ella entrara.
Entro en el salón y camino a través de este hasta llegar a su puesto, se dejó caer sobre la silla, soltado un suspiro. Otto volvió su mirada de nuevo al mapa en la pared.
—Como le decía, majestad. Las tropas desde Oldtown está a solo días de la capital, y su hermano Daeron con su dragón con ellos— aegon asintió sin responder algo —Ellos siguen está ruta— decía señalando el mapa —Si siguen a través de ella, solo están a cuatro días—
—Bien...— contesto con tranquilidad, entrelazando sus manos sobre la mesa —Cuando el y las tropas desde Oldtown este aquí, los enviaré para hablar con Walter frey, ese lord debe reconocer que sus acciones tienen consecuencias, y si se niega a arrodillarse ante mi, que Tessarion lo tome como su bocadillo—
Las palabras del rey tomaron a los miembros en la mesa por sorpresa, pero ninguno dijo nada al respecto.
—Y con las fuerzas de la tierra de los ríos, será facil acabar con Rhaenyra, quien hasta ahora no ha mostrado tener un gran ejercicio— declaro aemond desde el otro lado de la mesa.
Aegon le dió una corta sonrisa y asintió —Mi hermano tiene razón— contesto mientras se volvió para mirar a su madre a una silla de distancia —¿No lo crees, madre?—
Alicent levantó su mirada hacia su hijo, asintiendo —Si... Aemond tiene razón— contesto.
—Bien, entonces es todo por esta reunión— declaro el rey.
Dos guardias que habían permanecido detrás de el, se apresuraron a acercarse y tomar dos varas de madera cortas que sobresalían de cada costado de una pequeña silla dónde el yacía.
Los demás mientras del consejo se pusieron de pie, observado como el rey abandonaba el salón.
Cuando esté desapareció en los bordes de la puerta, cada uno se dispuso a hacerlo lo mismo.
La mujer que había permanecido perdida en sus propios pensamientos fue la primera en dejar la comodidad de su silla y comenzó a salir rápidamente del salón, pero ante de que logrará bajar los escalones, una mano sobre su muñeca la detuvo.
Alicent se giro hacia atrás, viendo que quien la había detenido había sido aemond.
—¿Que pasa, hijo?—
Aemond solo su muñeca —¿Has ido a ver a jaehaera?—
—No— aemond frunció visiblemente el ceño ante la negación en su respuesta.
—¿Por qué no? Ella ha estado pidiendo que seas tu quien vaya a verla—
—No he estado de ánimos para ir a verla— contesto con indiferencia mientras se cruzaba de brazos.
—Nadie no ha estado, madre, pero jaehaera es solo una niña que busca el consuelo en su abuela— alicent resopló, pareciendo irritada por el rumbo de la conversación —¿Acaso no te importa? ¡Es tu nieta!—
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Amor en guerra
FantasyAena targaryen era hija de Alicent, su lealtad tendría que estar con su familia pero con el tiempo está cambiará a la hora de enamorarse de uno de los negros